Escrito #7

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A C T O S  P R O H I B I D O S

Por la adrenalina y sudando por culpa de la dulce tortura que le hizo pasar el sacerdote Borgia se abalanzó sobre él  colgándose de su cuello y lo besó.

—De haber sabido que cogías tan rico te habría fallado desde la primera vez que te vi— aseguro Chesire, se acercó a ella para acostarse en las almohadas mullidas y recuperar el aliento.

Hablaba con tanta labia que cualquier mujer le creía y por supuesto su gran belleza le jugaba a su favor

— De haber sabido que te conocería años después jamás me hubiera metido de sacerdote, sin embargo seguía los planes de mi padre— se quejó frustrado y la sonrisa que había en su rostro se fue difuminando al poco tiempo.

—¿Qué sucede Chesire?— preguntó su acompañante, notando su cambio de humor.

—He cometido tantos pecados en estos 2 años que siento que mi lugar en el infierno está reservado— al mencionarlo dejo de acariciar la fina espalda de la chica con la punta de sus yemas y se llevó las manos al rostro. —¡Dios mío! ¿Qué he hecho?

—¿Es en serio Chesire? — preguntó molesta e inflamada la pelirroja por el evidente arrepentimiento del sacerdote

—¿Qué no ves la gravedad del asunto? — replicó Chesire. —Soy un sacerdote y tú no más que una puta buscando afecto.

—Por supuesto que veo la gravedad de nuestros actos ya que le  soy infiel a Cale y mentirle que tu hijo es su sangre y tú a Dios y tus votos sagrados, pero yo a diferencia de tí no me arrepiento de nada. Y me duele saber que tú solamente me miras como el peor de tus errores— decepcionada de levantó de la cama jalando la sábana para envolverse en ella y cubrir su cuerpo lleno de mordidas y rasguños y recoger su ropa del suelo para vestirse y buscar consuelo en los brazos de su marido.

—Perdoname— escucho una voz ronca cerca de su oído, cuando unos brazos la tomaron con fuerza por detrás.

Chesire era experto en engañar y hacer sentir bien a las mujeres vulnerables con chantajes.

—Me hubiera gustado que las cosas se dieran de diferente manera entre los dos y hacer correctamente nuestro camino junto a nuestro hijo y ser la familia que siempre he soñado.

—Lo sé pero el destino no lo quiso de esa forma  yo seguiré siendo quien soy y tú permanecerás al lado de aquel idiota— la pelirroja se giró para estar de frente a él y acariciar su pecho desnudo. —Aun podemos hacerlo, pero te niegas a intentarlo.

—¿Estás loca o estúpida? — observando fijamente los ojos tristes de su acompañante perdiendo el brillo escarlata que irradian.
—¡Entiende que no se puede! ¡Maldición no sé por qué te busco si sólo jodes mi existencia.

Ella no reclama nada pues a pesar de todo sigue hinoptizada por el sacerdote que la sedujo.

—¡Renuncia a todo y vámonos! Por favor...

Chesire frunció el ceño por la insistencia pensando en sus palabras.

—Solamente piénsalo, podríamos irnos muy lejos y empezar de cero dónde nadie nos conozca y nadie nos juzgue para ser felices y libres.

Pero un largo silencio e indiferencia inundó la habitación de la pareja. Decidió romper el hielo con nostalgia.  —O podemos fingir que esto jamás sucedió y seguir nuestro camino por separado, alejarnos y de ser ahora en adelante simples desconocidos con un pasado turbio. Seguir con nuestras vidas... Tú en la abadía y yo no sé... Lejos de aquí con Cale y tu hijo.

Dichas palabras despertaron algo en Chesire, quizás eran celos o posesión, deseo o quizás era anhelo que le provocó tirar del brazo con un firme agarre a su cintura y la beso con brusquedad.  —¡Te lo prohíbo, te lo prohíbo! — repitió la frase en varias ocasiones. —¿Me estás escuchando?— la amenaza provocó que volviera a besarla desenfrenadamente, era asfixiante. Explorando con detenimiento su interior  queriendo demostrarle que posiblemente ambos sean un error, un jodido pecado que por desgracia para el sacerdote sabía muy bien, tan malditamente excelente que su condena al infierno, tenía aún más valor que el oro. —Me perteneces— dijo Chesire algo aliviado. —Ahora eres totalmente mía. Ella desvío el beso y con calma cayeron sobre la cama que aún conservaba su calor, se pocisiono sobre él, provocando con sus suaves movimientos y roce de ambos sexos reaccionarán. El pito de Chesire se convirtió en fierro duro al poco tiempo y con una de sus manos lo masajeo para colocarlo cerca de su entrada vaginal. —¿Y tú Chesire, el gran sacerdote de toda Catalina, eres mio?— contemplando aquellos ojos azules, la profundidad de ellos eran dignos de admirar aunque eso repercute en el recuerdo de su hijo. Brillaban más que el sol.
—No por nada te hice un hijo...

Ella sonrió tímidamente y se dejó caer sobre el instrumento sexual y gimió al contacto. —Te elegí a tí— aseguro extasiada. —Mi esposo será el compromiso ante la sociedad, pero siempre te elegiré a tí sobre todo el mundo entero.
Chesire la tomó para acercarla y le beso la frente. —No digas cosas de las cuales te puedan llevar a la ahorca. Se le formó una tierna sonrisa al imaginarlo.

—Honestamente no me importaría morir por tí.
Ella seguía insistente en los movimientos de cadera, subiendo y bajando sobre la hombría de Chesire, complacida.

—Ya supiste lo rico que es follar con un sacerdote.

La mujer le sonrió casi inocente, provocándole a Chesire una confianza indudable que estar entre las piernas de ese ángel era lo mejor que sabía hacer, lo más cerca de tocar la gloria.

Su hermosa figura brincaba sobre su verga, con movimientos circulares, mientras ella misma acariciaba el pecho de Chesire, pero unas manos grandes se pocisionaron sobre las pequeñas y jugaron juntas dando un espectáculo erótico. Él exploraba su propio cuerpo con ayuda de su acompañante el acto es tan divino y lujurioso, ambos tenían experiencia en el rol. Sus cabellos bailaban al compás de sus movimientos y sus senos rebotaban con gracia. Los gemidos de auténtico placer mutuo volvieron a inundar la habitación al sentirse totalmente extasiados y llenos por la prominente feminidad y virilidad de una mujer y un sacerdote y sus cuerpos poseídos por la lujuria. Los pechos de la mujer eran atendidos por la boca eufórica de un  Chesire hambriento. Sus enormes y largas manos acariciando las piernas finas recorriendo cada parte de su cuerpo desde el cuello hasta descender en las nalgas  y el fino filo del  ritmo de su clítoris contra la pelvis masculina los llevaba al límite. Hizo a Chesire levantar su rostro  y  decorar sus labios y él confesó. —¡Voy a correrme!

Para él no pasó por desapercibido los movimientos que anteriormente eran seguros y precisos, ahora eran más lentos y erráticos el sacerdote con el claro objetivo de llevarla al orgasmo, se adueñó de ambas nalgas y tomo el mando. La mujer soltó el beso para gritar extasiada y complacida por el mérito de su pareja sexual. Chesire se encargo de chupar, lamer y besar a su presa hasta quedar totalmente cansado y satisfecho.

Los pecados de Chesire (Relatos Eróticos)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora