Escrito #3

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U N  C U A R T O   P R O H I B I D O

La tarde había llegado de forma rápida y Chesire continuaba inmerso en sus pensamientos aún podía sentir el sabor de ese pintalabios rojo de sabor cereza de los labios de aquella chica sin sentir culpa o vergüenza en plena casa del creador,  por tal crimen del pecado de la lujuria. Sintiendo la libertad de ser tentado por Lucifer. O simplemente era una prueba más de la vida consagrada creada por Dios para probar su fidelidad y devolución. ¿Acaso había fallado en su misión como sacerdote?

—Padre,  Chesire— escucho una voz melodiosa a lo lejos. Él no se giró para mirar de quién se tratase, pero ya lo sabía. Decidió dar paso firme y rápido para evitar su presencia. Ignorando a su lujuria carnal ha llegado al cuartel de aposentos del templo e intento cerrar la puerta, sin embargo había fallado.

La chica de ojos verdes lo había alcanzado.
—Padre Chesire— dijo entre jadeos, causados por la fatiga del recorrido. —Lo he extrañado, se que ha pasado una semana desde nuestro último encuentro en el confesionario pero no he dejado de pensar en usted.

La chica con ímpetu se abalanzó contra el cuerpo formido del sacerdote y lo abrazo con fuerza provocando que pudiera inhalar el dulce perfume que emanaba de su piel, sintiendo cómo le perfora el sentido del olfato, era una jodida droga que nublaba todos sus sentidos. Chesire devolvió el abrazo con fuerza mientras unas piernas finas se aferraban a las caderas la cargo y sus labios se mezclaban buscando el deseo que florece con fuerza. Llevándola a un escritorio donde solo hay una biblia vieja encima. Chesire con tal blasfemia la aventó hacia el suelo y en su lugar sustituyó a la chica de forma tranquila acaricio sus piernas desnudas. Sin embargo mantenía cierta distancia pero la desesperación hizo que ella lo empujó hacia su dirección y apretó sus nalgas. Ella abrió las piernas... Y un vigoroso pene despertaba de una forma gloriosa al contacto con una fina tela que cubría su cálida vagina la temperatura subía a través de sus ropas.

—Necesito de tí, pero sé que el día que obtenga tu ser, no te dejare ir jamás— Chesire le dió voz a sus pensamientos y necesidades básicas del incontrolable deseo de coito.

—No quiero que me abandones Chesire... ¡Nunca, pero nunca!— aferrada imprimió su marca en el cuello con un beso ardiente. Deslizando sus manos por el pecho del hombre disfrutando de esa sensación inoportuna

—Mi vida no tendía chiste y estaría en un profundo abismo lleno de soledad y vacío— admitió Chesire con franqueza.

—Debes marcharte o alguien nos puede descubrir.

—La vida sin emociones de peligro no es vida solamente deseo un rato más estar a solas contigo— bajando los tirantes y las copas del vestido para dar nitidez de sus hermosos pechos libres de ataduras convencionales de un brasier mostrando su hermosura.

—¡Entiende nos van a descubrir!— dijo poco convencido porque una oportunidad como esa no debía desaprovechar.

—No lo harán, confía tan solo un poquito en mi Chesire...

Tomó las manos y las llevo hacia sus pechos y palpando unos finos pezones y Chesire nuevamente sintió el impulso de besarla y un seprucal silencio llegó. La chica se bajó del escritorio y Chesire pensó que la chica había reflexionado para huir del cuerpo del delito sin embargo estaba equivocado. Ella jalo al sacerdote y lo coloco sobre una silla de madera apolillada. Chesire abrió las piernas mientras la mujer seguía de pie de frente sus pechos habían posado a la altura de su rostro quien depósito suaves besos, aún así tuvo el atrevimiento para sacar la lengua y mamo con ayuda de los dientes  mordió los pequeños e hinchados pezones dejando un rastro delgado de saliva.

—No puedo más, padre lo necesito para sentirme plena— dijo en un sensual y atrevido susurro. Ella se sentó con las piernas abiertas sobre el regaso del sacerdote y empezó a mesearse en círculos frotando su caliente y fina  intimidad sobre el pantalón de gabardina negra. Chesire no soltó las nalgas de esa chica con rostro angelical y cuerpo de demonio y se aferró a ellas enterrando las uñas.

—Te siento rígido y grande, padre.— comento tratando de ocultar sus gemidos que implorabán salir

Chesire con un gran ego sonrió.

—Sé que te va a doler cuando te tenga dentro y eso me prende, importandome un carajo que soy un sacerdote.

La mujer con mayor esfuerzo disfrutando de su danza transportando su liquido viscoso sobre el pantalón dejando una marca.

—¿Me deseas?

—Ni siquiera puedo negarlo, te deseo más de lo que te imaginas, dejando desprotegida mi fidelidad cristiana, es un deseo infernal, sentir la calidez de tu cuerpo, bailando nuestra terrible agonía lujuriosa en una cama bañados entre sudor y fluidos. ¡Pero ya basta! Harás que me corra y ya es suficiente placer por hoy.

La chica orgullosa de si misma no estaba dispuesta a ceder tal súplica.

—¡Eso es lo que busco padre! Hacerte correr sin piedad y que te conviertas en un devota hacia mi y no hacía él— señaló la biblia que aún permanecía en el suelo. —Sin haber probado el fruto prohibido de mi cuerpo.

El brillo de su mirada escarlata era tan tenaz e incluso envolvente en una hinopsis total para cualquier hombre.

—Tenerte debajo de mi se siente tan rico e incluso con la ropa como.escudo. ¡Eres el mejor de los vicios y no me importa irme al infierno por tu culpa Chesire. Muero que me penetres de una puta vez, y odio tu resistencia para no ceder de una vez. Muero por escuchar tu respiración agitada como la tienes ahora, ver tus gestos de placer y escucharte gruñir cuando te vengas dentro de mi ser es algo que deseo desesperante.

Las palabras de la mujer llevaban a Chesire al límite y el orgasmo de Chesire llegó más rápido de lo esperado derramando semen sobre sus pantalones y sus jadeos enfurecidos no pudieron ser silenciados.

—Eres una maldita puta descarada— apretó sus mejillas y clavo un beso sin dejar de gemir.
—¿Hasta cuándo vas a entender que soy un sacerdote? Debo admitir que estuvo maravilloso pero por tu maldita culpa tendré que cambiarme de ropa para ser una jovencita eres bastante atrevida. Esa fue tu intención desde un principio para tener la osadía de seguirme hasta mi dormitorio.

Por primera vez Chesire sonrió ampliamente pero sus ojos mostraban resentimiento.

—Yo hago el amor muy rico. Y haré tu vida menos aburrida...

Y cellaron su despedida con un último beso.

«¿Cómo puede verse tan apetecible, hermosa, ardiente y liberal en un día y el siguiente fingiendo dulzura, pulcritud e inocencia cuando bien se que es una y miserable puta? ¿Cómo no siente una pizca de vergüenza después de verse tan intrépida para que un sacerdote como yo quedé roto y exitado?» pensó Chesire confundido y a la vez satisfecho mientras se cambiaba de ropa.

Los pecados de Chesire (Relatos Eróticos)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora