Escrito #7

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D E V O C I Ó N   Y  E N T R E G A

Recordó cuando Chesire le ordenó.

—Eres libre de toda atadura, mujer...

Después de ser rescatada de una posible violación.

El sacerdote tenía que aparentar ser un ser de luz, con una apariencia angelical y un corazón frío como el hielo. Un demonio disfrazado que cualquier mujer cae en sus encantos y más una mujer necesitada y huérfana.

—No tengo a dónde ir— con un rostro cautivado por la belleza de su héroe. —No tengo hogar, ni familia.

Chesire le dedicó una media sonrisa. —Ven conmigo— le propuso extendiendo su mano.

Ella le siguió...

Desde entonces la auto nombrada plebeya le ha servido a su amo fervientemente.

Chesire había regresado de dar la ceremonia dominical cristiana y ahí estaba ella esperando su llegada. Entusiasmada. Cuando lo vió entrar se acercó apresurada para retirar la capa que lo cubría. La colgó un perchero y le siguió con devoción y la cabeza inclinada. Para ella Chesire era su Dios, su protector, su amo...

Llegaron al comedor donde le sirvió el platillo favorito, ternera y verduras,

La mujer se dió media vuelta para regresar a su trabajo.
El sacerdote estaba a punto de clavarle el cuchillo a la carne de reojo miro a su sirvienta.
—¡Hoy quiero comer contigo!— le ordenó. —¡No debes irte!

Se detuvo a meditarlo por unos segundos pues nunca en sus tres meses el sacerdote le había hecho esa propuesta. Su corazón agitaba rápidamente. Le llenaba de emoción escuchar aquellas palabras. Miró a su al rededor, dudando en hacerlo. No se sentía digna de sentarse a su diestra.

—¡Yo soy la autoridad aquí y si digo que estés aquí tú obedeces y los demás respetan mis órdenes quieran o no!

La mujer tomó asiento comenzó a ingerir en silencio la poca ternera que el sacerdote le sirvió bajo la atenta mirada mordaz.

La chica se sumergió en sus pensamientos interrogativos para poder justificar aquel acto. Intrigada del acto tan benevolente porque llevaba días con bastante hambre y aunque el sacerdote no le ofreció más estaba satisfecha.

Se levantó del comedor para lavar su plato.

—No he ordenado que te marches— le apartó el utensilio, apretó su muñeca

Con una sensación de dolor acato nuevamente la autoridad de su propietario.

—Disculpe, su santidad— inclinó la cabeza con respeto. La presencia del sacerdote la descolocaba y la convertía en torpe.

—Debes comer otro poco, no quiero que no hagas bien tu trabajo por desnutrición.
Nerviosa consumía el alimento al término medio. Por las comiditas de su boca resbaló un poco de sangre.
Chesire se deleitaba mirando aquella escena con sus dedos limpio el rostro de la mujer
Por su mente masculina le llegaban varias imágenes de la mujer sobre su regazo, desnuda . —Aunque seas plebeya debes actuar con recato y etiqueta.

Deboro con dificultad el bocado para disculparse. 

El sacerdote de vez en cuando la barria con la mirada y por las noches la deseaba y no se quedaría con las ganas, sólo necesitaba que el ratón cayera en la trampa.

Con el pensamiento lleno de lascivia y el ceño fruncido se puso de pie.

—¡Ayúdame a tener un baño lo antes posible, necesito relajar el cuerpo!

Los pecados de Chesire (Relatos Eróticos)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora