Fuego (Parte 3)

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-Vaya, ¿Así que quieres más? ¿Es que no has tenido bastante?

En lugar de responder, me limité a esperar sus caricias, jadeante. Todavía estaba intentando recuperar el aliento.

-Eres una viciosa, ¿Lo sabías? - dijo, con evidente satisfacción.

-Sí...- reconocí. De pronto, en un impulso, decidí incorporarme en la cama, buscándola a ciegas, intentando besarla.

-¡Ah, no, no!¡Quieta! ¡Quieta! -ordenó de forma tajante, usando el mismo tono que utilizaría para dirigirse a una mascota indisciplinada. Supongo que, en el fondo, eso es lo que era en ese momento. Me detuve en seco, frustrada.

-¿Qué te he dicho antes?

-Que...eres tú la que manda...y la que decide.

-Exactamente. Y lo que yo quiero ahora, es ver cómo te das placer tú misma... Conque toma, ya puedes empezar.

Me pasó el vibrador. Lo tomé en mi mano, algo decepcionada.

Pues vaya...a esto ya hemos jugado otras veces.

Sopesé el aparato en mis manos. Todavía llevaba la venda cubriendo mis ojos, pero por el tacto, me parecía el clásico vibrador de toda la vida, liso, cilíndrico, alargado, y definitivamente fácil de usar. No era lo que más me habría gustado hacer en ese momento, pero no tenía otra opción.

Me tumbé de nuevo en la cama, separé las piernas y comencé a utilizar el aparato conmigo misma. Lo deslicé sobre mi pelvis, rozando mi clítoris, y por fin lo introduje en mi cuerpo, lenta, muy lentamente. Sin poder evitarlo, comencé a gemir, al sentirme llena por fin.

Podía oír la respiración agitada de Jess junto a mí. La imaginaba tumbada a mi lado, acariciándose, mientras me observaba.

Te gusta esto, ¿verdad? Siempre te ha gustado mirarme... Muy bien, quieres un buen espectáculo, y eso es lo que te voy a dar...

Con la falta de pudor que me caracterizaba siempre que estaba bajo su influencia, comencé a darme placer, de forma cada vez más explícita, metiendo y sacando el vibrador con una mano, de forma enérgica, a la vez que acariciaba mi pecho con la otra.

-¿Te gusta así, Jess...?

-Mmm...- se limitó a responder. Parece que le gustaba.

Conforme aumentaba mi excitación, empecé a acelerar el ritmo, a la vez que levantaba el trasero de la cama. Lo único que se oía en la habitación era el sonido del vibrador entrando y saliendo de mi cuerpo, y nuestras respiraciones agitadas. Me retorcía, moviendo mis caderas, sintiendo como estaba a punto de llegar...

-Eso es, no pares...-Susurró de pronto en mi oído.

Oír su voz, sentirla tan cerca, me hizo estremecer, y un nuevo orgasmo me atravesó violentamente.

Me derrumbé sobre la cama, jadeando.

-Buena chica, buena chica...- dijo, acariciando mi cabeza, tal y como haría con un perro.

-Escucha...- dije, cuando por fin pude recobrar el aliento. - ¿No quieres...que ahora yo...te haga...?

Soltó su habitual risita maliciosa.

-¿Hacerme? ¿Tú a mí? ¿Hacerme el qué?

-Pues...-muchas cosas, pensé. ¿Cómo podría hablarle de mis habilidades sexuales sin ser vulgar?

-Dicen...que soy muy buena...usando la lengua.

-¿Ah, sí?- exclamó con admiración -¡Vaya, vaya, profe! - ¿Cómo que profe? ¿No se supone que soy una escort? Otra vez Jess se salía del guion.

Jessica y BeatrizDonde viven las historias. Descúbrelo ahora