L O S S E C R E T O S DE L A A B A D Í A
Chesire guardaba en el cubículo la hostia sagrada, en su rostro había señas de desvelo y desorientación. Aún en su mente seguía esos sueños carnales producidos por una mujer desconocida. Se prometió así mismo dejar de analizar el asunto, sólo era una reacción normal de cualquier hombre, y aunque él se dedicaba al sacerdocio, también era susceptible a esos deseos. Dispuesto a hacer una hora de penitencia hincado de frente mirando hacia la cruz empezó a orar...
“Pater noster, qui es in caelis
sanctificetur nomen tuum
adveniat regnum tuum
fiat voluntas tua
sicut in caelo et in terra"...Una voz dulce lo interrumpió. Chesire molesto abrió los ojos y se giró. Nuevamente la plebeya apareció.
—Tengo que hablar con usted— camino de frente para invadir el territorio, pero él se adelantó. Tomo la mano de la plebeya con fuerza. Se mantuvieron en silencio por el resto del camino, con pagos firmes hasta llegar a un túnel secreto de la Abadía. Confundida intento liberarse pero Chesire la oprimio con más rudeza. —¿A dónde vamos?— preguntó la plebeya. —¡A un lugar especial!— dijo él burlón. —No cualquiera tiene el privilegio de conocerlo. Ambos entregaron a lo más oscuro del lugar donde el olor a humedad y suciedad invaden. Era bastante oscuro para que los ojos marrones de la plebeya pudiera distinguir con claridad para que caminara con torpeza. Tan grotesco para que su estómago se revolviera.
—¿Por qué no hablas? ¿Acaso te da terror? No debería, vienes con un sacerdote...
—No quiero estar aquí...
—¿Por qué? Es un lugar muy bello.
Chesire no conocía el significado de lo hermoso y delicado, para él lo bello no era aquello que posee brillo sino todo lo contrario. —¡Observa!
Dirijo la antorcha que sostenía con la otra mano y la colocó cerca de la pared.
La plebeya dió un grito.
—¿Esos son cráneos?
—¡Qué pregunta tan estúpida! ¿Estás viendo que lo son y aún así interrogas? ¡Camina sino quieres que te deje aquí!
Palabras dolorosas para un corazón carente de carisma pero tan fácil de crear. Porque Chesire ante los ojos de cualquiera es el hombre más bondadoso de la región.
Ella lo miro tímidamente y a la vez con una ligera sonrisa pero a la vez miedo, le provocaba un escalofrío por todo el cuerpo pues el sacerdote que está de frente, no es un ser de luz, sino uno de oscuridad capaz de cualquier cosa. Chesire y la plebeya habían llegado... En frente de la entrada había un soldado cuestionando puerta quien al ver a Chesire inclino la cabeza, beso su mano y posteriormente se retiró para dejarlos solos.
Empujó a la chica perdió el equilibrio y cayó de bruces
—¡Usted es el pecado encarnado, hijo de Lucifer!— busco la forma de reincorporarse, checar sus nahuas, carece de ropa pero sus rodillas se han manchado de sangre hechas por un raspón. Lloroquea del dolor causado por el impacto. —¿Por qué hace esto? Yo solo vine a pedir disculpas por mi mal comportamiento.
—El perdón no sirve de nada cuando el deseo es más fuerte y ni siquiera la penitencia es lo suficiente resistente para retenerla...
—Sabes, bien que has venido a mi sólo para corromper mi castidad con tu gran encanto— gruñe entre sus palabras. Tragiste con tu maldita belleza al demonio de la lujuria te irás al infierno. —He caído en tentación de tu cuerpo. Y no hay más remedio que pulir esos pecados para que nuestro Dios te perdone. Tomo el rosario que lleva dentro de su bolsillo y lo llevo a su boca para besarlo y después se persigno. Posteriormente la obligó a besarlo.
Posteriormente la obligó a ella a besarlo a pesar de su falta de creencia. El vigilante regreso con una antorcha para encender las pequeñas fogatas que rodean la habitación con una tenue luz dónde sólo podía resaltar unos ojos azúles carentes de emoción. Para que nuevamente el hombre se fuera del lugar. Esta vez la plebeya miro el recinto lleno de instrumentos y aparatos de tortura. Chesire es perteneciente de un grupo de traidores que practican el dolor para la venganza, la muerte y la lujuria o simplemente para castigar tanto a niños como ancianos para descubrir y castigar a todo aquel que vaya contra la justicia y la religión.
—¿Qué me hará en este lugar?
—Es mi santuario para limpiar tu conciencia...
El juego y el maltrato estaban por comenzar.
Analizaba cuidadosamente el cuerpo de la jovencita, que en sus ojos irradiaba insertidumbre.
—Préstame tu arma punzo cortante –le exigió con un grito al sirviente quien rápidamente le entrego su espada .
—Oh querida no creas que acabaré contigo de inmediato, eso sería muy aburrido.
Chesire con la mano derecha jalo los cabellos rubios de su víctima y fue llevada a una mesa donde había una mesa con ataduras de acero en cada extremo. «Duele» sin embargo debía tener fortaleza pues ya estaba acostumbrada al dolor. Cerro los ojos para fingir resistencia.
A Chesire ver ese tipo de actos le enfada demasiado, lleno de frustración golpeó a la plebeya en la mejilla izquierda rojiza. Forcejear con su predador no serviría, intentar huir tampoco no quedaba más que esperar que el sacerdote se cansará y la dejé en libertad, si corría con suerte. Con ayuda del sirviente cargaron a la chica y fue recostada sobre la mesa y agrada de muñecas y tobillos. Satisfecho le sonrió.
—Eres una sucia perra que debe ser obediente.
—¿Se supone que es un hombre de bondad?
—Para obtener el poder debes fingir bondad ante los débiles— con la espada rasgo las ropas abdrajosas y sucias de la rubia y está quedó vulnerable, impotente de si misma e inclusive sucia. Unos ojos azules la miraban con odio y lujuria.
—Tienes la belleza de una rosa— clavo ligeramente la espada contra la piel cremosa que una gota de sangre se resbalaba por sus costillas— Es una lastima que sea manchada por sangre impura ¿No crees?
Mordió sus labios para suprimir un grito que exigía salir. Nuevamente rasgo cerca de sus pechos. Ella se retuerce tratando de liberarse.
—Aunque lo intentes, no podrás— se llevaba el arma a sus labios para dar languetazos a las gotas chorreantes de color carmesí y probar el sabor a hierro embarrado en sus labios.
Cada vez la chica se sorprendió del monstruo que está frente a ella.
—Me fascina esa mirada de terror en tus ojos porque al mismo tiempo exigen obediencia al contemplarme.
Ella no se quejo.
—Trae agua— ordenó con chasquidos en los dedos. Y el hombre obedeció.
«Yo no tengo sed» pensó ingenuamente ella. «Tampoco creo que me dé un baño, sólo quiero que esto termine ya»
Giro su cabeza para ignorar a Chesire. Después de diez minutos el hombre volvió con una cubeta de agua sucia
Chesire tapo las fosas nasales de la plebeya y con ayuda de un embudo sobre su boca ls obligó a ingerir una y otra vez. La chica se retorcía implorando por su vida. —¿ Estás cansada?— Chesire detuvo el acto para contemplar la desesperación de inhalar aire y una tos brusca para escupir el agua. El único pecado que había cometido fue insinuar pecados lujuriosos y por una causa llena de infatuación, pero para Chesire eso era motivo suficiente para dañarla.
—¡ Esto lo obtuviste por ti misma!
—¡Perdón si majestad!— suplicaba entre llantos desesperados.
Pero Chesire la ignoro.
—,Mantén tu sucia boca en silencio! Me exasperas.
Pero la chica no podía controlar su miedo. Quién se desmayo por el impacto de emociones.
Cuando despertó abrió los ojos confusos creyendo que era un mal sueño sin embargo seguía atada, sobre esa mesa sólo que en otra posición su cuerpo recaía esta vez boca abajo.
—¡Por fin has despertado! Ya me estaba hartando de tu debilidad.
—Ni siquiera puedo entender por qué lo hace.
—No me gusta dar explicaciones de mi vida.
—¡Que lo perdone Dios, porque yo nunca!
—No blasfemes, maldita perra. Ante los ojos de Dios todos somos buenos, aunque nuestros actos sean detestables.
La chica intento reírse pero el dolor le impedía hacerlo. —¿Entonces acepto ser sacerdote porque cree que si Dios tiene los ojos bien cerrados? Es la respuesta más estúpida que pude oír...
—¡Qué osada!
—Si Dios existe sabe perfectamente que usted tiene peores pecados que yo... No creo que exista, sólo es una herramienta para juzgar a los desamparados.
—Calla esa maldita boca. No hables mal de tu Dios.
Ahora la chica buscaba manipular a Chesire.
«Él es una miserable mentira» Ni siquiera quiero hablar de esa fantasía.
—Trae el palo de "Acacia" — le exigió al sirviente.
Es una especie de tronco con espinas.
El sirviente se lo entrego con cuidado.
Seguía la flagelación como especie de tortura.
—Mirad a tu Dios y pide perdón, hija de Satanás
Chesire bruscamente levanto el rostro de la chica por lo alto para que sus ojos se abrieran podía contemplar la cruz de frente, algo que para ella no significaba nada...
—¿No piensas decir nada?
Ella se mantuvo orgullosa
—Odio a la gente como tú... Se creen ateos todo el tiempo pero al más mínima desesperación le imploran por sus vidas. Eres la primera que no lo hace. Aún así debes ser obediente...
Chesire levanto la rama de Acacia contra el cuerpo delgado de la plebeya y golpeó su torso. El impacto fue tan crudo como su grito que podía escucharse por todo el lugar.
—Pide perdón al fiel sirviente de Dios...
—¿Para qué? Si el placer que está experimentado es otra especie de pecado— dijo llorando. —Es un ser impuro y no lo acepta.
Chesire volvió a golpear con más fuerza y pequeñas espinas de clavaron en su cuerpo, sangrando brutalmente.
—Pide, perdón te lo exijo— esta vez la sangre chorreaba sobre sus caderas y costillas. —Eres tan orgullosa, pero ese maldito ego te está llevando a la muerte, maldita puta. Un golpe más llegó ahora la sangre caía como lluvia sobre el piso y salpicaba la piel fina de su verdugo, manchando sus finas ropas.
Golpe tras golpe llegaba com más fuerza que el otro y la plebeya ya no podía, pero si suplicaba a Dios por su vida sería doble moral. Sin embargo Chesire aunque se viera cansado sabía que no debía detener su enfado, necesitaba liberar esa opresión que una simple mujer le provocaba. Además luchaba contra su propio instinto lujurioso que crecía con cada golpe, si bien si miembro se sentía en fiebre, pues en su mente aún maquinaba lo que la plebeya le hizo soñar. Chesire aventó la vara que salió embestida contra la pared rompiéndose en dos. —¡Ahora dame el flagelum. El sirviente abrió los ojos de par en par. —¡Pero señor ese es un instrumento que ni siquiera el mismo Jesucristo merecía! ¿Cómo hará que una muchachita ya dañada sobreviva a tales golpes?
—¿Y qué importa? Está perra me saca de mis casillas, obedece ¿Acaso quieres que tu hija ocupe su lugar?
—No su santidad. Sonaba injusto pero si una vida era perdida no debía ser la de su hija de ocho años. El hombre obedeció y tan pesado era ese instrumento que a pesar de su fuerza no era tan fuerte para aguantarlo
Chesire levanto el flagelum por primera vez y las bolas recaían sobre aquella espalda magullada. Tal escena fue realmente terrible y traumatismo para el ayudante que lo obligó a desviar la mirada y hacer de oídos sordos contra los lamentos lastimeros de la chica cincuenta flagelum recibió cuyos resultados fueron costillas rotas y una espalda triturada llena de moretones y sangre, de la boca escupía grandes chorros carmesis...
«¿Acaso este es mi fin?» levanto la mirada débilmente con cabellos húmedos y observó la cruz «¿De verdad que estoy haciendo?» «Implorar por mi alma a pesar que nunca creí en ti» ¡Qué más da si me voy al infierno, ya no resisto! No obstante Chesire no se quedaría con a curiosidad y las ganas, total Jesucristo lo entendería. Bajo sus pantalones, acaricio la piel femenina de la víctima, clavando sus dedos en su interior y frotó. Por supuesto que chorreaba pero no por placer. ¿Por qué me toca de esa manera si ya hizo conmigo lo que deseaba?— susurro débilmente, casi moribunda. —Para ser sincero me gustaron tus insinuaciones... Y con goce lo hizo de nuevo. La chica ahora era violada con crueldad. Una vez ardiente e hinchada si parte femenina fue embestida por primera vez la plebeya perdía su virtud de la peor manera embestida tras embestida y su cavidad vaginal manchada por un semen asqueroso. Sus gemidos inundaban el sitio ella lloraba, porque Dios la había castigado de la peor manera. Tal vez si actuará de manera distinta ella sería libre. «Ya mateme de una vez». Pero Chesire se dirigía a su orificio bucal que abrió con brusquedad
—¡Vamos, hija mía, tú puedes con toda!— dijo Chesire, con un ego elevado que nunca antes había expresado. Colocando todo su miembro dentro de la boca de la plebeya quien desnuda yacia sobre una mesa de tortura una y otra vez los movimientos de cadera de Chesire chocaban contra la garganta de la plebeya quien su rostro se llenaba de lágrimas, mientas su desesperación la asfixia con cada follada...—Es hora de tragar, maldita zorra— Un gran chorro líquido blanquecino era depositado sobre su boca casi difícil de digerir. Chesire contemplaba su obra maestra de un rostro manchado entre lágrimas y semen.
Ella bien podría decir que era libre, pero no. La mente del sacerdote maquinaba una idea por realizarse aún más inquietante. Chesire libero a la chica que no podía levantarse ni sostenerse cayó como plomo contra el suelo. Esperando algún tipo de esperanza.
—Tienes razón, yo soy el pecado escondido en una sotana—La beso ferozmente, aún viéndola a los ojos con una preciosa sonrisa. —Pero tú eres la provocadora espíritu débil que será sencilla de matar...
Desenvaino la espada del vigía y la clavó contra el pecho de la plebeya sintiendo pasar s su último aliento de vida, mientas sus ojos marrones contemplaban por última vez la belleza de su asesino.
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Los pecados de Chesire (Relatos Eróticos)
Teen FictionLas fantasías sexuales son bellas... Pero se convierten en pecado si las provoca un sacerdote.