U N D E M O N I O L L A M A D O C H E S I R E
Sola, atormentada, con un alto grado de desequilibrio emocional y sobre todo… ultrajada. Horriblemente violada. La joven corría desesperada para escapar de su agresor.
De su maldito depredador.
La pobre mujer ahogó un grito desgarrador, pues temió que su voz despertara al ser que la violó y del cual escapó. Ella una y otra vez fue sometida a su merced.
Fue pisoteada bajo sus pies.
Una y otra vez él había hecho que ella sucumbiera a sus deseos. A sus más asquerosos y abominables deseos. Sin embargo, esta vez —a diferencia de las demás en las que le quitó la razón—, en esta ocasión no la eclipsó, o mejor dicho, en medio del acto despertó; ya que escapó de la droga que la envolvió y en la sangre que derramó al protestar su liberación de los actos candentes de crueldad del sacerdote
De las pupilas azules que un día la hicieron caer en su frenesí.
Ella corrió y corrió en medio de la oscuridad. En un vasto bosque aterrador. Un bosque lúgubre que olía a maldición. Y tropezó, cayendo en un matorral de espinas que la desgarró. Aún más la maltrató. Penetrando en su piel sin contemplación. Sin un ápice de lástima como el maldito ser que la profanó.
El demonio vestido de sacerdote que fue su perdición.
Con sus dedos las lágrimas se limpió y sin remedio las espinas se sacó. Una a una se las quitó, dejando un evidente rastro de lo que acababa de pasar. De lo que la acababa de lastimar.
La sangre brotó por su piel, dejando expuestas las heridas de su ser. Aquellas que se podían ver, pues las más dolorosas y profundas las llevaba dentro de su piel. Dentro del alma que dejó de florecer.
Ella con dolor y desesperación salió de allí a tropezones se impulsaba a si misma a continuar y con sus manos los restos de sangre que quedaron se limpio pero dolor no la aguardaba, mordiendo sus labios para prevenir que un alarido llegará a destruir su frustrado intento de escape. Los restos de sangre que menos la habían lastimado bastante para quedar inmovilizadas. Su cabello estaba enredado y en su cuerpo llevaba las marcas de lo que le había pasado. Su desnudes estaba expuesta; aunque, cubierta. Ella logró encontrar sus prendas hechas añicos; así que, llevaba encima una falda medio desgastada y rota que fue arrancada entre jalones y arañazos y una camisa en el mismo estado . Pero carecía de los botones de fueron desechados; así que, tuvo que llevar medio puesta dejando al descubierto su cuerpo destruido solo un sostén cubría aquellas manzanas destrozadas por marcas de mordeduras y aparatos de tortura amoratadas . Y un vientre adolorido.
Descalza y sucia corrió desesperada, en medio del bosque tenebroso que nunca terminaba. En medio de esa maldita pesadilla que nunca llegaría a su fin.
La joven seguía su faena horrorizada; mientras el aullido de los lobos y el canto de las lechuzas la acompañaban. Sola, en la oscuridad, no encontraba nada más. Así que, era una pérdida de tiempo el que ella suplicara. Era una estupidez que rezara, pues nunca nadie —en ninguna de las anteriores ocasiones— la había rescatado.El ser supremo del cielo la había abandonado…
O quizá, lo había mal juzgado; ya que a lo lejos, muy distante de donde se hallaba, una luz había destellado. Un efímero brillo la había eclipsado.
La luz al final del túnel, al parecer, había encontrado.
La mujer miró al cielo en agradecimiento. Aunque, realmente no sabía si hacerlo, pues lo único que encontró como consuelo fue la luna que parecía devorarla con lo intensa que estaba resplandeciendo. No obstante, elevó una plegaria al cielo, antes de coger impulso para llegar al punto que le daría consuelo.
Al sitio que era un misterio, pero que creyó era lo único bueno que le había sucedido en medio de ese maldito infierno que la destruyó por completo.
La joven corrió y corrió hasta alcanzar su anhelo. Aquello que imaginó como la respuesta del cielo.
Un cielo que la engañó y que la envió a encontrarse con el infierno. El más abominable y asqueroso infierno…
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Los pecados de Chesire (Relatos Eróticos)
Teen FictionLas fantasías sexuales son bellas... Pero se convierten en pecado si las provoca un sacerdote.