Capitulo 4: En memoria de...

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𝓦𝓱𝓲𝓽𝓮 𝓦𝓱𝓲𝓽𝓪𝓼𝓱

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Presente

La tela cae a cada lado de mis caderas como una hermosa cascada. Giro delante del espejo para verme mejor desde cada ángulo, veo como mi cintura se acentúa gracias al corte y mi cabello ondulado cubre la cinta que se aprieta en mi espalda.

Tomo con fuerza el collar, las perlas se encajan en mi palma mientras la cadena queda colgada. Si tan solo...

Me acerco a su cuerpo mirando el suelo. Nunca le había dicho, y tampoco nunca se lo diría, que Richard me había ayudado a construir ese maldito collar que ahora parecía un recordatorio de su ausencia.

Paso mis manos sobre sus hombros con un extremo del collar en cada mano. Miro fijamente los botones de su camisa negra, evitando sus ojos. Si tan solo logra notar el dolor en mi, se permitirá sentir el abismo en su ser.

En cuanto engancho el metal, su cabeza se deja caer sobre mi hombro. Cierro los ojos en un intento de que desaparezca el ardor en ellos.

Odiaba al viejo, lo detestaba, me trataba como un estúpido experimento, como la estúpida muñequita de Li. Pero...

—Pensé... —su voz me genera un escalofrío, y el dolor de mi estómago es una penitencia— Pensé que no te importaba.

Bajo mis brazos de su cuello para llevar mis palmas a su espalda. No me había permitido nada en los últimos días. Él no estaba muerto para mí, no al menos hasta hoy.

Se sentía real. El ya no estaba.

Agarro la tela de su camisa con fuerza, siento mis articulaciones tronar en cada movimiento. La pulsera en mi muñeca tintinea, aquella que hacía juego con su collar, y eso solo hace que un quejido salga de mí.

No solo había distraído a Jor de sentir dolor, también estaba evadiendo mi sufrimiento.

—El estúpido viejo está muerto —las palabras se ahogan en mi garganta.

Sus manos se cruzan en mi espalda, apoyando todo mi peso. Me sostiene a pesar de que no se lo pido. Busco un lugar entre su cuello y me acurrucó sobre su hombro dando gracias a que no me he puesto maquillaje.

—Lo sé, Coni, lo sé —sus últimas palabras tienen el peso que vence mis piernas.

Dejo que las lágrimas salgan. Es la única y última vez que lloraré por el profesor. Las horas que había pasado molestándolo para que dejara salir temprano a Jor pasan sobre mi cabeza, pero tan solo una se queda. 

Tal vez había sido la última, que seguía con vida, que había tenido una conversación con él. Aquel día había pasado a su oficina a convencerlo para que le diera la tarde libre a Li a cambio de ayudarle yo.

—Si tan solo me hubiera quedado —chillo, apegándome más a su cuerpo— Si te hubiera esperado, como siempre...

Él no hubiera muerto. Tal vez si me quedaba unos cuantos minutos más, en lugar de salir corriendo a buscar respuestas. Jor no me había preguntado, y tampoco tenía pensado decirle, pero ese día había salido corriendo de la oficina para encontrarme con alguien más.

Mi cabeza había estado en otro lugar, uno llamado Allen.

Engañar a Li, mantener el secreto, me estaba pasando factura. Y el único que lo había pagado era Richard.

—Lo pude haber detenido, Coni. Lo vi pasar a mi lado con esa mirada perdida y no note lo que estaba mal —sus palabras tienen una sutil rabia. Se culpaba más y peor que yo.

𝐂𝐨𝐧𝐢𝐮𝐦 ⁂ 𝐉𝐨𝐫𝐝𝐚𝐧 𝐋𝐢Donde viven las historias. Descúbrelo ahora