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El gran sol en los cielos, vestido con prendas de blanco y rojo, se posaba en lo alto muy orgulloso de lo que su poder le hacía a la tierra.

Las hierbas se marchitaban.

La vida está seca, es corta y va muriendo.

Le ruego,
Oh, dios de la lluvia,
Bendiganos con una misericordiosa
Lluvia cuál lagrimas”

La doncella arrodillada en el oscuro templo comenzó a rezar, esperando que dicho dios escuchará su voz y tomará su cuerpo como ofrenda.

El tiempo pasaba y la doncella no consiguió los resultados esperados, un helado viento calo los huesos de la pony haciéndola huir, con el evidente resultado que ella no había sido escogida.

Los ancianos del pueblo estaban discutiendo a gritos, culpandose unos a otros de que el dios de la lluvia no escuchara sus plegarias.

Culpaban a las ofendas, el dios no aceptaba ninguna, no le gustaban, por lo que, además de ignorar sus súplicas, hacia que el sol al día siguiente cayera con más fuerza sobre la tierra.

Un padre en la multitud ocultaba a su pequeña potrilla bajo su ropa, él sabía que si no encontraban un sacrificio que pudiera hacer feliz al dios, tomarían a cuánta yegua vieran y se la llevarían de ofrenda, no les importaría si ella moría en el proceso.

Agradecía que la unicornio joven haya salido con vida, ella fue afortunada como pocas lo habían sido, lo que indicaba que el dios les daría otra oportunidad.

Buscaba con desesperación a su pareja, ella había salido sola decidida a buscar una solución para que dejarán de sacrificar a jóvenes yeguas por un dios para mantener la vida en la tierra, no estaría preocupado si no fuera porque ya habían pasado tres días sin noticias, y escuchar a los ancianos pelear solo le traía un mal augurio.

Se mecía lentamente para mantener a la pequeña dormida, estaría en problemas si alguien se enteraba que su bebé seguía con vida, ellos se la quitarían.

— Disculpe mi buen amigo — el padre le hablo a un pony que era amigo de su pareja — sé que ya le pregunté antes, pero aún no sabe...?

— Nada de nada — nego el pony, con algo de tristeza — me temo que a esta altura el dios de la lluvia ya se la llevó.

Un escalofrío recorrió su cuerpo, era una posibilidad que no había contemplado.

— Dicen que alguien rompió las normas, el dios está enojado y se está desquitando con todos — el pony gris continuo con el relato — los ancianos creen que que cada raza rompió la regla y nadie da su brazo a torcer, al parecer irán a revisar las casas para descubrir al traidor.

Disimulando una mueca, asintió.

— El dios de la lluvia no perdona a los traidores — el padre dijo el mantra, era uno que les enseñan a todos para mantenerse a salvo — espero que pronto todo se calme.

El otro pony solo asintió para seguir escuchando a los ancianos pelear, para finalizar sin llegar a ningún acuerdo.

— Argyle — un anciano lo detuvo — por al amor que le tengo a mi hija y a su unión contigo, te ruego que ayudes a calmar al dios, se que está en tus manos hacerlo.

Solo asintió para alejarse, si él lo sabía era cosa de horas para que todo el mundo se enterará, corrió a su casa pero era tarde, unicornios, pegasos y ponys terrestres lo estaban esperando.

No pudo escapar.

La pequeña bebé lloro en cuanto fue alejada de su padre, cuando llegó su abuelo solo pudo mirarla con lastima, él no quiso hacerlo, solo quiso salvar a su hija.

Zipp y SunnyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora