Capitulo 33

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Lali percibió la intranquilidad que experimentaba Alelí y se inclinó hacia ella.

—¿Por qué no vas a sentarte en la tartana?

—Los Amadeo son malos, tía Mariana.

—¡Chsss! Todo está bien, Alelí —contestó Lali enseguida.

—Voy a buscar a Stéfano.

—No, espérame en la tartana. No tardaré.

La voz de Lali se había vuelto dura y su rostro frío. Alelí no era la causa de este cambio, pero era demasiado joven para comprenderlo, de modo que miró a Lali y a Benjamín con temor y se dirigió con lentitud a la tartana. Lali se enderezó, miró a Benjamín a los ojos y levantó la barbilla.

—¿Los Amadeo son malos? —repitió Benjamín divertido.

—¿Qué opinarías tú de alguien que contrata a gente con la finalidad de que destruya la propiedad de otras personas y ataque a sus empleados?

—Aquello sólo fue una advertencia. Supongo que ahora Nicolás sabe lo que sucederá si no comparte el agua. Sobre todo teniendo en cuenta que le ofrecimos pagarle por este privilegio.

—Él ha compartido con ustedes el agua durante muchos años. Y sin cobrarles nada. Al final, dejó de hacerlo porque le robaban el ganado y rebasaban los límites de su propiedad.

—No quiero hablar de él.

—Entonces dime lo que tienes que decirme y vete lo más deprisa posible. No he venido al pueblo sola y, si nos ven juntos, surgirán problemas.

Benjamín la miró sin parpadear, extrañado por su dureza.

—¿Cómo estás, Mariana?

Ella no estaba de humor para charlas insustanciales.

—¿Qué es lo que quieres?

—A ti. —Antes, podría haber sido una respuesta en cierto modo insinuante, pero Benjamín lo dijo con una voz áspera y una expresión seria en los ojos—. No tardaré, Mariana.

Ella enseguida comprendió lo que él quería decir. Benjamín pensaba poner en práctica los planes que juntos habían trazado y destruiría todo lo que ella amaba, todo lo que ella quería. Todo aquello que, antes, le resultaba indiferente. Lali lo miró sin  moverse. Se sentía aterrorizada.

¿Cómo podía haber pensado que lo quería? ¿Cómo podía haberlo ayudado a planificar su perdición?

La firmeza de su propia voz la sorprendió.

—Benjamín, las cosas han cambiado desde que nos vimos por última vez.

—¿Qué cosas?

—Lo que sentía por ti. Todo lo que te dije era una mentira. Yo nunca te amé.

—Mariana, ¿qué demonios...?

Benjamín levantó una mano para cogerla del codo, pero ella se apartó de una forma súbita.

—No vuelvas a tocarme. No te quiero. No quiero nada de ti.

Al principio, Benjamín estaba demasiado sorprendido para enfadarse.

—No lo dices en serio. ¿Qué ha ocurrido? ¿Es por lo que pasó en el rancho de los Fanin? Sólo estaba un poco bebido, cariño. Todos los hombres bebemos en exceso de vez en cuando.

Dame esta noche Donde viven las historias. Descúbrelo ahora