Capitulo 29

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Lali salió de la casa y bajó los escalones de la entrada dando saltitos. De repente se sentía de buen humor. Su corazón pareció expandirse de alegría cuando vio a Peter. La luz de la luna despedía destellos azules y plateados de su pelo negro y resaltaba la longitud de sus piernas a la entrada del cobertizo. Uno de sus pies reposaba en un escalón y el otro en el suelo, y apoyaba la guitarra en la pierna que tenía doblada.

Al verla, Peter sonrió y, sin dejar de contemplar su esbelta figura, siguió tocando la melodía. Lali cogió su falda con ambas manos y la ondeó al compás de la música simulando despreocupación.

Cuando se acercó a Peter, sus miradas se encontraron intercambiando mudas promesas.

—¿Ya saben que estás aquí? —preguntó Peter señalando con la cabeza hacia la casa.

—Les he dicho a mamá y a Cande que iba a dar un paseo.

—¿Eso es todo? ¿No me has mencionado para nada?

—Ellas ya saben que he venido a verte. Peter sonrió con burla.

—Entonces decir que salías a dar un paseo era como representar una comedia, ¿no?

Ella simuló sentirse ofendida, se volvió hacia la casa y miró a Peter por encima del hombro.

—Si no quieres mi compañía, dímelo.

—Yo nunca te diría algo así, cariño. —Peter se desplazó un poco en el escalón y señaló el hueco que quedaba con el mástil de la guitarra—. Siéntate.

—Es demasiado estrecho, no creo que quepa ahí. Peter sonrió con malicia.

—Inténtalo.

Lali consiguió apretujarse entre él y la barandilla.

—¡Uf, casi no puedo respirar!

—Yo no me quejo.

Peter se inclinó hacia ella y la besó en los labios. La lengua de Lali se unió a la de él, calidez con calidez, ofreciendo y saboreando, hasta que la sangre de Peter hirvió con creciente vigor. Peter realizó un sonido profundo y apreciativo antes de separar su boca de la de ella, pues era consciente de que era necesario guardar las apariencias. Peter volvió a colocar con indecisión los

dedos en las cuerdas de la guitarra y contempló el instrumento como si no lo hubiera visto nunca antes.

—¿Yo sabía tocar esta cosa?

Ella rió por lo bajo y acurrucó su cara en el cuello de él mientras disfrutaba del aroma de su piel.

—Sí. Toca algo bonito para mí, Peter.

Él se inclinó sobre la guitarra y la obedeció. La evocadora melodía que Lali había oído tantas noches mientras estaba sola en la cama pareció envolverlos a los dos. Lali presionó la mejilla contra el hombro de Peter y entrecerró los ojos ensimismada.

—¡Suena tan triste!

—¿Ah, sí? —Sin dejar de tocar, Peter la miró de una forma pensativa—. Me recuerda un poco a ti.

—Yo no soy triste.

—Pero tampoco muy feliz.

A Lali su percepción le resultó desconcertante, aunque no podía negar que el tic fuera cierto. Sería feliz sino tuviera miedo de lo que pudiera ocurrirle a Nicolás y si no hubiera tanta animosidad entre el rancho Sunrise y el Double Bar, y si su relación con Peter no molestara tanto a Emilia, y si pudiera resolver sus inquietudes respecto a su pasado... En fin, había toda una lista de cosas que la preocupaban.

Dame esta noche Donde viven las historias. Descúbrelo ahora