Chapter Thirty: Jane Wytte

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Verona, Italia 1979

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Verona, Italia 1979

La última vez que estuve aquí fue cuando Napoleón y los austriacos tomaron dominio en 1797. Siempre que había una guerra nosotros estábamos ahí pues, era como tener un festín de cadaveres por las calles con los cuerpos inertes, desangrándose por los rincones de las calles, mutilados y sin ser buscados, además de que era cuando la buscábamos.
En ese tiempo yo estaba acompañado de Matt y Nick, pero ahora me hacía solo vagando por las calles viejas de Verona.
Llevaba algo de rato quedándome aquí, era tranquilo y bastante discreto a diferencia de Florencia, Roma, Milán o Venecia que siempre estaban concurridos de turistas. Verona tenía su fama por la maldita novela trágica de Romeo y Julieta, y aunque llegaban ojos curiosos a conocer la casa de Julieta, el bullicio era tolerable. Las calles se volvían desoladas pasando la medianoche con almas vagando y siendo atraídas hacia los oscuros callejones o puentes. No era personal, pero se continuaba saqueando las tumbas levantaría sospechas, de hecho, comenzaban a notarlo aunque estaba seguro que nunca nadie daría conmigo pues las autoridades creían que era una de Manson con un culto versión italiano.

Era ofensivo que pensaran que yo podría hacer parte de un culto satanico, ¿pero qué podría esperar de gente tan inepta? Después de todo, ya había pasado un tiempo acá. No quería admitirlo pero, mi verdadero motivo de estar aquí era porque buscaba. Me decía a mi mismo que solo era para continuar moviéndome y no aburrirme de los lugares, pero en el fondo siempre tenía la vaga esperanza de tener suerte y poder encontrarla. La mayor parte del tiempo era suerte si cruzábamos caminos tan cerca como para distinguir su aroma que era único de entre el resto de las personas. Pero solo si se encontraba a metros de alguno de nosotros. Y aunque diga que no era por ese motivo, yo me la pasaba caminando como un turista más las 24/7. A veces era divertido otros días aburridos. A diferencia de otros lugares que eran más húmedos y cómodos, en Italia tenía que usar anteojos oscuros en el día al encontrarse soleado la mayor parte del tiempo pues, si quería pasear como el resto, debía esconder mis ojos que podían delatar mi verdadera naturaleza.

La brisa de la noche comenzaba a caer, dejando saber que el frio comenzaba a llegar. Ahora era común ver a los demás usando chamarras cuando el sol se ocultaba y las estrellas se asomaban. Y fue en esa estación que él me encontró a mi. Al verlo no pude contener mi sonrisa de gusto, el en cambio tenía una expresión opuesta a la mía. De pronto lo comprendí y mi sonrisa se comenzó a esfumar como la espuma del mar. Tragué grueso y con un simple gesto de negación entendí que ellos me habían ganado y que Matt me pedía en silencio que me diera la vuelta y me fuera antes de que él se diera cuenta de mi presencia aquí. Me congele y apreté mi mandíbula junto con mis manos en un puño conteniendo mi frustración. Era el único que sabía lo que sentía en el fondo, incluso si yo lo negaba.
De pronto se dio la media vuelta no sin antes decirme:

—Pons Marmoreus. Después. No antes.

Quería decirle algo, lo que fuera con tal de continuar conversando un poco más con él, pero nada salió de mi boca por primera vez. No sé si fue la sorpresa inesperada de verlo o el que me hiciera saber que la habían encontrado. Tuve muchas emociones encontradas y por primera vez, tuve que hacerle caso y ser paciente, de lo contrario le causaría problemas. Esperé a que pasaran dos horas, fue entonces que me dije que ya había pasado bastante tiempo como para no ir corriendo a aquel lugar. Al ser de madrugada era claro que no habría ninguna personal caminando a estas horas de la noche. El olor a sangre me golpeó de inmediato. Baje las escaleras de prisa y en la sombra de la oscuridad, en donde una persona normal no podría notarlo, yacían dos cuerpos inertes debajo de un gran charco de sangre con sus pechos abiertos y sin sus órganos. Uno era un hombre de no más de 24 años de edad, y pensé derrotado que la joven era ella, sin embargo, el olor que desprendía no era el de ella, me confundí pues su sangre no provenía de ahí. No era a quien buscaba pero aquí se encontraba.

CHANGES [Matt & Chris Sturniolo] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora