20 minutos para Medianoche

1.3K 71 0
                                    



-Una locura, esto es una locura...- murmuré, dando vueltas nerviosamente por la habitación del hotel. - No puedo hacerlo.

Claro que puedes, es más, lo estás deseando...- susurró la voz en mi cabeza.

-¡Cállate! Lo que tendría que hacer es cambiarme de ropa y largarme- repuse, sin mucha convicción.

Ya es un poco tarde para eso ¿No crees?

Eso era cierto. A estas alturas, las cosas habían llegado demasiado lejos.

-Pero... ¿Y si ocurre algo...? ¿Y si nos descubren? - oí su risa burlona en mi interior.

¿Y si, y si...? ¡Qué hipócrita eres! Reconoce que lo único que te asusta es tu propio deseo.

La voz tenía razón, una vez más.

Maldita voz...

Y maldita Jessica.

Mi amada, deseada, y temida Jessica. 

Había dejado una huella tan profunda en mí, que ahora, cuando estaba a solas, siempre me parecía oírla en mi cabeza.

Especialmente en los momentos de duda o de tensión, allí estaba ella, animándome a dejar atrás mis miedos, mis inseguridades...

Como una diablilla, susurrándome al oído, incitándome a portarme mal.

Como en ese momento...

Consulté la hora en mi móvil. Faltaban veinte minutos para la medianoche.

Sólo veinte minutos...

Sintiendo la ansiedad crecer en mi interior, comencé a dar vueltas de nuevo por la habitación.
Me encontraba en una suite de lujo, en la última planta de uno de los hoteles más caros y exclusivos de Madrid.
Una estancia enorme y sofisticada, en la que hubiera cabido perfectamente mi antiguo apartamento.
Menudo cambio ¿Verdad?
Desde luego...Solo unas semanas atrás, estaba sentada delante de la tele, deprimida, comiendo helado, pensando que Jessica me había olvidado para siempre.

Nunca hubiera imaginado un giro así.

Y en cambio ahora, mírate...

Eso hice.

Plantada delante del espejo, observé mi imagen una vez más...

¿Pero tú te has visto, profe? ¡Estás tremenda!

En realidad, me sentía algo avergonzada.

Llevaba puesto un cortísimo vestido de cuero negro, de tirantes, que se pegaba a mi cuerpo como una segunda piel. El generoso escote del vestido remarcaba mi pecho de una forma casi obscena. Con mi cabello rubio recogido hacia atrás en una coleta, los labios pintados de rojo brillante, largas pestañas postizas, y sombra de ojos oscura, no quedaba ni rastro de la prudente y tímida profesora que era yo en realidad.

Por supuesto, todo esto - mi disfraz, la habitación de hotel...- formaba parte de un nuevo y retorcido juego de Jessica.

Ahora mismo, ella me estaba esperando en la suite de al lado. A medianoche, siguiendo sus instrucciones, yo debía salir al pasillo, llamar a la puerta de su habitación, y luego... Bueno, luego comenzaríamos a jugar.

Ah, pero esta vez todo será diferente, ¿Verdad? - dijo la Jess de mi cabeza. -Porque ahora, por primera vez, estás aquí por tu propia voluntad. Nadie te obliga, nadie te amenaza...Lo que está a punto de ocurrir, lo que estás a punto de hacer... Será tu decisión, será tu responsabilidad.

Precisamente pensar en eso, en lo que haríamos dentro de unos minutos, me hacía sentir una mezcla de temor, ansiedad y deseo.

Las dos a solas, en una habitación de hotel, sin más límites que vuestra imaginación...

¡Por Dios, contrólate! - me dije.

Consulté la hora de nuevo...las doce menos cuarto.

Quince minutos para empezar.

-------

¡Quince minutos!

Me acerqué al enorme ventanal y observé las luces de la ciudad a mis pies, veinte pisos más abajo.

Pensé en la gente, en las parejas, allí abajo, caminando de la mano, yendo al cine, viviendo sus vidas normales, haciendo cosas normales...

¿Podríamos nosotras hacer algo así algún día?

¿La joven millonaria de 18 años, hija de uno de los empresarios más importantes del país, y su institutriz, paseando de la manita por la calle sin llamar la atención? Sigue soñando, profe...

Si, no tenía sentido dejarse llevar por absurdas ideas románticas.

Me aparté de la ventana, tratando de mantener el equilibrio sobre los altísimos zapatos de tacón que también formaban parte de mi atuendo. No estaba acostumbrada a ese tipo de calzado, y me preocupaba que al entrar en la habitación de Jessica tropezase y acabara cayendo a sus pies... Algo que quizás no le disgustase tanto.

Caminando con precaución me dirigí de nuevo hasta el espejo.

Durante unos instantes me dediqué a ensayar posturas, con los brazos en jarras, poniendo morritos, con actitud sexy, en fin, tratando de meterme en mi papel.

No había manera, me sentía ridícula.

Finalmente lo dejé por imposible y me dejé caer sobre la cama, derrotada.

Una vez más, me invadieron las dudas.

¿Qué estaba haciendo yo allí? Era una impostora, una intrusa en un mundo que me era ajeno.

Sentada en el borde de la cama, me quité por unos momentos los zapatos.

Los estudié detenidamente...

Unos sofisticados zapatos negros, brillantes, con un tacón tan exagerado como su precio.

Eran un reflejo de mi nueva vida.

Y los comparé mentalmente con los que solía llevar antes.

Grises, planos, aburridos.... Así era mi vida... Así era yo antes.

Déjate de metáforas de zapatos, profe... Recuerda, tienes una cita pendiente.

Era cierto. Volví a consultar la hora:

Diez minutos para las doce.

¡Por Dios, la espera me estaba volviendo loca!

Necesitaba ocupar mi mente de alguna forma, llenar esos minutos de alguna manera, así que se me puse a pensar en lo que había ocurrido durante los últimos días.

Sentada en la cama, a solas en la lujosa habitación, reflexioné sobre las circunstancias que me habían llevado allí...

Jessica y BeatrizDonde viven las historias. Descúbrelo ahora