Escrito #4

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¡ S Í, S U  S A N T I D A D!

La tentación de Chesire se ha presentado antes sus ojos, el fruto prohibido. Una mujer sin rumbo que había sido rescatada y que no tenía familia, amigos o un hogar para dormir así que la designaron en un refugio secreto del Vaticano. Ahí permanecería aparentemente a salvo, sin embargo el demonio la vigilaba, tenía el deseo de probar su piel y hundirse hasta el fondo de su ser, pero para ello él tenía que convertirse en su amo.   Ese rol de propietario, a quién ella debía darle obediencia ciega. Porque Chesire de vez en cuando tenía el fetiche de abandonar su túnica sagrada para sustituirlas por trajes costosos e instrumentos de tortura. Hoy tenía cita con su sumisa en la ciudad de Catalina.  En una habitación de poca monta, ella lo esperaba entusiasmada.

Voy cogerte tan duro que no podrás caminar por una semana— dice Chesire con una amenaza eufórica. ¿Y sabes, por qué? Me perteneces... Mi posesión más dulce e incondicional. La que recibe todo sin reproche.
La mujer cerro los ojos, y sus labios fruncidos intentando contener el llanto mientras los  dedos de Chesire le recorren el interior de sus entrepiernas con saña, abusando de su poder sintiéndose el dueño de cada herida u orgasmo
El suplicio era tan grande en esta ocasión Chesire había sobrepasado los límites, cada pliegue de su interior había quedado casi destruido.

—Oh, lo siento, no quiero que llores, pero no puedo evitar darte un castigo por tu insolencia... Hoy no tendré compasión de ti. 

—¡Ah!— la chica dió un grito  de desesperación. —¡Por favor debe parar, ya no lo resisto!

—¡No! Por que me gusta verte llorar, tus mejillas mojadas y tus gestos de dolor son euforia y dopamina para mí.

Chesire se mofa de su víctima haciendo una pregunta tan evidente—¿Te duele?

Ella siente, cerrando los ojos, intentando disimilar que más que placer, hay dolor y miedo.

—¡Pues ahora te dolerá más!. —Afirmo el sacerdote. Entrando en su hasta el fondo sin previo aviso.
—¡Eres un maldito infeliz!— sus palabras eran poco audibles, sintiendo que su vida se iría en cualquier momento—

Él ignora a su presa y continúa con los movimientos toscos y acelerados en su interior desquitando su lujuria en un cuerpo agotado y entumecido. —¡Oh, sí! ¡Así, me gusta! ¡Rudo, salvaje!—el ritmo se acrecentaba, agitando la respiración del sacerdote en ocasiones gruñendo para obtener más su propio placer que el de la chica. Chesire se encaja en sus entrañas salpicando de semen.

—¡Usted es una bestia!

—No cariño, sabes que no me gusta que me digas de esa manera. ¡Tenemos un protocolo así que respeta y dilo sino quieres que te deje aquí amarrada y desnuda por tres días, sin comida ni agua...

La pelirroja hizo un esfuerzo en recordar la palabra clave ya que su cerebro está a punto de quedarse bloqueado para neutralizar el dolor.

—Su santidad— dijo.

— Oh, Sí. eso me calienta más… Eres una buena chica.  Impulsando clavo los dientes en los labios dejándole una cortada. Chesire degustaba el sabor a hierro, ella cooperaba en la acción jugando con sus lenguas se mezclaban. Casi perdiendo la respiración por ambas partes. Ella perfectamente sabía que debía seguir sus ordenes de lo contrario le iría mucho peor ya que el sacerdote tiene mal genio y desobedecer sus órdenes o retarlo significa la muerte.

Los pecados de Chesire (Relatos Eróticos)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora