Capítulo X: Traición

12 4 44
                                    

Golck y Nedd corrieron por la plataforma principal de aquel nivel de la vieja escuadra, alcanzando al fin el generador. El primero, que era el que más sabía de electrónica, abrió el panel cercano y observó el estado de la maquinaria, con perspicacia, mientras que su amigo observaba los oscuros alrededores, preparado para detectar cualquier peligro en caso de que se aproximara.

—Maldición. —Escupió Golck. —Fusibles rotos, cableado deteriorado, batería principal abollada... Creo que esto va a ser imposible de usar.

Los jóvenes se aproximaron a la barandilla y miraron hacia abajo, al nivel inferior, donde se encontraba Hilyard, rebanando por la mitad al último de los IS219, con su capa ondeando, envainando después el gran sable.

—El generador está totalmente inusable. —Masculló Nedd, logrando que la viajera de los ojos rojizos lo escuchara, alzando la cabeza. —Tendremos que buscar otra manera de activar la electricidad de la zona.

—De acuerdo. —Respondió ella, con su voz metálica ampliada, casi carente de emoción. —Estamos cerca, pero habrá otra fuente más adelante, seguro. Continuad por el camino central y accederéis al complejo de oficinas. Bajad desde allí.

Tras haber dicho aquello, la figura del traje armadura activó su propulsor y se dirigió volando hacia la siguiente zona de su planta inferior, cruzando unas puertas mecánicas.

Los supervivientes asintieron, volviéndose hacia su nivel, preparados para proseguir con la búsqueda, caminando rápido por la pasarela hasta alcanzar varias escalinatas medio oxidadas, que ascendieron, con seguridad. Aquel día, hasta el momento no habían podido sonsacar la información que les interesaba del "diablo de metal" para Maarg, y Golck estaba empezando a impacientarse con Nedd y repetirle que su objetivo no era ayudar a aquella misteriosa mujer asociada de Invertan (o al menos eso creían).

Se habían percatado también de que ella se comunicaba con algo más, otro comunicador o quizás un robot, detalle que les había hecho sospechar que quizás Maarg tenía razón en sus opiniones y realmente trabajaba para la organización científica. No obstante, el método de Nedd parecía funcionar por ahora, así que simplemente habían aceptado a ayudarla una vez más aquella mañana, y sabían que lo que quiera que andaba buscando posiblemente estuviese cerca.

Finalizaron el ascenso momentáneo, y el muchacho de tez morena sacó el hacha de la mochila, descargando un gran tajo en la puerta medio incapacitada por escombros, logrando destruirla y permitir que pudieran cruzar. Un largo pasillo oscurecido de paredes blanquecinas les dio la bienvenida a aquel nuevo sector, algo que les resultó siniestro a ambos, teniendo en cuenta su longitud y la sensación medio solitaria del corredor.

Caminaron por allí, observando cómo había salas envueltas en la oscuridad a los lados, y se desagradaron ligeramente al encontrarse con un cadáver ya muy deteriorado, quizás de hace décadas, a las puertas de una de aquellas estancias alternas. Ambos supervivientes se mantuvieron alerta. Pese a que aquello era una muestra muy antigua, no cabía duda de que podría haber entidades peligrosas rondando las esquinas, así que Golck no guardó el hacha, listo para un posible enfrentamiento.

Por suerte, no se encontraron con más problemas, y llegaron al final del largo pasillo blanco. Repentinamente, las luces se encendieron, y pudieron ver mejor sus alrededores, sobresaltándose y preparándose para algún inconveniente; no obstante, supusieron al rato que aquello no era más que un sistema automático que continuaba funcionando tras años de soledad. Abrieron los grandes portones del final del corredor, cerrándolos tras pasar, encontrándose ahora con el área de oficinas.

Numerosas mesas de trabajo se disponían en casi todas partes, acompañadas por ficheros, algunas computadoras y otros elementos típicos de oficina. Pocas marcas de deterioro podrían percatarse, y, gracias a las luces encendidas, todo se veía con considerable luminosidad. Caminaron con tranquilidad, observando todo a su paso, encontrándose con alguna rara mesa o silla volcada, o papeles empolvados desperdigados por el suelo; pero, aun así, todo estaba en orden, casi pulcro.

EL PROTOCOLO INVERTANDonde viven las historias. Descúbrelo ahora