El duelo | Parte 1 (T1 E13)

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Y frente a los 5 siniestros se encontraban los que solían ser trabajadores fieles a Magoto, CEO de NeoTech Japón, quienes ahora ya no eran tan fieles como se creía antes debido a que ahora estaban dirigidos por un conocido de Magoto, aunque alguien no muy cercano.

—¡¿Yokurei?!— el Jefe estaba asombrado.

Yokurei se trataba de un antiguo trabajador de NeoTech Japón. Era muy hábil en lo que hacía, era más que eso, era un brillante inventor, pero a la vez era algo torpe... y algo más.

Yokurei padecía de un problema, problema por el que se ganó el desprecio de sus compañeros, ya que lo consideraban raro y molesto.

Las críticas hacia el pobre eran muchas, pero eso no lo desmotivaron a seguir trabajando. Él no conocía el lado oscuro de la compañía, solo fue contratado como un trabajador público, así que no tenía ni idea que colaboraba, indirectamente, al crecimiento de una mafia internacional.

Sin embargo, no llegó a mucho ya que por algunos inconvenientes causados por la torpeza de Yokurei hicieron que lo despidieran.

Había sido solo un accidente, uno de varios... Pero he sido un excelente trabajador, he dado lo mejor de mí, eso era lo que pensaba Yokurei.

El devastado Yokurei, además de eso, sufrió de una cruel pérdida, pérdida que lo había perturbado... demasiado... lo había traumatizado.

No solo lo habían privado de su libertad a él y a su novia, sino que los sujetos que habían hecho el secuestro hicieron algunas cosas más.

Malditos infelices, con esas botargas infantiles iban secuestrando persona tras persona solo para negociar algún corazón o un hígado. Desalmados, ella era la única persona que me comprendía en este mundo... ¡DESEO LIBERTAD! ¡DESEO DARLES DE SU PROPIA MEDICINA A ESOS ENGENDROS!

Y así como lo pensó con una furia oscura lo cumplió. Uno de esos días donde estaba encerrado en un cuarto completamente blanco vio como uno de los sujetos tomó un arma para acabar con un joven de unos 16 años, aproximadamente. El joven clamaba por su vida, derramaba lágrimas y suplicaba, pero era inútil, su vida estaba a punto de acabar... pero...

Yokurei metió cabe con su pierna al sujeto, haciéndolo caer. Tomó su arma de fuego y...

¡BANG!

Y cayó uno, con su enorme botarga de muñeco blanco con traje negro. No conforme con eso, Yokurei se liberó y tomó la vida de todos los secuestradores, se lo merecían, eso pensaba.

Con la poca cordura que le quedaba, liberó a todas las víctimas de aquellos sujetos, eso es lo que su pareja hubiese querido que hiciera, pero las cosas que haría después definitivamente... no.

Ya en libertad, Yokurei se había quedado solo, no tenía nada ni a nadie, solo eran él y él.

No tuvo más remedio que sobrevivir a base de robos por toda la ciudad de Tokyo, comiendo algunos productos de supermercado o si no tenía tanta suerte, se alimentaba de la basura. Eso no le gustaba mucho, y lo deprimía bastante el hecho de seguir siendo ignorado por la gente, ni siquiera se ganaba su atención por la pena, solo lo ignoraban hasta que actuara realizando uno de sus robos.

Uno de esos días, a Yokurei se le presentó una oportunidad: una competencia donde el ganador se llevaría bastante dinero.

Con todo ese dinero podría tener, al menos, un nuevo hogar y un nuevo empleo. Decidió asistir colándose entre la multitud y cuando vio al ganador triunfando supo que era el momento de actuar.

Salió con prisa de la multitud, subió rápido las escaleras siguiendo al ganador del concurso a escondidas y esperó a que el ganador saliera de aquella oficina donde tomaría el dinero para robárselo.

Se sorprendió cuando vio al campeón marchándose molesto sin ningún yen en mano, por lo que supuso que el dinero se había quedado en la oficina, así que ingresó al lugar y le arrebató varios yenes al encargado, quien fue amenazado por su arma de fuego.

Salió corriendo de la oficina, pero entró en pánico porque el frustrado campeón seguía ahí, marchándose. Tenía miedo de que el campeón reaccionara deteniéndolo, pero este lo dejó pasar, para su sorpresa.

Huyó del lugar, tenía que desaparecer antes de que los hombres de azul intervenieran, pero un jugoso banco lo tentó, entró y escapó con una sola bolsa de yenes que pudo robar. Desaparecería del ojo público y volvería como alguien renacido, alguien con empleo y futuro, pero un mal tropiezo lo hizo caer fuertemente al suelo.

Un señor preocupado que buscaba a alguien vio al ladrón caerse, su arma estaba en el suelo. Pensó que podía evitar el crimen que estaba realizando aquel sujeto, pero la tensión hizo que tardara en reaccionar.

Yokurei vio que aquel señor tenía la intención de arrebatarle su arma de fuego, así que la recuperó, y al sentirse amenazado, le disparó y huyó.

Ese mismo día, por la oscura noche, Yokurei se vio obligado a ocultarse en un departamento abandonado, maloliente y lleno de telarañas.

Estaba angustiado ya que se percató de que casi no sentía remordimiento por haber acabado con la vida de aquel señor, pero debía pensar primero en lo que haría con todo el dinero que robó.

El silencio en el que estaba fue destrozado por un chico, alguien muy ágil y muy fuerte, ese chico era el campeón que lo dejó escapar. El campeón, que portaba su traje como si de un Perman se tratara, estaba enfurecido y le dio la paliza de su vida.

Cada golpe y cada grito era hiriente, la sangre derramaba, pero en él empezó a surgir la última gota que derrumbaría la poca cordura que le quedaba: el rencor.

Aquel chico le perdonó la vida, pero cuando lo dejó con la policía, pensó que hubiera sido mejor que el enmascarado acabara con él, aunque ese pensamiento solo perduró unas horas, ya que durante las siguientes horas, días y meses que pasó encerrado en esa asquerosa celda en la que lo habían encerrado solo pensaba en devolverle el favor a ese desgraciado, a ese bastardo.

Yokurei ya no era humano, era un monstruo, un monstruo dispuesto a cumplir con el único objetivo que tenía en su vida: acabar con el engendro que lo metió en prisión.

En un día, inesperadamente todas las celdas de su prisión fueron abiertas. Sus colegas escaparon y él por supuesto que también lo hizo.

Sabía que aquel chico se encontraba en el lugar, pero decidió que no era el momento de masacrarlo.

Sabía que aquel chico no era alguien al que se deba subestimar, sus golpes de fuerza sobrehumana se lo habían demostrado, y verlo hacer todo tipo de acrobacias en contra de sus colegas lo habían motivado más a convertirse en alguien que pudiera estar a su altura.

Necesitaba tecnología, ¿dónde había tecnología? NeoTech, aquel lugar donde lo habían despedido y abucheado.

Descubrió que el nombre de su CEO era Magoto cuando solía ser un buen hombre, lo hizo de casualidad pero nunca reveló saberlo. Ese dato lo ayudaría a intimidarlo, pero solo eso.

Necesitaba que todos los trabajadores de esa mugrosa empresa se arrodillaran ante él... y así lo hizo con su ingenio.

Ahora todos trabajaban para él, incluyendo a Magoto y a su equipito. Ellos lo ayudarían a derrotar a ese desgraciado...

Nobita es el Impresionante Hombre Araña | Spider-Man Donde viven las historias. Descúbrelo ahora