09

835 83 9
                                    

Llego a la casa de apuestas, buscando con la mirada a Polly, cuando mis ojos se encuentran con los suyos le hago una seña para que venga conmigo al despacho.

—¿Has encontrado algo? —asiento con la cabeza, ella se sienta en la silla que hay en frente.

—De hecho... —suspiro, esperando a que cuando suelte esto Polly no me corte la cabeza— seguramente venga hacía aquí cuando cumpla los dieciocho.

Cuando Polly me preguntó, hace tres días, lo del centro de adopción y después me contó lo de su hijo, me puse en contacto con la chica que conocía de uno de los centros de fuera de la ciudad, aquella chica dió con un chiquillo que daba la talla, uno el cual se apellidaba Gray. Con esta información y sabiendo en qué barrio estaba viviendo actualmente, fui a contárselo a Tommy, el cual al día siguiente me dijo de ir a aquel barrio, por que él ya se había informado de donde vivía exactamente. Fuimos juntos, me dejo hablar con la mujer y, sin que ella quisiera, el chico salió de la casa confundido con nuestra presencia, fue ahí cuando Thomas habló y le contó toda la verdad que él no sabía.

+

Tenía la tarde libre y no tenia nada que hacer, no sé donde están Ada, ni Polly, así que me dirijo a mi casa, para darme un buen baño y después echarme a dormir.

Cuando estoy pasando por el pub, para mi suerte, me encuentro con John y Arthur saliendo de esté, borrachos hasta más no poder.

—¡Rubí! —hablan al unísono, acercándose a mi.

—John, jodete. —le dice Arthur, señalándolo— Me voy con mi mujer, tú vete a la mierda. —arrastra las palabras, John muestra una sonrisa divertida, volviendo a beber de su botella antes de darse media vuelta hacia el pub.

Mis palabras se quedan en mi boca cuando Arthur se para en frente de mí y me extiende la botella de whisky, la agarro sólo para tirarla al suelo.

—¿Estás enfadada? —pregunta, su cabeza inclinándose.

—Vámonos a casa, anda. —agarro su mano, llevándolo casi a rastras conmigo.

Llegamos a mi casa, me las apaño como puedo para llevarlo a la habitación, quitarle la jodida ropa y meterlo en la cama.

—Que bien me cuidas, —divaga— aunque no es que me lo merezca mucho. —una risa se escucha salir de sus labios, yo mientras me pongo el batin que tengo como pijama— ¿Sabes que me iluminaste cuando te conocí? —sigue hablando, yo me empiezo a lavar la cara, escuchando todo lo que dice— Bueno, en realidad ya te conocía, de cuando eras pequeña. Eras un puto dolor de culo, siempre estabas detrás mío jodiendome, aún que me gustaba en secreto.

Cuando acabo de ponerme cómoda, voy hacía la cama y me meto con Arthur en ella, él se gira para mirarme.

_Te mereces muchas cosas buenas aunque no te lo creas, Arthur, cariño. —le digo, él me da una sonrisa.

—Te quiero, Rubí. —confiesa por primera vez, mis labios forman una sonrisa inconsciente, aunque es algo triste que la primera vez que me lo diga sea borracho— Agradeceré a las estrellas de la suerte por esa noche. Cuando me miraste por encima del hombro, por un minuto me olvidé de que soy mayor.

—Yo también te quiero, Arthur. —respondo en un murmuro.

—No estoy tan borracho como piensas, que lo sepas. —deja caer, hablando de la misma manera que yo.

—¿No? Hace unos momentos no te mantenías muy bien de pie, Arthur. —digo divertida.

—Bueno, no he dicho que no lo esté. —él contesta— Sólo que estoy jodidamente seguro de lo que estoy diciendo.

No contesto, me acerco un poco más a él, y me quedo a su lado, su brazo abrazándome y atrayéndome a su cuerpo, su respiración es tranquila, y su olor es un mezcla de cigarros con whisky, pero no me disgusta viniendo de él.

Tal que así nos quedamos dormiendo los dos juntos.

Say you won't let go  ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora