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Blue

El enfrentamiento de un bando y otro no acabó hasta el amanecer y yo me quedé sentada en un rincón semi- inconsciente hasta que un apuesto rostro se colocó en mi campo de visión.

-Hemos ganado- me sonrió- y ahora tú…-me levantó sin que yo opusiera resistencia mientras mis ojos continuaban fijos en él, ¿Donde lo había visto antes? ¿De qué me sonaba esa voz masculina?

-Ahora tú irás directa con el gran maestre…

Esas fueron las últimas palabras que escuché antes de perder el conocimiento.

Cuando desperté me encontré sola, en una enorme cama en la que podían acostarse más de tres personas.

Me incorporé e inmediatamente me quejé del dolor al apoyar mi mano.

-Con cuidado, señorita- me sonrió un hombre algo mayor, vestido con una túnica grisácea- la herida aún es reciente y debe cicatrizar.

-¿Dónde estoy?- pregunté.

-En la Fortaleza Roja-contestó dejando su mano sobre mi frente en busca de fiebre- en sus aposentos, señorita.

-¿Mis aposentos?- pregunté con confusión.

Pero el hombre no me dijo nada más, me entregó un vaso con un líquido caliente en su interior y me sonrió de forma amable.

-Recuperese primero, yo no soy quién para darle las respuestas que necesita.

-¿Qué es esto?- pregunté aceptando el vaso.

-Una infusión de té de Luna-contestó aún con gesto amable y reconfortante en el rostro- para prevenir cualquier embarazo.

-¿Qué?- le devolví el vaso asustada- yo no, yo no…

-Son órdenes del rey- dijo dejando el vaso en la mesilla de noche- puede tomarlo cuando quiera, pero no tarde o los efectos ya no serán satisfactorios.

Asentí con confusión y le seguí con la mirada cuando se levantó y se marchó.

Me llevé una mano a la cabeza dolorida y me deshice de las sábanas para ponerme de pie. Me sorprendí a mi misma viendo mi camisón de seda, pero cuando levanté la mirada y mis ojos se toparon con el vestido verde esmeralda que había sobre el sillón me llevé la mano herida a la boca incapaz de creermelo.

Caminé lentamente y levanté el vestido al mismo tiempo que una pequeña nota caía al suelo. No tardé en agacharme y apoyar mi espalda contra el sillón para leer la nota.

"Siento lo ocurrido, no cumplí mi palabra y sé que debes estar  decepcionada y dolida, pero voy a recompensartelo.

                                           Aegon II Targaryen"

Suspiré y volví a releerla. La letra era impecable, casi como si se hubiera tomado un tiempo en escribirla, en pensar las palabras.

Me levanté y miré de nuevo el vestido. ¿Se había tomado también tiempo en elegirlo o era de alguna mujer del castillo?

Me desnudé con rapidez y me vestí desviando la vista hacia el espejo de pie que había junto a un biombo.

Pero en cuanto reparé de nuevo en la herida de mi mano, en el vendaje que la cubría, me acordé de ella.

Solté la  nota que aún llevaba en la mano y completamente descalza salí de aquellos enormes aposentos para correr directa por el pasillo.

-¿A dónde cree que va?- un guardia me impidió el paso posicionándose en frente de mí y agarrándome del brazo con fuerza me arrastró de nuevo a mis aposentos.

-Solo necesito ver a Aegon- me revolví cuando abrió la puerta y dejó de agarrarme- dígale que necesito hablar con él si yo no tengo autorización de salir de este lugar, dígale que sé que le pasó a la princesa Visenya.

El guardia me miró fijamente.

-El rey está demasiado ocupado con los preparativos de su coronación como para presentarse aquí-y sin más me cerró la puerta en las narices.

Ahogué un grito de frustración y caminé por los aposentos sin saber muy bien qué hacer. ¿Y si ya era demasiado tarde para ella?

Recordé el sonido que salía de ella cuando Daemon la estranguló. ¿Y si había muerto?

Tragué saliva.

¿Cómo le iba a decir a Aegon que no solo su hermano había muerto en manos de Daemon?

Me senté en el sillón y esperé a que alguien se acordara de que yo estaba allí.

La semilla del dragón. (Segunda parte). AEMOND TARGARYEN 💚Donde viven las historias. Descúbrelo ahora