Escrito #4

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F R E N T E  A L  E S P E J O

Hoy es día de aseo dentro del Vaticano, es inundado de personal doméstico entrenado y sobretodo  discreto, pues quién descubra algo indebido, será destruido por completo sin dejar paradero. Las jovencitas prefieren mantenerse mudas y ser presas de cualquier inquietante deseo. Pero por supuesto las novatas desconocen de ese hecho y son las más propensas al peligro. Sin embargo hay unas que sobreviven.
La asistente doméstica del cardenal Chesire le tocó hacer limpieza esta tarde, así que se apresuró a su labor, ella posee las llaves exclusivas de la habitación. Lleva tan solo seis meses aplicando el servicio, tan dedicada, como de costumbre ha dejado pulcro cada rincón. Con ímpetu se esforzaba para que el cardenal tuviera un aposento adecuado por toda la semana.
Empezó con el ejercicio de barrer y seguido con el proceso de trapear por dos ocasiones repaso el sitio para sacar brillo al mármol y por último el plumero de aves finas como los pavorreales... Recorrían cada estructura y cada rincón de cada mueble con estándares elevados.
La chica cantaba inocentemente y movía las caderas mientras su uniforme se balanceaba al ritmo de sus caderas. Se esforzaba para realizar su trabajo, desde hace tiempo que tenía admiración por el cardenal Chesire y le fascinaba estar dentro de esas cuatro paredes, era como tocar el cielo. En la parte norte de la pared hay un enorme retrato del cardenal Chesire con un porte y un estilo propio que ni siquiera el mismo Dios podría igualarlo, Ella podía pasar horas contemplando la belleza de ese hombre, hacerce preguntas sin tener respuesta y cuestionarse a si misma por sentirse atraída por lo prohibido. En la parte sur está en enorme espejo. Sin embargo la mujer hace días que lleva el libido alto, no la deja pensar racionalmente y le genera impulsividad el querer satisfacer sus necesidades básicas. Siempre ha tenido fantasías, pero ninguna como la que quiere realizar con el apuesto cardenal Chesire. Era casi imposible parar su mente se dejó llevar para plantarse en medio de la habitación y se miró en el espejo, contemplaba su apariencia y muchas veces se preguntó así misma si era bonita, sin embargo nadie le responde «¿Qué pensaría el cardenal Chesire sobre ella? Si él no fuese un ciervo de Dios. ¿Podría gustarle?». Son preguntas sin responder. Se animó a seguir una idea sucia, total nadie se daría cuenta. El instinto del deseo la obligó a coquetear en el espejo de manera pecaminosa, tocaba sus cuerpo sensualmente mientras se observaba en el espejo, y en varias ocasiones clavaba la mirada para proyectarse a través del espejo y clavarla en los ojos de aquel retrato de oleo, fingiendo en una fantasía erótica donde le hacia un striptis al caballero sagrado. Llevando sus finos y delgados dedos en su intimidad pura, acariciando cada rincón del monte de Venus y masajear sus labios con toques delicados mientas pronunciaba el nombre prohibido, imaginaba que no era su dedo medio quien se introducía en ella, su vagina era una locomotora ardiente al borde de la explotación de fluidos chorreantes recorriendo sus ingles. Nunca antes se había sentido tan extasiada y tan mojada. Jamás se imagino que fantasear con el cardenal la dejaría tan satisfecha. Continuaba con la autoexploración de su cuerpo mientras suprimía el agobiante orgasmo que por si misma se provocó. No quería ser descubierta por alguien, sería el fin para su reputación. Aún así dejo de atormentarse y decidió disfrutar del momento. No se había percatado que había dejado medio abierta la puerta de la habitación y había una pequeña rendija que dejaba mirar hacia afuera. Había una sombra y unos ojos turquesa que observaban atentamente. Agasajando cada movimiento de la desconocida, lo hacía prenderse ya que el voyerismo era un típico fetiche del cardenal. Se relame los labios y como un gran depredador quiso unirse a su causa y coger a la sirvienta. De forma sigilosa entro a su habitación y se paró detrás de la chica. —¡Hola!— le susurro al oído. —¿Qué es lo que estás haciendo?

La chica abrió los ojos de par en par sorprendida dió un grito, avergonzada.
—¡Su santidad discúlpeme! — se giró a su dirección e inclinó el cuerpo, nerviosa.
Chesire dió una carcajada burlona.

Los pecados de Chesire (Relatos Eróticos)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora