Hielo

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A la mañana siguiente, recibí un WhatsApp de Jess invitándome a desayunar en su habitación, con toda normalidad.

Mi primer impulso fue rechazar su ofrecimiento.

No me encontraba bien.

De hecho, casi no había dormido.

Me sentía indignada y humillada por su infame regalo de la noche anterior.

El sobre rebosante de dinero reposaba sobre una mesita auxiliar, como un insulto mudo y permanente... El pago por mis servicios.

Mirarlo me hacía sentir sucia.

Me sentía especialmente furiosa conmigo misma, por haber sido tan ingenua.

Imaginar a Jess escribiéndome una carta acerca de sus sentimientos, sí, claro...

Que estúpida.

¿Cómo había podido pensar que haría algo así por mí?

Ese sobre, ese dinero, dejaba muy claro lo que yo era para ella.

Durante esa noche interminable me había planteado coger mis cosas, abandonar el hotel y desaparecer para siempre sin más explicaciones.

También había pensado en ir a su encuentro y montarle una escena con gritos, reproches y demás.

Finalmente, recordé que yo era una persona adulta, mayor que ella, (bastante más mayor, susurró su vocecilla en mi cabeza) y que era mi obligación afrontar esta situación de forma madura y calmada.

Con el sobre en la mano y esa idea en la mente me dirigí a su habitación.

Jess estaba sentada tranquilamente en el sofá, desayunando mientras miraba la pantalla de su móvil.

-¡Hola profe! ¿Qué tal? - me saludó casi sin apartar la vista del aparato.

Al verla comportarse con tanta indiferencia, después de la noche que me había hecho pasar, mis buenas intenciones saltaron por los aires.

A la mierda la madurez, voy a montar una escena.

-Jessica, ¿Me puedes explicar qué es esto? - dije, mientras tiraba el sobre en la mesa situada delante suyo, con un gesto dramático. Los billetes se desparramaron por toda la superficie.

Jess observó el sobre sin inmutarse, y luego me miró a mí.

-Vaale... Esos papelitos de colores se llaman euros, y sirven para obtener bienes y servicios. - dijo en tono burlón- Es un tipo de moneda, lo que se conoce vulgarmente como "dinero", y es la base del sistema capitalista. ¡Pero profe, tú ya deberías saberlo! - añadió con una sonrisa.

-¡Jess, déjate de bromas, no me toques el...!- me mordí los labios en el último momento, interrumpiendo la frase. No quería rebajarme de esa forma.

-¿Que no te lo toque? Pues anoche sí que te gustaba que lo hiciera...- añadió, con su sonrisa retorcida.

Esto es el colmo.

-¡¡Jess, ya basta!! ¡Déjalo ya!

- ¿Dejar el qué?

- ¡Deja de burlarte de mí! ¡Deja de tratarme así! Yo no soy...- respiré hondo- Yo no soy tu puta.

-¿Qué?- me miró sorprendida, con los ojos muy abiertos, como si no me hubiera visto nunca antes. - ¡Pues claro que no! ¿Pero por qué dices eso?

-¿Que por qué...?- me quedé sin palabras- ¡Por el dinero, por este sobre que me diste anoche!

Jess dejó el móvil a un lado y se levantó del sofá, mirándome fijamente. Al menos había conseguido que me prestara toda su atención.

-¿En serio estás enfadada por eso? -dijo con un tono entre sorprendido y divertido- !Pero profe, si era parte del juego! ¡Recuerda que tú interpretabas el papel de una escort! ¡No me digas que te has molestado por esa tontería! Venga ya...

Se acercó hacia mí extendiendo las manos en un gesto afectuoso, como el que dedicaría a calmar a un niño muy pequeño con una rabieta.

Yo di un paso atrás.

Odiaba que actuara así, que me tratara con esa condescendencia.

-Ya, pero ¿Por qué tenía que ser dinero de verdad? - dije con voz temblorosa.

Jess se encogió de hombros.

- ¿Y qué más da? ¿Hubiera cambiado algo si hubieran sido billetes de Monopoly? Dinero de verdad, juguetes de verdad...- Dijo, encogiéndose de hombros. Hizo una pausa para reflexionar. - Orgasmos de verdad... ¡Bueno, eso espero! - y en tono más serio, añadió: -Profe, de verdad, esto solo era parte del juego, como tu ropa, o el maquillaje...No pretendía molestarte.

Oírla hablar de esa forma, tan razonable, me hizo dudar. De pronto mi indignación parecía desmesurada, fuera de lugar, una reacción exagerada impropia de una persona madura.

-¡Bueno, pues me has molestado!- insistí a pesar de todo, de forma un poco infantil- No solo eso, me has hecho daño...

-¡Pero prof...Beatriz! - exclamó de nuevo, en un tono cariñoso que no estaba acostumbrada a oír de su boca. Estrechó mis manos entre las suyas, intentando consolarme.

-Beatriz, escúchame...Yo nunca, nunca, te haría daño voluntariamente...- reflexionó por un momento- ¡Bueno, aparte de que me guste darte azotes de vez en cuando! - soltó una risita. Después se puso seria de nuevo- Lo siento, de verdad, no pensaba que te lo ibas a tomar así.

¿Había oído bien? ¿Jessica, la sarcástica y cruel Jessica, pidiéndome disculpas por algo que había hecho? Eso sí que era una novedad.

Cada vez me costaba más seguir enfadada con ella.

-De todas formas, no quiero ese dinero...- dije, bajando la vista, aunque sin soltarme de sus manos.

-¿Qué? ¿Por qué no?

-No sé, lo veo como...dinero sucio.

-¿Sucio? Como no sea de fluidos...- le lancé una mirada indignada.

¡Vale, vale, ya paro! Lo siento, de verdad...- Se quedó en silencio un instante, y después añadió en voz baja:

-¿Quieres quedarte a desayunar conmigo, por favor?

Jessica y BeatrizDonde viven las historias. Descúbrelo ahora