Escrito #2

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B E S O

Es un fin de semana dominical y la otra santa ha llegado desde muy temprano y ella ha entrado a la abadía del señor con pasos firmes que destaca entre el montón. El padre Chesire la vio entrar tan insaciable y enfermizo es el deseo por una aristócrata devota de Dios cada para los ojos de los demás es así, sin embargo la realidad es otra sus intenciones son discretas . No hay personal que sea testigo de ese encuentro más que imágenes religiosas

Hay unos enormes brazos que rodean a la mujer que agarran por sorpresa.

—¿Tienes miedo?—pregunto entre susurros un apuesto hombre vestido de sacerdote.

—¡No!—afirmó la aristócrata instalando su aroma y su manos temblando de nerviosismo y miedo.

Con sonidos burlescos refutó el sacerdote.
—¿Estás totalmente segura?—las manos gélidas se deslizaron por sus caderas finas.

Un ardiente cosquilleo inquieta a la aristócrata que invade todo su cuerpo, nublado sus pensamientos estremecida por el intento de autocontrol.

—¡Suéltame, padre!

—¡No!

Chesire se engancho más aferrándose a ella como un depredador clavando más su mordida.

—Estamos en la casa del creador...

La aristócrata clavo la vista en la cruz de madera y su mirada imploraba la necesidad de una disculpa, pero Chesire lo estaba complicando.

—Sé que lo deseas inclusive más que yo...

Aunque le costará admitirlo era cierto. La aristócrata quiere mezclar su anatomía con Chesire, pero se niega aceptarlo pues está comprometida y pronto contraerá nupcias con un archiduque local. Aparentar era más sencillo que vencerse a un deseo equivoco y bastante carnal para sentirse sucia.

El sacerdote comprendía correctamente la debilidad de la chica decidió insinuar sus malos pensamientos para desafiar a Dios y manchar su sótana. —¿Quieres coger? Una pregunta tan directa y bastante osada para un sacerdote pero con la búsqueda de una respuesta que podría ser la equivocada. Claramente Chesire sabe lo que quiere.

—¡Por favor puede alejarse de mi, estamos en un sitio pulcro, usted es un sacerdote además alguien podría vernos! ¡No lo deseo, usted no me gusta! Es un hombre sagrado y prohibido.

Chesire se modo de aquella respuesta tan insegura que bien podría ser mentira y una etapa de negación absoluta. —Pero tú a mí sí, y mucho!

Ella no podía relajarse ni un poco porque la cercanía era bastante evidente y la verga de Chesire rozaba sus glúteos dejando entre ver su líbido indecoroso de una necesidad básica y prohibida para un ciervo de Dios. Petrificada por las acciones de Chesire Borgia la aristócrata no pudo huir, ni esconderse o darse media vuelta para golpearlo por sus insinuaciones. Esta vez el pelinegro iría con una actitud de seriedad levantando su falda para recorrer la piel aterciopelada y tersa de la joven con unos chamorros finos dónde las yemas de su domador regocijaba con apretones de su inocente presa e inclusive pura. Desesperada por intentar escapar de su verdugo, la aristócrata separaron sus tercas manos para dejar claro que ella amaba a su prometido sin embargo las caricias son crueles y peligrosas en ciertas zonas de la anatomía humana en especial si son creadas por un propósito unilateral pero beneficioso. Un placer que posiblemente no encontraría con facilidad.

«Sé que me voy arrepentir mañana» pensó la aristócrata nostálgica porque había hecho un juramento de amor eterno al peli blanco sin embargo ya no había vuelta de hoja. Las bragas de aquella muchachita caen al suelo. Dejando entre ver qué perderá la virginidad con el sacerdote Chesire Borgia un hombre frío y desquiciado y enemigo de muchos. Incluyendo la familia Bloomberg quién habían aceptado a Irene como su hija y dejará de ser una plebeya y se convirtiera en una mujer digna de la aristocracia de la época. Cerro los ojos profundamente y dejo llevarse por la tentación.

—¡Qué no duela, por favor... Padre, Chesire...

—¡Por supuesto que sí nena, seré cuidadoso con tu pureza!

Ella se giró para clavar su mirada al sacerdote y llevando sus manos sobre el cuello del sacerdote que abrazo. Los labios de ambos se fundieron en uno para dar inicio al pacto de la desvergonzada lujuria que ambos poseen.

Los pecados de Chesire (Relatos Eróticos)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora