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Visenya

Me bañé y me tumbé en la cama aún con el corazón en un puño. Ya no deseaba vivir en la Fortaleza Roja, ya no deseaba formar parte de ningun lugar.

La puerta se abrió y suspiré.

-Si vienes a decirme que hice mal al amenazar a Aegon, debes de saber que ya lo sé.

Esperé una respuesta, pero tras cerrarse la puerta solo escuché unos pasos que hicieron que rápidamente me incorporara.

-¿Has venido a matarme?- pregunté levantándome de la cama con el corazón apunto de estallar al ver a Aegon de brazos cruzados en mis aposentos.

Me observó detenidamente, reparando en mi camisón que transparentaba mis pechos en los que se tomó un tiempo antes de continuar su recorrido hasta llegar a mis pies. 

-Aegon…-susurré ignorando mi aspecto.

-¿No te vas a cubrir?- preguntó al fin volviendo a centrar su atención en mi camisón-¿Estás dispuesta a abrirte de piernas con tal de que yo te perdone?

Di un paso hacia atrás.

-No ha cambiado lo que siento por Aemond.

Mis palabras provocaron una leve sonrisa en el rostro de Aegon.

-Pero aquí estoy, pudiendo haberme dejado muerto para tener tu final feliz decidiste volver a traerme de vuelta- caminó mientras yo le miraba con puro terror.

¿Dónde estaba Aemond?

-Me han dicho por ahí que desde que yo me fui no has vuelto a tener sexo con tu esposo- se burló poniendo los ojos en blanco y dirigiendose a la cama-¿He tenido algo que ver o solo se a esfumado todo el amor que decías sentir por él?

Se sentó bajo mi atenta mirada y mi corazón no pudo evitar derretirse.

Había estado muerto, lo había estado hace apenas unos días y ahora lo tenía delante. Cogí aire intentando no romper en llanto y me mordí el labio tembloroso cuando él apartó la mirada de mi.

-Te he echado de menos…-una lágrima resbaló por mi mejilla cuando al fin pude decirlo. Mi corazón se comprimió y mi labio comenzó a temblar mientras yo retorcía mis manos sin saber muy bien qué hacer.

Si hubiera querido matarme ya lo habría hecho. ¿O no?

-¿Quieres decirme entonces que dejaste de tener sexo con Aemond por mi?

Resoplé poniendo los ojos en blanco y caminé decidida hacia él. No podía seguir soportando aquella situación y sabía que si él había decidido acudir hasta aquí era porque muy en el fondo le pasaba lo mismo que a mi.

-Te he dicho que te he echado de menos- y esta vez sin ningún tipo de terror rodeé su nuca y le abracé con todas las fuerzas que pude mientras hundía mi rostro en su cuello. 

Respirandole.

Aegon se quedó quieto, completamente inmóvil mientras su respiración se iba haciendo más irregular. Por un momento pensé que iba a apartarme con brusquedad hasta que lentamente su mano subió por mi espalda y me devolvió el abrazo haciendo que yo me rompiera.

Comencé a llorar con fuerza mientras temblaba en sus brazos sabiendo que ese era el único gesto de afecto que me iba a mostrar, que en cuanto nos separaramos volvería a adoptar esa actitud de villano que tanto le gustaba.

-Te he echado de menos…-repetí llena de lágrimas que no podía contener.

Sentí su respiración más calmada y como introducía sus dedos en mi pelo.

La semilla del dragón. (Segunda parte). AEMOND TARGARYEN 💚Donde viven las historias. Descúbrelo ahora