P A R A I S O S E N S U A L
—¿Así que el Vaticano ordenó espiarme? Es algo estúpido de su parte. ¿Acaso alguien sospechaba de mis intenciones?cuestiona Chesire con voz ronca y un cuerpo caliente por la ira.
La mujer que lo había seguido en secreto temblaba con miedo, como si su cuerpo se envolviera dentro de un gran refrigerador.
-¿Y tú cómo buena plebeya seguras mis instrucciones? De lo contrario puedes morir, sin importar las consecuencias decidiste seguirme y hoy tendrás tu merecido- dijo burlesco. La mano de Chesire que sostenía el cuello de la mujer, se deslizaron hacia su mentón y los dedos envolvían con fuerza su barbilla y la obligó a mirarlo. Sus ojos penetrantes se clavaron en el rostro de la chica. -¿Sabes? Esa mirada tan dulce e inocente que estás mostrando me recuerdan a alguien que conozco. Pero es incluso más bella e inteligente que tú, inmunda zorra plebeya y busco cualquier indicio de diferencia pero no eran muchas.
La mente del cardenal le jugó sucio, hace mucho que no veía a su hermanita, en dos meses daría luz a su hijo ilegítimo. El impulso y la necesidad de tener a Rudbeckia en sus brazos, lo obligó a besar a esa desconocida. Desesperado por encontrar el mismo sabor dulce de sus labios. Desgraciadamente no fue así, nadie besaba como ella ni el calor de sus labios o el mismo aliento. Todo era imperfecto y asqueroso. A Chesire lo enfureció. Nuevamente el cardenal ejerció fuerza y levanto el mentón de la chica, con reselo la contempló nuevamente. Buscando cualquier señal e indicio de desesperación pero ante sus ojos había mentira, engaño y lujuria. E incluso una tensión que emanaba de sus poros.
—Tranquila no te haré daño... ¿Dime una cosa mujer indina— susurro con una voz llena de amargura. —¿Te ordenaron también que te acostaras conmigo o sólo es un deseo o capricho tuyo?
La mujer se le autorizaron las mejillas por la vergüenza. Era evidente que sentía atracción sexual por Chesire, la delataba el silencio y el desvío de la mirada, una mandíbula tensa y el temblor en todo el cuerpo.
Chesire se burló de ella. —Te he observado mujer, sé cómo me miras y me desvistes con la mirada, como te relames los labios cada vez que nos encontramos y tú caminar sensual. Apostaría que tú vagina está tan húmeda en estos momentos que me dan ganas de descubrir ese interior— deslizó si mano entre sus caderas. —¿Quieres hacerlo realidad o tienes miedo? Porque claramente eres una puta... Lo sé porque la otra vez te escuché hablando con otra mujer y le contabas que tuviste sexo con varios hombres pero que querías hacerlo conmigo porque ellos no fueron suficientes para tí. Es más le contaste de un sueño erótico sobre mi...
La mujer forcejeaba para apartarse del cardenal pero se aferró a ella y la estrecho contra su pecho.
—La decisión es solo tuya...
El calor que emana su cuerpo es una tentación prohibida. Chesire podía sentir sus latidos acelerados y su respiración agitada. Búscame la giro de posición. Susurrándole palabras obscenas al oído mientras sus manos se posaban en sus pechos, que eran magullados por Chesire provocando que sus pezones se efectuarán por el tacto tan sensible. Ella cerró los ojos conteniendo la respiración. Y aún así no podría evitar sentir una punzada de dolor en el pecho. Había caído en la trampa del cardenal Borgia. Había permitido que sus sentimientos y el deseo la domaran, convirtiéndola en ciega y sumisa. Y ahora pagaría las consecuencias...
—Hazme tuya— dijo con timidez.
—Vaya que eres una puta— murmuró, llevando sus manos a su lindo coño por arriba de la tela del vestido. Ella echó su cabeza hacia atrás, disfrutando el pequeño roce, los músculos de su cuello se tenzaron. Mientras Chesire la observaba.
—Efectivamente eres una puta. ¿Dime quieres ser mi puta por unas cuantas horas?
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Los pecados de Chesire (Relatos Eróticos)
Teen FictionLas fantasías sexuales son bellas... Pero se convierten en pecado si las provoca un sacerdote.