Extra

1K 66 18
                                    

—Buenos días— Susurra Lisa recostada a un lado de Jennie, viéndola de frente.

La pelinegra suelta un ligero gruñido y se acomoda de manera en que su ya notable panza no le moleste. Se suponía que el bebé naciera hace dos días pero al parecer se rehusa a conocer el mundo exterior, lo que pone de muy mal humor a Jennie.
Su casa está llena de un estrés que le cuesta demasiado trabajo a Lisa calmar.
Ya han intentado varias actividades que la doctora ha recomendado para que Jennie comience a dilatarse. De hecho Lisa ya conoce el camino al hospital hasta con los ojos cerrados.

—¿Qué quieres hacer hoy?

—Parir— Contesta Jennie con su voz más grave.

—Que forma tan rara de querer pasar el día, déjame ver si puedo agendarlo— Lisa finge sacar una libreta. —Me parece que no está en los planes.

Jennie abre los ojos rápidamente y es suficiente esa acción para que Lisa se retracte de su broma.

—Iré a preparar el desayuno— Dice con nervios.

—¡No!— Jennie alcanza a jalarla del brazo antes de que se levante. —Aun hay algo que no hacemos.

—¿Qué?

—La doctora dijo que tenía que relajarme si quería que este bebé saliera.— Sus ojos se empiezan a iluminar con un brillo que Lisa conoce demasiado bien. —Tu eres la única que puede hacer ese trabajo.

—Ya entiendo.

Lisa se acerca lentamente a Jennie, luego acaricia su mejilla con la mano y finalmente le da un beso acaramelado.
Empieza a subir la temperatura conforme la intensidad aumenta, junto a eso los dedos de Lisa buscan el borde del vestido de pijama de Jennie.
Repentinamente ambas sienten algo húmedo entre las piernas de Jennie.

—¿Tan rápido?— Lisa se sonroja.

—Se me rompió la fuente.— Jennie abre grande los ojos, con una mezcla de miedo y alegría.

—Tengo manos mágicas— Dice viendo con admiración sus dedos.

—¡Lisa!

La castaña reacciona, se levanta de la cama y ayuda a Jennie a hacer lo mismo, después corre por la sala para recoger la mochila que tenían preparada para este caso. En una velocidad increíble enciende el auto y con prisa le abre la puerta a Jennie para que suba.
Se convierte en un piloto de carreras, rebasa y esquiva carros siendo consciente de que la vida de su futuro bebé depende de eso. Toca el claxon al menos unas diez veces, también se salta varios semáforos en rojo, además de que insulta a cualquiera que se le cruce.
Al llegar al hospital, unos enfermeros atienden a Jennie con una silla de ruedas y la llevan a una habitación. Lisa se hizo cargo de que tuvieran la mejor atención, por supuesto en uno de los mejores hospitales, uso sus mejores contactos y cobró muchos favores.

Una enfermera se encarga de revisar que la dilatación sea suficiente para que pueda iniciar con el trabajo de parto, mientras Lisa se acomoda cerca de Jennie.

—Le faltan cinco centímetros, no podemos comenzar— Anuncia la enfermera.

—¿Y no hay anestesia?— Pregunta Lisa sosteniendo la mano de Jennie.

—Es recomendable no usarla, los efectos secundarios son difíciles de predecir y podría afectar al bebé, no se preocupe las contracciones pasarán en un rato.

—No es para ella, creo que me ha roto la mano— Lisa se queja y mira su pobre extremidad completamente roja.

Jennie voltea a verla con enojo cuando el dolor de las contracciones ha disminuido, lo único que puede hacer por ahora es desquitar su coraje con la mano de Lisa, compartir un poco de lo que está sufriendo con ella.
Lisa coloca una silla a un lado de la cama para ponerse cómoda, quiere estar con Jennie en todo momento. De la mochila que tenía preparada, saca una cámara y comienza a grabar la cara de su esposa.

Más allá de una venganza Donde viven las historias. Descúbrelo ahora