Game Over

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Me incliné hacia ella y comencé a hablar en voz baja, mirándola fijamente.

Sentadas en esa terraza junto al mar, mientras el resto de comensales seguían con sus cenas , ajenos a lo que ocurría, comencé a desgranar en su oído una serie de fantasías, oscuras y perversas, que nos incluían a las dos en todo tipo de situaciones retorcidas.

Conocía a Jess lo suficiente como para saber qué es lo que ella querría oír, y eso es lo que hice:

Regalarle los oídos, poner en marcha su imaginación, activar su deseo. Plantar en su mente ideas para que crecieran como semillas en una tierra fértil.

Le hablé de nuevas experiencias, juegos y desafíos, que incluían botas altas, látex, cuero, fustas, mordazas, bocas, lenguas, vibradores, caricias y azotes...

Sabía que en el fondo lo que hacía era una forma de manipulación, pero me repetía a mí misma que era por un bien mayor.

Lo hacía por ella, para... liberarla, para curarla.

Jessica me escuchaba con atención, su rostro serio, con una expresión concentrada, los ojos brillantes y la respiración agitada.

Aquí me tienes, le estaba diciendo en realidad, dispuesta a todo. Ya me has visto, estoy prácticamente desnuda, apenas cubierta con una fina tela blanca. Sólo tienes que extender la mano y tomarme, me entregaré a ti, y podremos hacer juntas todas estas cosas...

Cuando terminé mi monólogo, me quedé en silencio durante unos instantes, esperando su respuesta.

Estaba segura de que, después de semejante despliegue sensual, caería rendida a mis pies, dejando a un lado sus miedos y entregándose también por completo. Que me agarraría de la mano para arrastrarme hasta la habitación, dispuesta a tener una noche de sexo salvaje, como si...bueno, como si fuéramos dos personas normales.

Sin embargo, Jess permaneció en silencio, mirando hacia el mar y mordiendo sus labios con ese gesto suyo tan característico.

Después, sin mediar palabra, dejó su servilleta sobre el plato y se levantó del asiento.

-Vámonos.

-¿Adónde?

-A la playa...quiero caminar un poco.

¿Caminar? Pensé. ¿Estas segura de que eso es lo que más te apetece hacer ahora?

O quizás era una forma de hablar, y realmente lo que me estaba diciendo es que quería consumar nuestra pasión sobre la arena, con las olas rompiendo sobre nuestros cuerpos desnudos, como en las películas...En todo caso, no podía adivinarlo por su expresión.

-Claro, Jess... lo que tú digas.- dije al fin, suspirando.

Me tomó de la mano, y durante unos minutos paseamos en silencio junto a la orilla desierta, escuchando el suave sonido de las olas. Supuse que estaba reflexionando, así que no quise interrumpirla.

Por fin, se detuvo y se giró hacia mí.

-Profe...¿Sabes una cosa?- susurró.

-Dime...

-Por tu culpa he dejado un puto charco en esa silla.

Hice un gesto de sorpresa al oírla.

-Mmm... vaya, eso es muy...muy...- me interrumpí, dudando sobre cómo continuar.

-Muy poético, sí.- concluyó ella- Así soy yo, toda glamour.

No sabía que responder.

-Bueno,- dije finalmente- pero entonces ¿Qué te parece todo lo que te he dicho?

-¿Que qué me parece? Profe, te lo acabo de decir... Eres una cabrona, y me has puesto súper caliente... -Bien, pensé.

- Joder, no sabía que podías ser tan retorcida, y eso me encanta...- Perfecto, esto marcha.

-¿Sabes? Con todas tus ideas, más las que ya tenía pensadas yo, lo vamos a pasar muy, muy bien...

-¡Genial! Entonces, ¿Qué quieres que hagamos ahora?

-¿Ahora? ¡Tú no sé, pero yo pienso ir a mi habitación a darme caña con mis juguetes hasta que se queden sin pilas!

Me quedé helada.

-¿Cómo? Pero ¿es que no quieres que juguemos juntas?

-Claro que quiero, profe, y lo haremos...- sonrió - pero a mí manera. Cuando yo lo diga.

Sentí como la decepción me invadía. Después, pensé en las palabras que acababa de decir.

-Espera...¿Tienes tus propios juguetes?¿Y te los has traído aquí?- No había pensado en eso.

-¡Toma, pues claro!-Dijo, con naturalidad .-¿Que te pensabas?

-No sé...- de pronto tuve un arrebato de inspiración. - ¿Y no puedo mirarte mientras los usas?- dije, esperanzada.

-¿Qué?¡Claro que no! ! Profe, no seas cochina!- me miró como si fuera la mayor pervertida que hubiera conocido nunca.

-Pero...pero si tú...

-Ya, ya sé lo que vas a decir, yo sí que puedo, y tú no, pero es lo que hay, en fin, así es la vida...- se encogió de hombros, como si se tratara de una ley inmutable de la naturaleza . Y tras una pausa, añadió:

-Beatriz, no insistas...- sonrió suavemente . - No voy a picar.

Mierda. Cerré la boca.

Volvimos hacia el hotel y la acompañé hasta su habitación, todavía esperando que cambiara de opinión.

Abrió la puerta y se volvió hacia mí.

-Gracias por esta velada, profe, de verdad...soy muy afortunada por tenerte.

-Yo...yo también.- respondí, emocionada a mi pesar.

-Descansa y coge fuerzas, porque mañana será un día...intenso.- me guiñó un ojo.-Y ahora, si me disculpas, tengo una cita con mi Satisfyer. ¡Te quiero!

Me dio un rápido beso en los labios y cerró la puerta en mis narices.

Me quedé de pie, en el pasillo, mirando al infinito con la mente en blanco, totalmente desconcertada.

Jessica y BeatrizDonde viven las historias. Descúbrelo ahora