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Tengo puesto un vestido que mi madre me regaló, ella me dijo que lo habían robado de una buena tienda años antes de tenerme, y que estaba esperando a que yo tuviera la talla para poder usarlo.

Me miro en el espejo, paso mis manos por el vestido, pensando en que ella no va a ver la primera vez que lo estreno, y es una pena.

Cuando oigo los toques en Arthur, camino a ella y, cuando abro, mi acompañante trata saliva después de darme una mirada de arriba a bajo.

—Jodidamente hermosa. —habla por primera vez en la noche.

Mi sonrisa se extiende por mis labios, me acerco un poco a él, mi mano descansando en su pecho en el mismo momento en que mis labios tocan su mejilla, muy cerca de su boca.

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No me esperaba para nada que el Blinder que me acompañaba me trajera a un restaurante fino, Arthur me miraba a cada segundo, intentando averiguar si me gustaba la idea de estar aquí.

La primera y última vez que vine a uno de estos restaurantes fue por trabajo, mi padre tenía que hacer un trabajo y me trajo a mí para que traducierá lo que me decía el español.

Cuando Arthur y yo ya estamos en la mesa, uno en frente del otro, y el camarero nos deja solos al pedir la cena, no muy segura de si lo que quería decir estaba bien decirlo ahora, empiezo a hablar.

—Quiero dejarte saber algo, antes de todo, para no perder el tiempo, sabes. —digo, Arthur se mantiene en silencio, esperando a que vuelva a hablar— Si estás haciendo todo esto para llevarme contigo a la cama, dimelo. Porque, si es así, debes saber que eso no va a pasar, aún que me cortejes toda la noche.

—No me tomaría tantas malditas molestias con una mujer para sólo llevarla a la cama, Rubí. —contesta, como si fuera algo obvio.

—Bueno... No lo digo porque te vea de ese tipo, pero sabes que en este mundo los hombres sois unos jodidos perros cuando se trata de una mujer.

—Rubí, tengo una hermana, he sido criado básicamente por mi madre, y después por mi tía. No soy tan rastrero como para jugar con alguien así, si te quisiera en mi cama todo esto sería diferente, créeme.

Asiento con mi cabeza, aceptando todo lo que dice sin rechistar.

—En realidad, creía que no te iba a volver a ver después de la boda. —le cuento, él me sonríe.

—¿Querías volver a verme? —cuestiona, haciéndome a mi sonreír.

—Puede ser. —me encojo de hombros, sin importancia.

—Fuera ido a buscarte tarde o temprano, de todas maneras, tú no podías salir de mi maldita cabeza.

Después de cenar, básicamente, gratis con un ''invita la casa' por parte del jefe, le digo a Arthur si nos vamos a bailar un rato, creo que a él no le parece muy buena idea, pues se queda unos segundos pensándolo, pero finalmente acepta.

—Nunca he estado en una discoteca. —confieso, al entrar a un tipo de bar musical, Arthur a mi lado se carcajea.

—No te llevaría a una discoteca, cariño.

Arthur le pide al camarero dos copas mientras yo observo todo el bar, la gente aquí es tranquila, todo lo contrario de donde venimos.

—Sabes que si tu y yo estamos juntos, no te va a hacer falta dinero, ¿cierto? —habla él, segundos después, dándome mi bebida.

Lo miro sonriendo:— ¿No te gusta que trabaje contigo, Arthur? —pregunto con diversión.

—No es eso, —se empieza a explicar —directamente no me gusta que trabajes con mi familia, es todo mierda y no te quiero rodeada de eso.

—He estado rodeada de mierda toda mi vida y lo sabes, además, a mi me gusta trabajar.

El pensamiento de estar todo el día metida en casa me perturba, debe ser bastante aburrido y monótono, desde pequeña he estado trabajando con mi familia, por lo que, es algo a lo que estoy acostumbrada y me gusta realmente.

Cuando Arthur y yo salimos del bar, estamos los dos bastantes borrachos como para volver ya a casa y descansar.

Él me lleva a la puerta del coche y me ayuda a subir, después se sube de piloto y se queda tal cual, sin arrancar y riéndose de no sé qué he dicho antes.

—Te llevaré a casa para que puedas descansar. —murmura.

Casa. Esa mención me hacer acordar a mi padre, a mi madre. Yo no tengo una puta casa, la dejé de tener cuando los malditos de mis padres me quisieron dar al peor gilipollas que había.

—Rubí, ¿estas llorando? —pregunta Arthur.

Sorbo mi nariz, pasando mi dorso por mis mejillas para quitar las lágrimas traicioneras que se escapan de mis ojos.

—No, no. —miento con descaro, siento su mirada fija en mi pero yo no hago mas que mirarme las manos.

Mi padres, aún sabiendo quien era ese hombre, me iban a dar a él. Me iban a casar con él obligada, por su culpa, yo iba a ser el resto de mi vida infeliz. Ellos no me quieren. Mis propios padres me iban a llevar al infierno.

—Oye, Rubí... —habla de nuevo Arthur, su voz suena nerviosa.

Y es ahí cuando rompo a llorar, sollozando y queriendo limpiar todas las lágrimas que caen a mis mejillas.

Malditos. Malditos. Malditos.

Ellos lo saben todo y aún así...

Mis pensamientos se callan cuando siento los brazos de Arthur rodear mi cuerpo, acercándome al suyo, su mano empieza a hacer caricias en mi cabello.

—¿Te quedas conmigo esta noche? —suelto, sin siquiera pensar.

—Esta bien.

Say you won't let go  ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora