Capitulo 25

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Cuando regresaron al rancho, Peter les ayudó a descargar el carromato. Todos estuvieron encantados de llegar. Candela estaba agotada del viaje, Stéfano estaba nervioso y deseoso de estirar las piernas, Nicolás estaba ansioso por volver al trabajo y el resto simplemente estaban contentos de volver a disfrutar de intimidad y del confort que suponía la rutina. Lali fue la última en salir, pues había viajado aplastada en una esquina del vehículo. Cuando Peter la ayudó a bajar, ella evitó mirarlo y se sintió incómoda por su aspecto desarreglado a causa del viaje. Los demás no los veían, pues ya estaban camino de la casa.

—¿Cómo ha ido? —preguntó Peter en voz baja mientras mantenía las manos en la cintura de Lali incluso después de que los pies de ella hubieran tocado el suelo.

—¿El viaje de vuelta? Horrible.

—No, me refería al baile, a la fiesta, a los dos días que has pasado lejos de mí. ¿Benjamín te ha ocasionado algún problema?

Entonces Lali lo miró, desconcertada por el interés que reflejaba su voz y no vio censura ni burla en sus ojos verdes, sólo calidez. Lali sintió como si unas cintas de seda envolvieran su corazón. Resultaba agradable volver a verlo y le pareció que habían pasado semanas en lugar de días desde que había estado cerca de él.

—Benjamín no me molestó en absoluto —declaró Lali esforzándose por sonar despreocupada—. No me dirigió la palabra en ningún momento. Claro que me miró mucho...

—Ya deberías estar acostumbrada a esto.

—No había estado cerca de él desde hacía mucho tiempo.

—Pero él no es el único al que le gusta mirarte. Lali apretó la mandíbula para no sonreír.

—Me estoy cansando de este juego. Es ridículo. Incluso estás provocando que papá tenga ideas extrañas acerca de los dos.

—Yo también tengo unas cuantas ideas.

—No quiero oírlas.

Lali intentó separarse de él y Peter apretó más las manos en su cintura.

—No podrás evitarlo.

—Yo que tú no apostaría nada al respecto, listillo —declaró Lali con la picardía de una chica moderna.

Peter sonrió al percibir aquel cambio en el tono de su voz.

—De vez en cuando parece... —Peter se interrumpió y se encogió de hombros—. No sé de qué se trata, pero sospecho que hay más detrás de esos enormes ojos marrones de lo que nadie imagina.

—Tú nunca lo descubrirás.

—No por falta de intentos —le aseguró él.

—¡Peter! —exclamó la voz de Nicolás desde la casa. Peter la soltó de inmediato.

—Quiere un informe de todo lo que ha ocurrido mientras estaba fuera. —Peter realizó una mueca jovial mientras miraba hacia la ventana de la oficina de Nicolás—. Hablaremos más tarde.

—¿Ha ocurrido algo? —preguntó Lali mientras le tocaba el brazo en un gesto inconsciente y sus ojos se oscurecían por la preocupación—. ¿Ha habido algún problema?

El músculo que había debajo de las yemas de los dedos de Lali se puso tenso como si Peter hubiera recibido una pequeña descarga eléctrica a través de la mano de ella. Peter se quedó muy quieto y la miró con tal intensidad que las rodillas de Lali flaquearon.

—Ningún problema —declaró con lentitud—. Sólo cuando tú estás cerca, cariño.

La mano de Lali tembló, pero ella no la apartó. Se sentía abrumada por el anhelo que la invadía.

¿Peter sentía lo mismo que ella? Él la observó con una expresión dura durante un período de tiempo que a Lali le parecieron horas, y todo el deseo prohibido que permanecía aprisionado en su corazón se liberó como en un torrente.

«Podría amarlo —pensó Lali medio aturdida—, si me lo permitiera. »

Y, si él fuera cualquier persona del mundo, menos quien era, ella ya se lo habría permitido.

«Dios mío, ¿qué voy a hacer?»

Se oyó otro bramido procedente de la casa:

—¿Peter, me has oído o algo te tapa los oídos?

—¡Estaré ahí en un minuto! —exclamó Peter con un descaro que nadie en Tejas habría osado emplear al dirigirse a Nicolás Espósito.

—Ve con él —dijo Lali con voz grave mientras le soltaba el brazo.

Peter titubeó. Ella pensó que él realizaría algún comentario sarcástico, pero cuando Peter habló, con voz ronca, no había nada burlón en su voz.

—Quiero abrazarte, Lali.

Ella no pudo rechazarlo ni afirmar que ella no sentía lo mismo.

—Por favor, vete —susurró Lali.

Él asintió ligeramente con la cabeza mientras examinaba el rostro de Lali. No hubo necesidad de más palabras, pues ambos comprendieron todo lo que no se dijo.

Dame esta noche Donde viven las historias. Descúbrelo ahora