Oportunidad

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Encontré a Jess donde imaginaba, en nuestro lugar privado, en el bosque frente al lago. Daba vueltas con los brazos cruzados, murmurando para sí misma.

-Jessica...cariño...- dije suavemente. No solía hablarle con tanta dulzura, creo que era la primera vez que usaba ese tono con ella.

-¿Qué? Ya lo has oído, ¿No? ¡Dice que estoy loca! ¡Loca, yo!- protestó, sin dejar de dar vueltas.

Bueno, es que a lo largo de tu vida, has hecho algunas cosillas, que...- pensé. Pero no dije nada.

-No, si ya sé que me desprecia, y que soy una gran decepción para él, ya lo sé, y me da igual.

Ya sé que hubiera preferido tener un hijo, un chico, pues que se joda. Esto es lo que hay, una hija loca.- dijo con tono rencoroso y dolido.

-¿Te has fijado?- dije, intentando animarla - Al menos has conseguido que te hable directamente, en vez de ignorarte como hace siempre.

-Ya, y para eso solo he tenido que amenazarle con un cenicero.- hizo una mueca.

-Creo que esta vez le has asustado en serio. - asentí.

-Sí, ¿Verdad?- sonrió.- Tendría que hacerlo más a menudo.

-Bueno... Es otra forma de enfocar las relaciones familiares.- sonreí yo también.

Me miró, y de pronto se abalanzó sobre mí, abrazándome.

Me quedé sorprendida por un momento y luego le devolví el abrazo.

-Profe, menos mal que estás conmigo, sino no sé qué haría...- susurró.

-Tranquila...Anda, vamos a sentarnos.

Fuimos al que ya consideraba nuestro banco, delante del lago.

Era una de esas tardes de junio en las que el atardecer parece alargarse sin final. La tranquilidad que había allí contrastaba con la crisis que acababa de explotar dentro de la casa.

-Me tiene harta, te lo juro. Pero lo lleva claro...Ya sé lo que voy a hacer... cualquier día lo dejo todo y me largo contigo.

-¿Qué quieres decir?- dije, sorprendida.

-Pues lo que has oído. Total, ya tengo 18 años, no me lo puede impedir. Me da igual la empresa, el dinero y todo lo demás. Que se lo meta por el culo. Ya me buscaré la vida trabajando de lo que sea. ¡Viviremos en plan bohemio! Seremos pobres pero felices...

Pensé en sus palabras. A pesar de su inteligencia, tenía mis dudas sobre la capacidad de Jessica para desenvolverse en el mundo real, sin todos sus millones, pero no parecía el mejor momento para expresarlas.

-¡Ah, y por supuesto le diré que estamos juntas! Pero juntas...juntas.-hizo un gesto obsceno con los dedos, sonriendo.

-¿Qué?-exclamé.

-¡No te preocupes, profe! Seguro que al principio se enfada, pero no creo que contrate a unos sicarios para que te peguen un tiro y te hundan en el mar.- se echó a reír. A mí no me parecía tan gracioso.

-No sé si eso es buena idea...

-¡Bah, no pasará nada! Ya verás, cuando le diga todas las cosas que hemos hecho juntas, delante de sus narices...- Esta conversación me parecía cada vez más alarmante.- ¡Ja, y él pensando que todavía soy su princesita inocente!- se echó a reír.

-Me cuesta imaginar que alguien te vea como a una princesita inocente...

-Bueno, profe, pero eso es porque tú me conoces bien, y sabes cómo soy en realidad...- dijo, a la vez que acariciaba mi muslo y se apretaba contra mí, de forma provocativa.

La miré, sorprendida. Estos cambios de humor tan bruscos, -ahora furiosa, luego deprimida, después caliente,- no dejaban de desconcertarme. Me costaba seguir su ritmo.

-Jessica...Jessica, espera un momento. - la cogí por los hombros, mirándola a los ojos.-Escucha, tenemos que reflexionar, pensar bien en lo que vamos a hacer ahora...

-Bueno, por mí podemos volver al dormitorio y seguir con el tema...-susurró, sugerente.

-No, no me refiero a eso...- Además, en ese momento no estaba de humor para juegos - Tenemos que arreglar esto...- dije, casi para mí.

-¿Arreglar? No hay nada que arreglar, ya está decidido. Lo mandaré todo a la mierda, y punto.

-Creo que antes de tomar una decisión así sería mejor pensarlo con calma...Jess, dime, ¿No te gustaría que nos alejáramos de aquí unos días? Olvidarnos por un tiempo de esa dichosa fiesta, de tu padre, olvidarnos de todo...las dos juntas, solas.

-¡Pues sí, claro!¿Pero cómo?

Mientras hablábamos, había empezado a pensar en una solución para este desastre.

-Vale, creo que hay una forma de conseguirlo...

Y de paso hacer que te olvides de esas ideas tan peligrosas, pensé.

- Pero tendrás que hacer todo lo que te mande...Dime, ¿Confías en mí?

-¡¡Pues claro!!- asintió con entusiasmo.

-Bien, escucha, esto es lo que haremos...

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A la mañana siguiente, solicité una reunión con el señor de Prada y su abogado. A media mañana, acudimos al despacho Jess y yo, muy firmes y serenas.

Los dos tipos nos esperaban con expresión adusta, en el mismo sitio, como si no se hubieran movido desde el día anterior.

El cenicero había desaparecido, seguramente para evitar nuevas amenazas.

-¿Y bien?- dijo el papá de Jess, frunciendo el ceño.

-He hablado seriamente con su hija, y tiene algo que decirles. Adelante, Jessica.

Ella se adelantó un paso, con las manos sobre el regazo y la mirada baja.

-La señorita Beatriz me ha hecho comprender que mi comportamiento de ayer fue injustificable. Papá, señor Estrada- dijo, mirando alternativamente a los aludidos- os pido disculpas. Prometo que haré todo lo posible para que mi presencia en esa fiesta sea beneficiosa para nuestra empresa.- recitó, como un lorito.

Los dos hombres contemplaban a Jess boquiabiertos, con ojos desorbitados, como si acabarán de ser testigos de un milagro.

De hecho era la primera vez que Jess llamaba al abogado por su nombre; hasta entonces ninguna de las dos nos habíamos molestado en averiguarlo.

-Muy bien, Jessica, ahora si no te importa me gustaría hablar con tu padre a solas.

-Si, señorita Beatriz.

Acompañé a Jessica hasta la puerta y la hice salir. Una vez que estuvo fuera, lejos del alcance de sus miradas, Jess me sonrió, y se llevó los dedos a la boca como si fuera a vomitar.

La despaché con un gesto de cabeza- lárgate, no lo vayas a estropear ahora- y entré de nuevo en el despacho.

-Como puede ver, señor De Prada, he solucionado esta situación, tal y como usted me pidió.

El hombre me observaba, anonadado. Se limitó a asentir en silencio.

-Ahora bien, debe comprender que para Jessica todo lo relacionado con esa fiesta supone un gran esfuerzo, teniendo en cuenta su evidente trastorno de personalidad, y las dificultades que tiene para socializar con los demás. Así que he pensado que sería conveniente para su estabilidad emocional una pequeña escapada, desde luego bajo mi estrecha supervisión...

Media hora más tarde, acudí al encuentro de Jess, en nuestro banco frente al lago.

-¿Qué, cómo ha ido?- preguntó con ansiedad.

Sonriendo, hice el gesto de la victoria con los dedos.

-¡Nos vamos una semana a un hotel de cinco estrellas junto al mar, las dos solas, libres!

Jess lanzó un grito de alegría, abrazándome hasta casi levantarme en el aire.

-¡¡Siiiii, profe, eres la mejor!!!

Jessica y BeatrizDonde viven las historias. Descúbrelo ahora