N U E S T R O S E C R E T I T O
Nunca estuvo en sus planes sentir esto, pero había pasado.. y estaba tan hambriento de poseerla más no arrepentido, en su 𝗿𝗲𝘁𝗼𝗿𝗰𝗶𝗱𝗮 cabeza él la evitará que alguien la lastime, porque sólo Chesire puede hacerlo porque 𝗮𝗺𝗮 más de lo que alguien más podría llegar a hacerlo. Y no era para menos ya que aquella chiquilla de caballos rubios era lo único bueno en su vida, lo único que quería tener como su posesión más adorada ¿Cómo podría no amala? Si es jodidamente 𝗶𝗿𝗿𝗲𝘀𝗶𝘀𝘁𝗶𝗯𝗹𝗲 para su lujuria pecaminosa tanto que ni siquiera le importaba que fuera su propia... Hermana, Rudbeckia Borgia.Y ella lo haría suyo, para proteger lo poco que poseía como la libertad que le fue arrebatada por el gran cardenal Chesire Borgia... Y así darle fin a esas pesadillas que la consumían cada noche.
La noche en que en aquel tiempo lo conocio, era tan sólo un chiquillo de tan sólo 12 años en ese instante supo que estaba condenada. Sus ojos eran como dos pozos oscuros que la absorbían, y su sonrisa era una promesa de dolor y placer.
Chesire siempre la llamaba "su pequeña sombra" y le comentaba que era la única que podía entenderlo. Le mostraba sus secretos más oscuros y la hacía sentir como si fuera parte de su mundo.
Pero había algo en él que le asustaba. Algo que la hacía sentir que estaba caminando sobre una delgada línea entre la realidad y la locura.
A medida que pasaban los años, se encontré cada vez más atrapada en su red de oscuridad. Le decía que la amaba, pero su amor era un veneno que me corroía por dentro.
Y sin embargo, no podía dejar de quererlo. No podía dejar de sentirse atraída por su oscuridad, por su dolor y por su pasión. ¿ Acaso estaba loca? Era su hermano y aún así le atraía todo como un imán.
Pero un día, como cualquier otro Chesire leía un libro de anatomía con suma delicadeza. Enfrente de él estaba Rudbeckia. Quién de reojo miraba ocasionalmente. En instantes sus miradas se juntaron.
—¿Has tenido sexo alguna vez?— Chesire pregunto curioso.
Rudbeckia se sonrojo demasiado, quería evitar la pregunta.
—¿Porque no respondes? ¿Acaso tienes miedo a qué yo me enfade?
—¿Qué clase de preguntas son esas, Chesire?
—Ya, en serio dime. ¿Has tenido sexo?— enfatizó la pregunta.
Ella desvío la mirada hacia la ventana intentando evitar una respuesta.
Pero el que calla, otorga... Chesire adivino la respuesta. —Yo puedo enseñarte. La picardía subía de tono.
—Eres mi hermano.
—¿Acaso eso importa? No compartimos sangre, sólo el apellido "Borgia"...
—Aun así no es correcto...
Sin embargo el joven sacerdote sabía manipular a temprana edad. Y por supuesto que para Rudbeckia no le era indiferente. Se atraían desde muy pequeños. Daban la apariencia de un amor fraternal y puro sin embargo era todo lo contrario. Sucio, enfermizo, psicótico y celoso.
Actuó de forma seductora y camino rumbo la salida de la gran biblioteca, pero Chesire le siguió sus pasos. Sostuvo su muñeca y la jaló a su lado para arrinconarla cerca de un estante lleno de libros. Sus rostros estaban de frente y desprendían fuego en sus gestos eran una boba de tiempo a punto de explotar para destruirse mutuamente.
—Tienes cinco minutos para huir o quedarte, antes que decida follarte contra este maldito librero, sujetar esas frágiles muñecas con mis manos y hacerte de todo con este crucifijo que llevo al rededor de mi cuello.
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Los pecados de Chesire (Relatos Eróticos)
Ficção AdolescenteLas fantasías sexuales son bellas... Pero se convierten en pecado si las provoca un sacerdote.