Capitulo 32

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Peter y Nicolás no contaron a la familia los acuerdos a los que llegaron acerca de cómo manejar la crisis, aunque algunos aspectos estaban muy claros. El más importante era que volverían a levantar la valla. Por otro lado, Nicolás, contrariamente a lo que todos esperaban, decidió mostrarse más razonable respecto al rancho, la familia y los vaqueros. Se quedó en su despacho y se mantuvo alejado de la valla mientras Peter supervisaba la construcción de más barracones de vigilancia a lo largo de la valla, doblaba el número de vigilantes nocturnos y designaba a unos cuantos vaqueros para que volvieran a levantar los postes arrancados.

Volcaron barriles de preciada agua para ablandar el terreno y cavar los agujeros para los postes, lo cual constituyó una afrenta para aquellos cuyo ganado estaba muerto de sed. Emilia, Candela, Lali e incluso Alelí estuvieron ocupadas curando las heridas y los arañazos que el alambre de espino causaba en los brazos de los hombres que construían la nueva valla. Después de unos días, Lali le enseñó a Peter sus dedos, que estaban permanentemente manchados de yodo.

Las reacciones de los habitantes del pueblo y de los rancheros vecinos al ataque que había sufrido el rancho de Nicolás eran variadas. Los ganaderos que habían estado considerando la posibilidad de cercar sus tierras con vallas de alambre de espino, que era barato y duradero, estaban furiosos, como si también ellos hubieran sido víctimas del ataque infringido a Nicolás, aunque algunas personas consideraban que Nicolás se lo merecía. Muchos vaqueros odiaban la idea de que se cercaran las praderas por las que estaban acostumbrados a cabalgar con libertad. Los pequeños ganaderos que se apoderaban de las reses sin marcar que cruzaban los límites de sus tierras también estaban en contra de las vallas.

Conforme pasaban los días, Lali empezó a echar más y más de menos a Peter. Apenas lo veía. Peter estaba ocupado resolviendo todos los problemas que los demás le planteaban, problemas grandes y pequeños. Su trabajo era interminable, pues supervisaba la construcción de la valla y coordinaba el resto de las tareas que se realizaban en el rancho. Con tanta gente dentro y alrededor de la casa, no encontraba la manera de ir a ver a Lali a su habitación. Habían designado a un hombre para que vigilara la casa durante la noche, lo cual significaba que, de momento, sus encuentros con Peter habían terminado.

Una frustración física y emocional consumía a Lali, quien no se libraría de ella hasta que pudiera volver a tener a Peter para sí misma. Por las noches, Lali permanecía tumbada en la cama con las extremidades extendidas mientras pensaba con melancolía en las ocasiones en que Peter había acudido a su dormitorio. ¿Cómo era posible querer tanto a alguien? Los momentos en que se veían no eran suficientes. Siempre había miembros de la familia o vaqueros a su alrededor y no podían disfrutar de ningún tipo de intimidad.

¿Cuánto duraría sin él? La necesidad de estar con él crecía minuto a minuto, hasta que apenas le resultó soportable, sobre todo cuando él estaba cerca. ¡Qué extraño le resultaba desear y necesitar a alguien con tanta intensidad y sentirse molesta hacia todo lo que lo mantenía alejado de ella! Peter había despertado en ella ciertas necesidades, unas necesidades intensas que debían ser apaciguadas. Había pasado con él muy pocas noches, pero durante el resto de su vida todas las noches que pasara sin él serían frías y vacías. Lali miró al resto de los comensales y se preguntó si alguno de ellos entendería cómo se sentía. No, ninguno, ni siquiera la sensible y solitaria Candela.

«Haría cualquier cosa para no perderlo. Ninguno de ellos ha luchado para conseguir al otro, aunque en determinado momento debieron de sentir algo. Seguro.»

Candela y Agustín actuaban como meros y distantes conocidos, mientras que Emilia y Nicolás, como mucho, se trataban con un afecto cansino.

«No hay pasión, no hay ternura. Ni siquiera enojo. ¿De qué hablan cuando están a solas o sólo están en silencio?»

Dame esta noche Donde viven las historias. Descúbrelo ahora