Capitulo VII

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Hasta donde Jhon podía recordar, siempre había rotado de colegio y no era por ser un mal estudiante o un chico problema. Eran sus padres quienes tomaban esa decisión, en algunas ocasiones por motivos económicos y en otras simplemente porque sí. Así que cuando le anunciaron que nuevamente cambiaría de centro educativo, le dio lo mismo, pues sabía que de nada serviría quejarse o hacer algún reclamo. Por eso, cuando llegó el primer día de clases, no tuvo para él la más mínima emoción o significado. A estas alturas, le daba igual tener o no tener amigos, ya que sabía que lo más probable era que no los volvería a ver. Por otro lado, estaba lo de su apariencia. Muchas veces hubiera preferido pasar desapercibido, pero sabía bien que a dónde fuera, su cabello rubio rizado llamaba la atención. Además de que las chicas, por alguna misteriosa razón, lo consideraban guapo, pasando a ser, sin desearlo, el motivo de murmullos y miradas.

Así que se podría decir que inició aquel nuevo año escolar de manera resignada. Al entrar al colegio, lo miró sin asombro alguno. Había visto tantos que ya nada parecía llamar su atención. Cuando de repente la vio, su corazón dio un brinco. Era ella, Melanie. ¿Cómo olvidarla? Su amistad había sido para él lo más inolvidable en su vida pero también había significado la más dolorosa despedida. Caminó presuroso a su encuentro, pero entonces notó que ella, a toda prisa, se iba hacia una dirección contraria a la suya. Entonces se dijo: ¿Me habrá reconocido? ¿Estará molesta conmigo? Y reflexionó que quizá fuera esto último. Habían sido muy buenos amigos cuando tenían ocho años. A él le encantaba jugar con ella porque, a diferencia de las otras niñas, no le temía a los insectos. Se inventaba historias escalofriantemente divertidas que casi siempre tenían un final sin relación con el resto del relato, además de que podía hablar horas y horas sin parar. Pero sobre todo, amaba su sinceridad.

Sus pensamientos volaron hacia aquel tiempo, así que casi no sintió lo que sucedía a su alrededor cuando sonó el timbre del recreo, salió del salón como un acto mecánico, sin esperar nada. Fue entonces cuando nuevamente la vio junto a otras dos chicas, pero él conocía a una de ellas, fue su compañera el año pasado. ¿Cómo era que se llamaba? ¿Giovanna? Si ese era su nombre, sin pensarlo dos veces, gritó aquel nombre. Así sería más fácil para él acercarse a Melanie, ya que seguro Giovanna los presentaría. Y en caso ella no lo recordara, él podría hacerle el comentario de que ellos también habían estudiado juntos. Y quién sabe, quizá con mucha suerte su vieja amistad resurgirá y quizás algo más, porque si de algo estaba seguro era que ella le gustaba, y eso había sido así desde siempre. Pero las cosas no salieron como las planeó, pues nuevamente Melanie se le había escabullido, dejándolo rodeado de un montón de chicas de risita tonta. El resto del día se la pasó buscando formas de poder acercarse a ella, quizá a la salida, pero al llegar la salida tampoco pudo, pues dos compañeros insistieron en acompañarlo ya que vivían casi cerca de donde él vivía. Entonces recordó que Melanie siempre dijo que vivía a unos paraderos antes de su casa, y si era así, ambos tenían que hacer la misma ruta y tomar el mismo autobús. Y tal como lo pensó, sucedió. Tendría quizá otra oportunidad para acercarse a ella, pues no la tuvo. Llegó a casa frustrado sin saber qué hacer, y los días pasaron sin que pudiera acercarsele. Siempre se quedaba en que mañana sería el día indicado, pero ese mañana parecía no llegar. Además, no estaba seguro si ella lo recordaba o lo odiaba por haberse ido sin darle alguna explicación o decirle un adiós. Si recibiera una señal que le indicara que iba por buen camino, todo sería diferente. Hasta que una mañana, al pasar como siempre por el parque cercano al colegio, vio algo escrito en la pared colindante. Decía: "John del 2do C, me gustas". Claramente era él, no había otro Jhon en su sección. Además, reconocía esa letra, pues aún tenía las cartas que ella le escribía para que no la extrañara los fines de semana. Tenía ganas de correr a buscarla y abrazarla, pero sabía que

eso la aturdiría. Debía hacer las cosas con calma, así que ideó un plan para responderle. Cogió, sin que nadie lo notara, una tiza. La guardó con cuidado en el compartimento pequeño de su mochila de cuadros verdes y esperó hasta la hora de salida. Fueron momentos eternos hasta que, por fin, sonó el timbre de salida. Salió volando sin escuchar cómo Marilin, una de sus compañeras, le llamaba. Como siempre, caminó detrás de Melanie y sus amigas. Entonces, al llegar a la pared, sacó la tiza sin poder ocultar su sonrisa. Escribió lo primero que se le vino a la mente en ese momento: "Tú también me gustas, chica del cabello rizado". Se quedó un rato mirando la pared cuando notó que casi le cuesta caro esa distracción, pues ella ya casi subía al autobús. Corrió a toda prisa para alcanzarlas, subió como pudo y ya se estaba acomodando en el asiento de atrás de siempre cuando, para su sorpresa, vio a Melanie bajar del bus. ¿Vería lo que había escrito? Entonces, ¿qué haría ella, que seguía después de algo así? Se preguntaba mientras su corazón latía cada vez más y más rápido.

¿Mi Vida no es color de Rosa?...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora