Aquella noche, antes de la cena, Nicolás decidió hablar con Lali en la biblioteca, aunque ella no sabía acerca de qué. Lali, sentada en un mullido sillón de cuero, contempló a Nicolás, quien daba caladas a un puro, y se sintió reconfortada por su cercanía. A ella la había criado una tía soltera y no estaba acostumbrada a que hubiera una figura masculina en su casa. Le gustaba la voz áspera y grave de Nicolás y el olor a caballo, cuero y licor que desprendía su piel, Nicolás tenía el mismo vigor que ella admiraba en Peter, la misma valoración sólida de la vida, y algo en ella se sentía atraído por su rudeza.Le resultaba increíble contemplar el rostro de Nicolás y darse cuenta de que se parecían. Quizá fuera su imaginación o una mera coincidencia, pero a ella le parecía que incluso compartían algunos gestos. Él la trataba con una mezcla desconcertante de franqueza e indulgencia. Tan pronto le hablaba de una forma directa, como si ella fuera un hombre, como la mimaba sin límites.
—Últimamente no he hablado mucho contigo, Mariana.
—No.
—Hoy has ido a visitar a Benjamín.
—Sí, nosotros...
—¿Qué ocurre entre ustedes durante esas visitas?
—Yo... Él... No mucho.
—¿Él se conduce como un caballero?
—Sí, por completo.
Nicolás asintió con la cabeza y exhaló un aro de humo.
—Eso es bueno. Benjamín es un buen muchacho, pero es un Amadeo. Algo blando, quizá, pero nunca se atreverá a tratarte mal. ¿Ha comentado algo sobre cuándo tiene planeado pedirme tu mano?
—No.
—Entonces, todavía no está atrapado.
—No, señor.
—Bueno, pronto lo estará, pero para atraparlo tienes que mantenerlo a la distancia adecuada,
¿comprendes?
—Creo que sí.
—Ni demasiado cerca ni demasiado lejos. Agárralo fuerte, pero no lo ahogues. Así es como me atrapó tu madre. —Lali sonrió y Nicolás rió entre dientes mientras resplandecía de orgullo—. Si lo quieres, lo conseguiremos para ti, cariño. Sólo mírate. Tengo a la chica más guapa de todo Tejas.
—Y yo tengo al padre más distintivo.
—¿Distintivo? —Nicolás pareció complacido—. Distintivo. Esa es una palabra de cinco dólares. De modo que aprendiste algo en aquel colegio, aparte de modales y pintar a la acuarela. Quizá tu madre acertó al enviarte allí. Pero no le digas que te lo he dicho.
Mientras la miraba, el orgullo que Nicolás sentía por ella aumentó y le llenó el pecho. Aparte del rancho, Nicolás consideraba a Mariana su mayor logro. Cualquier éxito de ella era un orgullo para él, mientras que sus fallos..., bueno, Nicolás prefería ignorarlos, salvo para reprenderla de vez en cuando, sólo como demostración. Stéfano y Candela eran buenos hijos, pero se parecían demasiado a su madre; sin embargo, Mariana comprendía cosas que, en opinión de Nicolás, la mayoría de las mujeres no podían comprender. Ella razonaba con sentido común, más como un hombre que como una mujer, y pertenecía a Tejas, como él. Y, también como él, tenía coraje. Ambos estaban cortados con el mismo patrón.
Otros hombres tenían buenas hijas, mujeres sencillas que sabían cuál era su lugar, mujeres que, algún día, serían obedientes y se acomodarían a la voluntad de su marido. Pero su hija era salvaje, indomable y hermosa. La desaprobación que él sentía por su independencia se veía compensada por el orgullo que esa misma independencia le producía. Mariana pensaba por sí misma y tomaba sus propias decisiones, y él estaba dispuesto a concederle casi cualquier tipo de libertad.
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Dame esta noche
Ciencia FicciónAveces sentimos que lo que vivimos es de verdad pero podemos estar en otra realidad