Prólogo

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Jennie Kim ha sido una mujer consentida desde su nacimiento, su madre ha hecho todo lo que está en sus manos por cuidarla igual o mejor que a una princesa.
No existe nada en este mundo que se le pueda negar a esa hermosa chica y si alguien se atreve a negarse a sus deseos olvídate de que alguna vez esa persona pisó esta tierra.

Tiene los autos más caros que puedas imaginar, la ropa de marca tan fina que un solo hilo cuesta millones y por supuesto es reconocida como una de las cinco jóvenes con más seguidores que la plataforma de Instagram ha podido tener (aunque eso último no le agrada a su madre).
Aún con todas esas cosas, Jennie siempre consigue tener un nuevo capricho al día.

Las últimas semanas la pelinegra ha estado con un mal comportamiento según las palabras de su madre. Jennie sale más seguido a fiestas con sus amigas, llega tarde a casa o simplemente no aparece por ninguna parte hasta la mañana siguiente. Su mejor amiga Jisoo consiguió cubrirla en algunas cosas poniendo pretextos de trabajos en su casa, pero la madre de Jennie no acepta esas mentiras. La pelinegra lleva castigada una semana y contando.

Ahora mismo se dirige a la oficina de su madre a paso apresurado y con los puños cerrados moviéndose con furia. Todos los trabajadores de la casa saben bien que cuando Jennie camina de esa forma es porque se aproxima una tarde de gritos.

—¡Mamá!— Grita Jennie al abrir las puertas de la oficina, casi las saca volando.

—En un momento te llamo...— Su madre cuelga el teléfono y la mira dando la señal de que la escucha.

—¡No es justo que me hagas esto!

—¿Y qué es eso tan grave que he hecho?— Se cruza de brazos sobre el escritorio.

—Cancelar una de mis tarjetas de crédito.

La pelinegra también se cruza de brazos y patea una de las sillas frente a ella, luego se queda mirando a su mamá haciendo un puchero como niña pequeña.
Su madre suspira mostrando lo acostumbrada que está a este tipo de escenas.

—Jennie, tu tarjeta no está cancelada, simplemente puse un límite a tu crédito, no voy a permitir que gastes mi dinero en fiestas.

—¡Es lo mismo! ¿Sabes lo humillante que es ir a la agencia de autos y no poder comprar más de tres?— La pelinegra se deja caer sobre la misma silla que pateó segundos atrás. —Casi me haces sentir como una ciudadana promedio.

Su madre se masajea la cabeza y se quita los anteojos para aliviar el estrés que su hija le provoca. Nunca sabe con que nuevo berrinche va a llegar Jennie, pero sabe cómo manejarla antes de llegar a los gritos.

—Tengo una junta importante muy pronto, ve a tu habitación y lo hablamos mañana— Le señala la salida en donde ya hay un mayordomo esperándola.

—¡Mamá! No puedes callarme como cuando tenía cinco años— Se aferra aún más a la silla.

—Vete antes de que realmente te la cancele.

Su madre se levanta del escritorio golpeándolo con ambas palmas y empuja a Jennie hasta sacarla de su oficina.
La pelinegra se va más enojada que como llegó, sus pasos son largos y retumban por toda la casa. Continúa caminando por el pasillo para llegar a su habitación, pero antes de hacer otra rabieta choca contra el cuerpo de alguien más y papeles salen volando por todas partes, eso fue lo último que Jennie necesitaba para explotar. ¿Quien pudo ser tan estúpido para no verla? Va a ser despedido inmediatamente.

—¿Quién diablos eres?— Pregunta Jennie al ver a la mujer frente a ella.

Está segura de que nunca la había visto, pues reconoce a cada uno de los trabajadores de la casa, sólo en dado caso de que tenga que acusarlos con su madre.

Más allá de una venganza Donde viven las historias. Descúbrelo ahora