💙Oficina🧡

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Au: No son héroes, Jaime jefe, Bart asistente personal

Resumen: Bart no entiende porqué el repentino cambio de actitud de su jefe.

Contenido algo explícito.

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Bart Allen nunca imaginó que su día en la oficina comenzará de esa forma, es decir, había comenzado bastante normal, no esperaba que en cuanto pusiera un pie en la oficina de su jefe, este lo sorprendiera con un apasionante y acalorado beso, el cual no había sido suficiente para ninguno de los dos.

Fue solo cuestión de minutos para que Bart terminará sobre el escritorio de su jefe sin la parte inferior de su traje, mientras que su camisa era sujetada a penas por un par de botones, exponiendo gran parte de su torso.

Jaime arremetía con fuerza en su interior, a la par que se encargaba de dejar múltiples marcas por su cuello y pecho.

Bart sentía todo su cuerpo temblar ante los constantes estímulos en su cuerpo, le era difícil callar sus gemidos y jadeos, sobre todo cuando Reyes golpeaba en el punto exacto que lo hacía estremecer.

Desesperado por callar sus gemidos  llevó una de sus manos a su boca, para intentar suprimir los sonidos que salían involuntariamente de esta.

-Eres tan hermosos- Murmuró Jaime en su idioma natal, muy cerca del oído del menor, provocando que este se estremeciera por el sugerente tono.

Bart sabía que estaba cerca de llegar, podía sentir el ligero cosquilleo en su vientre bajo, las constantes embestidas y estímulos sobre su piel lo estaban llevando al límite.

Quizás era la adrenalina de poder ser descubiertos en cualquier momento o el hecho de que Reyes se estaba comportando de una manera tan posesiva que volvía la situación demasiado caliente.

Nunca imaginó que algo así le llegaría a excitar de esa forma.

Podía sentir la penetrante mirada del mayor sobre él, mirándolo como si fuera lo más valioso en el mundo, sentía su fuerte agarre en sus caderas, sabía que estás se quedarían con marcas durante un tiempo, pero no le importaba en lo más mínimo.

Una fuerte mano lo tomo por las mejillas y le obligó a clavar su mirada en la ajena, a pesar de las pequeñas lágrimas que se acumulaban en sus ojos, y que nublaban ligeramente su visión, pudo detectar el sutil toque de molestia en Jaime, aunque no estaba pensando con claridad como para saber si aquello era realmente cierto o solo era su imaginación.

-Solo yo puedo tenerte así ¿No es así Bart?- Decir que la pregunta no sorprendió un poco al mencionado sería mentir, sin embargo no tuvo mucho tiempo de procesar lo dicho pues las embestidas del mayor habían aumentado su ritmo haciéndole casi imposible concentrarse en lo que le decía -Porque eres solo mío ¿Verdad?... Vamos cariño, quiero escucharte-

El tono autoritario del mayor sin duda lo calentaba, le hacía estremecer, tanto que le era imposible dar una respuesta coherente en esos momentos, tan solo atino a asentir repetidas veces, sin embargo aquello no fue del agrado del latino, puesto que quería una respuesta verbal.

Rápidamente hubo una reacción, y está fue que el mayor apretara con un poco más de fuerza sus mejillas, y comenzará a disminuir el ritmo de sus embestidas.

Bart al darse cuenta de esto miró de forma suplicante a su superior, rogando para que no se detuviera.

-Estoy esperando tu respuesta, lindo-

-¡Si! soy tuyo, solo tuyo- Exclamó rápidamente, desesperado por correrse, pues estaba a punto de hacerlo.

-Buen chico- Halaga en un tono complacido y dulce, muy contrario a sus acciones.

Su vista se clavó de nuevo en los ojos de su jefe, está vez pudo notar el deseo y la pequeña chispa de posesividad en su mirada, de igual forma se percató de la arrogante sonrisa que se dibujó en su rostro.

Aunque de nueva cuenta, no tuvo oportunidad de centrarse mucho en las expresiones del mayor, pues como si de magia fuera, en cuanto dijo aquellas palabras, Reyes retomo el ritmo, golpeando con fuerza su interior, haciéndole imposible concentrarse en algo más que no fuera el placer que sentía en esos momentos.

Tras unas cuantas embestidas más, Bart por fin pudo liberarse, sintiendo la oleada de calor recorrer su cuerpo entero al correrse, importandole poco el desastre que causó gracias a esto.

No tardó mucho en sentir cómo Jaime de igual forma llegaba al clímax, llenando su interior con su esencia.

Cansado y agitado, relajo por completo su cuerpo, intentando recuperar el aliento.

Reyes por su parte se quedó unos pocos segundos completamente quieto, aún en el interior del menor, mientras lo miraba fijamente con una sonrisa de satisfacción.

Cuando consiguió recuperar un poco de aire, el moreno se retiró del interior del menor, solo para tomarlo entre sus brazos y así cargarlo, sentándose en su silla y acomodando al chico sobre él.

Lo siguiente que Bart siente son las suaves caricias de su jefe por todo su cuerpo, al igual que los pequeños y cariñosos besos que dejaba sobre su rostro.

Bart no pudo hacer más que relajarse en los brazos de su jefe, gustoso de las atenciones y mimos que estaba recibiendo, dejándose hacer al gusto del mayor.

A pesar de todo Bart aún se sentía algo curioso por la repentina posesividad que mostró Reyes, pues si algo tenía seguro Allen, es que su jefe no era para nada celoso, mucho menos posesivo.

No entendía porque se había comportado así, aunque tampoco estaba muy interesado en saberlo, pues aunque no lo haya admitido le había encantado ser tomado de una forma tan desvergonzada y posesiva.

Quizás había descubierto un nuevo fetiche.

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Tres golpes suaves son dados en la puerta, Eduardo Dorado puede leer claramente "Jaime Reyes" grabado en la madera.

Espera pacientemente a que la puerta sea abierta o bien a recibir una invitación para entrar, para su dicha  la puerta es abierta casi de inmediato y por el joven que tanto deseaba ver.

Frente a él puede ver al joven castaño, que hace pocos meses había dejado de ser su asistente personal.

Estaba a punto de saludarlo con entusiasmo, de no ser porque sus ojos se encargaron de observar con más detalle al menor.

Cabello revuelto, ropa mal acomodada, un evidente sonrojo en sus blancas mejillas y por si fuera poco su camisa mal colocada dejaba a la vista su cuello, el cual lucía marcas rojizas recientes.

Eduardo espera que su mente le estuviera jugando una mala pasada y que no sea realmente lo que está pensado.

-Se-Señor Dorado... Es un gusto volver a verlo, el señor Reyes está listo para recibirlo-

Eso era todo, el tono nervioso y apurado de Bart le habían confirmado todo lo que no deseaba creer.

Ni siquiera tuvo tiempo de decir algo, ya que Bart escapó del lugar, dejando la puerta abierta tras él.

Como si de un imán se tratara sus ojos siguieron al joven hasta que desapareció por completo del lugar, obligándose a posar su mirada en él frente, encontrándose con la sonrisa arrogante de Jaime Reyes, quien muy a diferencia del menor se veía más que satisfecho.

Tuvo que reunir todo el autocontrol que tenía para forzar una sonrisa y no decir nada al respecto.

Sin más se obligó a entrar en la oficina, pues desafortunadamente, aún tenía negocios que atender.

Mientras tanto, Bart se escabullo hasta el baño, agradeciendo a todos los dioses por no encontrarse a ninguno de sus compañeros de trabajo.

Al llegar al lugar, lo primero que hizo fue revisar su aspecto, llevándose la terrible sorpresa de que estaba hecho un desastre, su aspecto revelaba lo que acaba de suceder tan solo unos minutos atrás.

No sabía con qué cara iba a ver a su ex jefe de ahora en adelante.

Sin duda quería que la tierra se lo tragara en ese instante.

One shot'sDonde viven las historias. Descúbrelo ahora