Escrito #6

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C O N F E C I Ó N  S U C I A

Una mujer no debe acosar a un sacerdote... Y un sacerdote jamás debe traicionar a su Dios.
Pero Chesire es la excepción.

Y ahí estaba ella, nuevamente jugando con fuego, cayendo en tentación.

—Padre, Chesire... Pero no puedo más, usted me gusta— confesó la mujer. Fue lo último que escucho el sacerdote, para luego ser sorprendido por unos labios seductores y ardientes siendo prisionero de sus deseos impuros. Devorando sus labios. La mujer colocó las piernas sobre su regaso y tomo su cabeza para mirarse mutuamente.

—¿Acaso no le gusto?

Chesire sonrió.

—Yo estoy dispuesta a pagar mi condena, por ambos si es necesario, pero no puedo luchar con esto que estoy sintiendo desde que lo ví por primera vez, Chesire...

Podían mirarse y sentirse dentro de esa cabina de confesiones y el brillo de esa tentación a pesar de la oscuridad que los rodeaba. Ambos sufrían la agonía de buscarse íntimamente.

Chesire tomó a la chica de aquellas finas curvas y por fin él decidió seguir el juego del pecado tomando sus labios eufóricamente hambrientos, ella enseñando su experiencia a un hombre que fingía inexperiencia con torpeza. Había tomado a varias mujeres y ella no sería la excepción. Lleno de pasión, ausentes de amor pero llenos de lujuria prohibida e interesante.

El cuerpo de Chesire no tardó en reaccionar, y la ropa comenzaba a sentirse incómoda.

—Desde hace tiempo deseaba hacer esto, desafiar al peligro, y a Dios

Las manos de la mujer recorrían a la altura  del pecho fornido del sacerdote.  —Si que eres traviesa— Chesire de un solo jalón coopero con la chica llevo su mano sobre el cierre del vestido y saltaron unos senos finos de tamaño medio coronados por unos pezones apuntando hacia su rostro

Chesire llevo sus manos hacia sus senos y no dudo en tomarlos con apretones, sintiendo el calor y la finura de la piel aterciopelada y pálida y llendo sus labios sobre uno de ellos para saborearlos con rudeza entre lamidas y mordiscos. La mujer curvo su espalda, echando su cabeza hacia atrás con los ojos cerrados y los labios mordidos para ocultar un gemido. Sin embargo no pudo detenerlo y Chesire la siguió con gemidos más audibles disparan con entusiasmo. Corrían el riesgo de ser escuchados por un civil o un obispo e inclusive un monaguillo.

El deseo era tan intenso que sus bocas se unieron para silenciar aquel ruido que salían impulsados por sus bocas llenos de codicia lujuriosa con el ritmo juguetón y ella realizó su jugada para mesearse frotando su intimidad sobre Chesire olvidando el sitio donde se encontraban. El sacerdote bajo las manos para colarse dentro del vestido y tomó sus nalgas cubiertas por una prenda muy fina y delgada.

De repente una fina voz hablo por fuera de la cabina. Se trataba de una mujer que buscaba confesarse para reconciliarse con Dios.

—Padre Chesire— le hablo otra mujer fuera de la cabina.

Al escucharla tanto Chesire como a la mujer casi les daba un infarto por la sorpresa. El sacerdote le indico que guardara silencio cubriendo su boca con la mano.

—¡Ave María purísima!— dijo con una voz ronca.

—Sin pecado concebida

—¡Dime cuales son tus pecados, hija mía!— Chesire debía esforzarse para que todo pareciera normal pero la mujer abrió la boca y lamió la palma del sacerdote para safarse y poder continuar con su próxima jugada maestra llevo sus labios sobre el cuello del hombre para besarlo bruscamente y las caderas de la chica continuaban moviéndose sensualmente y desabotono su sotana. Ella era demasiado rápida para poder detenerla.

Los pecados de Chesire (Relatos Eróticos)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora