Crisis

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Unos minutos más tarde, y ya vestida correctamente, nos dirigimos al despacho.

Me preocupaba el estado de Jess; caminaba en silencio, con la mirada baja y una expresión de amargura en su rostro.

Mis intentos por animarla no habían tenido mucho éxito.

En realidad, yo también lamentaba la forma en la que nos habían interrumpido, pero supongo que estaba más acostumbrada a gestionar la frustración.

En mi mente, se mezclaban todos los momentos que habíamos pasado juntas esa tarde, las bromas, la intimidad, el deseo...

Y todo eso había sido cortado de forma abrupta.

La verdad es que yo tampoco quería asistir a otra aburrida reunión.

Quería seguir junto a Jess en su dormitorio, como estábamos hace un momento, quería encerrarnos allí y tirar la llave...

Sin embargo, ahora tocaba dar la cara de nuevo.

-Buenas tardes- dije cuando entramos al despacho. Jess permaneció en silencio.

Su papá nos esperaba sentado tras su escritorio, junto al inevitable abogado.

-Bien. Con respecto al Baile de la Rosa Blanca...- comenzó a decir cuando tomamos asiento.

Jess soltó un sonido de fastidio nada más oírlo, y supe lo que pasaba por su cabeza.

¿Otra vez con esta mierda? ¿Y para eso nos han interrumpido?

-Esa fiesta no solo es una celebración. Es una oportunidad, una oportunidad para crecer y mejorar nuestras relaciones con otras empresas.- Jess resopló de nuevo.- Así que quiero que veamos lo siguiente...

El hombre accionó un mando a distancia, y un panel de madera comenzó a desplazarse lateralmente en la pared tras él, dejando al descubierto una enorme pantalla plana.

Como si estuviéramos en una película de espías, pensé.

En la pantalla apareció la foto de un chico joven, bastante atractivo, aproximadamente de la misma edad que Jessica.

Junto a su imagen aparecía su nombre y varios datos.

-Es el heredero de una de las mayores editoriales del país.- Nos informó el señor De Prada.

-Pues vale, bien por él.- dijo Jess sin demasiado interés.

Después aparecieron tres jóvenes más, dos chicos y una chica. Todos ellos en la misma situación, por lo visto. Futuros herederos de grandes fortunas.

-Bueno, hay que memorizar a estas personas.- dijo el hombre, señalando la pantalla con su mando.- Son los más importantes de todos los que acudirán a esa fiesta.

-Muy bien, padre, ¿y luego qué quieres que haga con esa información? ¿A cuál de estos tengo que follarme por el bien del negocio? ¿A todos? -Dijo Jess con sarcasmo, cruzando los brazos.

Me mordí los labios, espantada.

Su padre me lanzó una mirada de reproche, como si hubiera sido yo la que hubiera dicho esas palabras.

Estaba claro que veía a Jess como algo de mi total responsabilidad.

Antes de que pudiera improvisar alguna disculpa, el hombre se volvió hacia su hija, enfurecido.

-¡No, no hace falta que hagas eso!- exclamó.- ¡Pero si esa noche te vuelves loca y te da por golpear o escupir a alguien, procura que no sea a ninguno de estos cuatro, si no es mucho pedir!

Jess se levantó de su asiento, fuera de sí.

-¿Qué? ¿Loca? ¿Loca yo? ¿Serás cabrón?- aulló.

-¡Jess, tranquila!- Dije. Y luego, dirigiéndome a su padre: -Eso que ha dicho es injusto, y está fuera de lugar...

Pero era demasiado tarde. Sus palabras eran como la chispa que había provocado un incendio que llevaba tiempo gestándose.

-¿Loca yo? -insistió ella- ¡Si estoy así es por tu culpa!

-¿Por mi culpa? ¡No sabes lo que dices! Tienes todo lo que quieres, y en vez de agradecérmelo sólo sabes...

-¿Agradecerte yo algo a ti?- dijo Jess, gesticulando como una diva de la ópera.-¡Ja! Espera, que ahora vas a ver cómo te lo agradezco....

Miró a su alrededor, furiosa. Me dio la impresión de que buscaba algún objeto contundente. No me equivocaba. Se dirigió a un aparador cercano y agarró un cenicero metálico bastante pesado.

-Prepárate, padre...Aquí va mi agradecimiento.- dijo, agitándolo con fuerza.

-¿Jessica? Suelta eso ahora mismo- dijo el hombre señalando con el dedo, mientras se encogía en su sillón.

-Sí, sí, eso es precisamente lo que voy a hacer...¡Soltarlo! -Levantó el brazo, apuntando en su dirección.

Observé como el abogado se apartaba con rapidez de la línea de tiro.

-¡Jessica, ya basta!- Justo antes de que lanzara el cenicero me puse delante suyo.

Por un momento temí llevarme yo el golpe.

Mantuvo el brazo en alto, temblando.

Sus ojos se clavaron en los míos. Las lágrimas resbalaban por su cara.

-Ya basta, Jess...Ya basta... Déjalo. Tranquila. - dije en voz baja.- No te preocupes, yo arreglaré esto.

Negando con la cabeza, con una expresión que era una mezcla de ira y tristeza, soltó el cenicero, que cayó al suelo ruidosamente. Después se dio la vuelta y salió de la habitación sin mirar a nadie.

Antes de salir tras ella, miré indignada al padre de Jess, que se había parapetado tras el escritorio.

-Vamos, ¿A qué está esperando?¡Lárguese de aquí!- me despachó con un gesto- Y como acaba de decir...¡Arregle este desastre, o considérese despedida!

Jessica y BeatrizDonde viven las historias. Descúbrelo ahora