33

39 4 0
                                    

Alfonso se levantó del sofá cuando el teléfono empezó a sonar y contestó rápidamente.

Poncho: ¡¿Listo?!

Xxx: ¿Es de la casa de Henrique Portillo? Una voz masculina sonó desde el otro lado de la línea sonando angustiada.

Poncho: Sí, ¿quién habla?

Enfermera xxx: Es del hospital Santa Casa de Saúde, estoy con una chica aquí y me dice que es hija de Henrique y que la secuestraron.

Poncho: ¡¿Que?! Se sentó en el sofá sin voz por el ruido sordo de la noticia.

Enfermera xxx: Está bien, pero no para de llorar y no habla de las cosas... ¿Puedes enviar a alguien aquí?

Poncho: T... ¡Gracias! Me voy a la playa, no te vayas, ya voy. Preguntó presa del pánico y colgó el teléfono, marchándose a toda prisa.


Henry colocó la bolsa de basura negra en el lugar indicado, comprobando el número de la casa. Suspiró, mirando a su alrededor en busca de alguna señal de su hija o de los secuestradores. Al darse por vencido, regresó al coche de policía.

Delegado: Ahora tenemos que esperar noticias de ella.

Henrio: ¿Dónde lo van a dejar?

Delegado: No lo sé, pero ahora es solo un ratito... Vamos a su casa y en cuanto aparezca su hija, empezaremos a buscar a estos secuestradores.

Henrio: Quiero verlos pudrirse en la cárcel. - respondió furioso.

Delegado: Haremos todo lo posible para encontrarlos. - prometió el delegado. - Nunca he visto un caso como este de estos seis días casi para pedir el monto del rescate y devolvérselo a la víctima.

Henrio: Sí, pero mientras no me devuelvan a mi hija, no estaré tranquila. -Suspiró.

El sheriff lo miró fijamente y arrancó el coche, alejándose y dejando el dinero.

Poncho tropezó con la puerta de la recepción, totalmente desconcertado y rezando para que no fuera un error.

Respiró hondo tratando de contener la respiración, ya que las personas a su alrededor no eran más que un borrón mientras se concentraba en tratar de encontrar a una sola persona. Ella.

Al darse la vuelta, comenzó a buscarla, desesperado por no encontrarla. Cuando se dio cuenta de la recepción, fue allí a preguntar por direcciones y fue entonces cuando finalmente la vio en el pasillo de al lado.

En el mismo instante se le nubló la vista, y todo el sufrimiento de los días pareció valer la pena solo por verla.

Any miraba al hospital asustado, con los ojos llorosos. Mordiéndose los labios, miró a su alrededor y lo vio también. Todo su cuerpo pareció detenerse y quiso gritar y correr hacia él, pero la conmoción fue tan grande que no pudo. Me sentía como si estuviera soñando y muerta de miedo de despertarme.

Poncho: ¡Any! —susurró mientras las lágrimas corrían por su rostro mientras corría hacia ella—.

Any corrió hacia él y logró moverse. Poncho la agarró por la cintura con fuerza, la levantó hasta el suelo y hundió la cara en el hueco de su cuello.

Any: ¡Poncho! - susurró sollozando, clavando sus uñas en su camisa.

Poncho la puso en el suelo suspirando y sin soltarla la llenó de besos. En el pelo, en la cara, en los labios, en todas las partes que llegaban sus labios en medio de aquella confusión. Hundiendo la cara en su cuello, la abrazó con fuerza, incapaz de soltarla, incapaz de quitarle las manos de encima, incapaz de apartarse ni un segundo.

gemelasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora