04

1.1K 96 12
                                    

A la mañana siguiente me sorprendió gratamente ver a Arthur domiendo a mi lado, yo creía que él se iría antes de que yo pudiera despertar.

Anoche había cuidado de mi con paciencia, sus gestos me decían cosas que su boca no. Cuando ambos estuvimos juntos en la cama, me acerco a su pecho y me dijo: "Ya te lo dije, creo que deberías descansar un rato". Como si con eso ya me lo dijera todo. Supe que te amaba entonces, pero no lo sabrías todavía.

Si eso me lo fuera dicho cualquier otro hombre me hubiera puesto furiosa por no saber decirme nada más en ese estado, pero sé que Arthur Shelby tenía problemas para expresarse. No hay que ser muy lista para notar aquello.

Me doy cuenta de que sii lo observabas un poco podías compararlo directamente con un perrito abandonado. Él merecía más que la mierda de vida que lleva.

—Anoche supe una cosa, Rubí. —habla él, casi que asustandome. Sus ojos están cerrados, su voz sale ronca, gutural.

—¿El qué? —cuestiono, observándolo.

Él abre los ojos, se gira hacia el lado para poder verme y yo le doy una sonrisa.

—Lo sabrás con el tiempo. —es su única respuesta.

—No puedes decirme que sabes algo y después no contarmelo. —lo regaño, mis cejas frunciendose, los labios de Arthur formando una bonita sonrisa.

—Lo verás, ya te darás cuenta. —suspiro con rendición.

—Yo supe también algo pero tampoco te voy a decir. —me burlo— ¡Mierda, Arthur! —grito, cuando me acuerdo de que llego tarde.

—Joder, que maldito susto. —habla él mientras me ve levantarme de la cama con rapidez.

+

Cuando llego me llevo una morada desaprobatoria de Thomas, conuna regañina bastante imponente, después de eso el tiempo pasa rápido para mí.

Es como, sin en un abrir y cerrar de ojos, ya fueran las una de la tarde, igual no paro para descansar ni comer. Hasta que John, al verme liada entre tantos papeles de las apuestas, decide entregarme unos sandwiches.

Horas después, cuando estoy a punto de acabar, Thomas me llama desde su despacho.

—Traeme todo aquí. —ordena, asiento con mi cabeza, apresurandome.

Hice lo que me pidió y me voy a volver ir, hasta que su voz me detiene.

—¿Llevas algo con mi hermano? —cuestiona, su mirada fija en los papeles en sus manos.

—Creo... —respondo sin estar segura— No lo sé.

—¿Te va a resultar un problema tenerlo en el trabajo?

—Para nada... —me quedo en silencio unos segundos, pensando en lo que me acaba de preguntar, hasta que algo me hace clic en la cabeza;— ¿Como sabe que...

Thomas ni siquiera me deja acabar.

—Las miradas hablan más de lo que crees, Rubí.

Evito sonreír ante lo que dice, emocionarme o algo peor: ilusionarme.

—Me caes bien, Rubí, —dice, lo escucho con atención, aun que él ni me mira— por eso espero que puedas aguantar el temperamento de Arthur.

—También lo espero, Thomas.

—Puedes irte ya a casa si gustas.

+

Al llegar a mi casa, veo a Arthur en mi puerta, esperando por mi mientras fuma. No puedo evitar sentir un cosquilleo nervioso al acercarme a él.

—Creía que mi puto hermano te iba a retener ahí toda la maldita noche. —habla él, dándome una pequeña sonrisa.

—Podrías haberme venido a buscar allí, ¿lo sabías? —él se encoge de hombros.

—Prefiero que seamos un jodido secreto, hasta que le pongamos un puto nombre a lo que tenemos. —explica, haciéndome reír.

—Tu hermano ya lo sabe, y algo me dice que John también. —le cuento, él me mira sin entender.

—Hablé de tu estando borracho con John, aún que no recuerdo si estaba también Tommy. —ruedo los ojos, abriendo la puerta de casa.

—Thomas lo notó ayer en la mañana, cuando saliste a preguntarme por el trabajo. —hablo, entrando en casa, Arthur pasa detrás mío.

Me quito la chaqueta dejándola en una silla, observando como el hombre frente a mí mira todo con curiosidad.

—Puto Tommy. —susurra, más para él que para mi, vuelve su mirada a mi cuando termina de observar todo— Venía a verte, para ver como estabas y eso.

Sé que me pregunta por lo de ayer, porque rompí a llorar como una niña pequeña mientras él me abrazaba, y aún que no me gustó nada lo que hice, tampoco es que pudiera controlarme mucho, al fin y al cabo, estaba borracha a tope.

—Estoy bien, ayer sólo... fue que no podía más, no me había desahogado desde que me fuí de casa y, pues... ese fue el resultado. —termino sonriendo, hablando como si realmente no me importará— ¿Quieres algo? —cuestiono, él niega con la cabeza.

—¿Quieres ir a cenar? —pregunta.

—¿Estás cenas son... —él me interrumpe, pero mi mente no deja de pensar si son citas o no, para mi agrado, él mismo contesta.

—Son citas, Rubí. —aclara, haciéndome sonreír.

—Tengo que ducharme. —le hago saber, Arthur asiente con la cabeza— Ponte cómodo, cómo si fuera tu casa, yo no tardo.

Arthur, en la cena, me dejo saber que se había enterado que esa mañana no comí nada, excepto unos sandwiches de parte de John, me dió la regañina más linda que me habían dado nunca.

Say you won't let go  ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora