Capítulo XXI

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No sabía qué hacía en el parque esperando a Giovanna después de todo, ¿por qué debía creer en ella? Ya me había engañado de una manera cruel. ¿Era posible que fuera capaz de decir al menos algo que fuera verdad? Pensaba sentada en el parque, releyendo la carta que aquella tarde había dejado en mi casa. Fue Mariana quien me convenció de leerla y de asistir a la reunión. Me dijo: "Melanie, no pierdes nada, afronta esta situación y no huyas más, por favor". Era por eso que estaba aquí, no huiría más. Entonces vi cómo, de a poco, una silueta se me iba acercando. Era Giovanna. "Hola, Melanie", le dijo. La miré con furia y le dije, "¿cómo pudiste fingir ser mi amiga, Giovanna? ¿Por qué me mentiste cuando te pregunté por Jhon? ¿Por qué dijiste que no te interesaba?". Entonces me miró con los ojos llorosos y dijo, "porque recién te conocía. ¿Cómo contarle a una desconocida mi más grande secreto? Además, tú tampoco confiaste en mí desde un inicio. No me dijiste que tú y Jhon ya se conocían, ni que habían sido amigos de la infancia". Al oír esto, me quedé callada. Era verdad. Y añadió: "sé que no justifica mi accionar ni el daño que causé por mi envidia, pero de verdad lo siento. Y Jhon no me besó, fui yo quien lo besó y me aproveché de la situación. Aquí las únicas víctimas de mi egoísmo son ustedes dos, y si tu orgullo no te deja verlo así, entonces terminarás por perderlo". Entonces, no sé de dónde apareció Jhon y Giovanna terminó diciendo: "bueno, ya dije lo que tenía que decirte, Melanie. Me voy". "Espera", le grité mientras me daba la vuelta para no ver a Jhon, pero volví a recordar que estaba en ese lugar para no huir. Me giré y vi el triste rostro de Jhon, bañado por la luz de la luna. "Disculpa", me dijo, "creo que no debí venir aquí. Giovanna me dijo que quería hablarme para solucionar las cosas, y en mi desesperación le creí, ¡pero veo que resultó ser una especie de trampa! No te molesto más. Sé que no deseas verme ni oírme. Me voy".

Espera, le grité cuando comenzaba a alejarse. "No te vayas, yo quería decirte que lo siento". Al oír esto, se giró sorprendido, corrió hacia mí, me tomó la mano y dijo: "Perdóname tú a mí. Toda esta situación te lastimó y nunca me lo perdonaré".

Le miré a los ojos y le dije: "No digas eso, no fue tu culpa. Y a ti también, todo esto te hizo mucho daño".

Entonces, no resistí más y le abracé. Me devolvió el abrazo con mucha fuerza, que sentí quedarme sin aire, mientras sentía el latir acelerado de su corazón.

Entonces, nuestros labios se encontraron una y otra vez, mientras la luna nos iluminaba a los dos.



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