9.

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Blue

Soñé con un prado verde y un enorme castillo repleto de guardias.

Soñé que yo corría junto a un perro mientras las flores me iban acariciando el vestido.

Yo sonreía, reía y me sentía feliz, plena, como si no hubiera nada en la vida que pudiera arruinar aquella vida.

Me giré. Sabía que detrás de mí había alguien. Un chico de hombros anchos, estatura media y pelo blanquecino me miraba con una radiante sonrisa en el rostro.

El hombre más guapo que había visto.

Y se acercaba a mí sin dejar de sonreír, sin que yo pudiera moverme, completamente eclipsada con su rostro.

-¿Cómo te llamas?- pregunté cuando logré separar los labios y recobrar la compostura.

Él rodeó con sus manos mi cintura como primera respuesta y tiró de mí hacia él. 

Tan cerca…estábamos tan cerca…Podia olerle, podia sentir el calor que emanaba de su cuerpo.

-Me llamo Aegon.

Miré sus ojos claros.

-Aegon…-susurré.

Y entonces abrí los ojos en un lugar completamente diferente a ese. Me sacudieron con fuerza y mi primera reacción fue echarme a llorar.

No sabía el motivo exacto de mis lágrimas, no sabía ni siquiera porque estaba tumbada en esa cama, ni lo pregunté cuando un hombre me posó su mano en la frente.

Yo solo lloraba, lloraba por la pérdida de un hombre al que no había conocido, de un hombre que había sentido mío. Más mío que nada antes en la vida.

-¿De qué conoces a mi hermano?

Levanté la vista hacia Daeron que me miraba fijamente y mi única respuesta fue encogerme de hombros.

¿Su hermano?

Él salió de aquella habitación con indignación y yo me quedé sola con el hombre que aún me inspeccionaba para asegurarse de que estuviera bien.

-Tranquila muchacha…-dijo al fin el hombre poniéndose de pie- el príncipe Aegon ya jamás podrá hacerte daño.

Y sin más se fue.

¿Hacerme daño? ¿Qué era lo que me habían escuchado decir?

Me dejé caer sobre la almohada aun con los ojos rebosando en lágrimas y me humedecí los labios.

¿Cómo iba a irme de allí? ¿Cómo iba a explicarle todo esto a mi hermano?

La puerta volvió a abrirse y una mujer hermosa de cabello rojizo me miró desde el marco de la puerta. Sus dos brazos cruzados.

-¿Eres bruja?

Negué con la cabeza.

-¿Sabes quién soy?

Negué con la cabeza.

-Soy Alicent Hightower- cerró la puerta detrás de ella y clavó su mirada en mí- así que yo me lo pensaría antes de…

Pero no pudo terminar la frase. La misma chica de pelo blanquecino que me habia salvado de una muerte segura, abrió la puerta y me miró completamente devastada.

-¿De que le conoces?-espetó con el labio tembloroso y los ojos vidriosos.

Las dos me miraron. Las dos se acercaron a mi. Pero la de pelo blanquecino fue la única en sentarse a mi lado y agarrarme las manos.

Sorprendentemente las tenía tan calientes que mi primera reacción fue apartar las mias de su contacto.

-Porfavor….-sollozó- dime de qué conoces a Aegon.

Y no hizo falta que dijera nada más. No me hizo falta nada más que esa mirada que mostraba a un ser completamente destrozado para comprenderlo.

Aquel "Aegon" era alguien importante para ella. 

-Porfavor…-suplicó.

-¿Está…muerto?

Alicent apoyó una mano sobre el hombro de la muchacha al escucharme mientras esta lloraba casi como si se le fuera la vida en ello.

Tragué saliva.

¿Eso era lo que se sentía cuando uno perdía al amor de su vida? ¿Tan fuerte era el vacío que dejaba dentro de uno?

-Porfavor…-sollozó de nuevo.

Y pude haberme quedado callada y exigir que me regresaran a casa. Pude haber observado aquella escena en silencio a la espera de que se marcharan. Pude haber hecho infinidad de cosas, pero no pude desviar la vista de aquella muchacha destrozada, no pude apartar los ojos y hacer como si nada.

-¿Puedo preguntar cómo murió?

La chica deslizó la vista hacia mí e hizo el amago de irse, pero rápidamente agarré su mano y la insté a quedarse.

Lo pillaba, no deseaba hablar de la muerte del hombre que amaba.

Las dos nos miramos. Esos ojos claros, casi sin vida se clavaron en los míos y no pude evitar estremecerme ante lo que veía.

Esa chica estaba muriendo lentamente. No hacía falta ser bruja para verlo. ¿Que queda después de que tu alma se quede vacía?

-Yo puedo ayudarte…-susurré intentando reanimarla- yo puedo hacer que vuelva.

Y sonreí cuando ella hizo el amago de sonreir.  Pero no supe si el motivo real de mi sonrisa era por ver a esa chica algo más serena con mi promesa o porque yo podía ver a aquel hombre de mi sueño en vida.

La semilla del dragón. (Segunda parte). AEMOND TARGARYEN 💚Donde viven las historias. Descúbrelo ahora