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Lourdes escucho el ruido de la puerta y se levanto abrir, creyó que era Martina por un momento, pero después recordo que si esta era su habitación tambien entonces no golpearía y aunque no lo fuera, no parecía ser de esas chicas que pedirian permiso para entrar a un lugar, simplemente lo haría. ¿Por qué estaba pensando tanto en Martina? En fin, abrió la puerta y vio a Angie con una cara con cierta preocupación.

—¿Puedo pasar? —preguntó con cuidado y Lourdes se movió a un lado para darle paso. —Quiero pedirte disculpas por la forma en la que te dije lo que te dije hoy....se que quizás todavía esto sea algo dificil de procesar para vos y no era la manera.

—No hay problema. —Lourdes respondió con calma. —Yo sobre reaccione también, cuando dijiste que esto era...eso. —no se animaba a repetirlo. —Me asuste y sobre todo me puse triste, porque mi papá me trajo acá y si él hizo eso significa que piensa que yo estoy pecando..

—¿Por qué fue que te trajo acá? —Angie quería conocer su historia.

—Por mi mejor amiga. —le respondió. —A ella le gustan las mujeres y un día eso salió a la luz, en mi pueblo todos se enteraron y se convirtió en la burla y vergüenza del lugar, no la dejaban entrar a la iglesia ni a la escuela, la tenian aislada y todas en nuestro grupo de amigas dejaron de hablarle. —siguió contando. —Pero ella era mi mejor amiga, siempre lo fue y aunque su...condición la hacía diferente, ella seguía siendolo así que decidí no alejarme pero mi padre me prohibía verla así que la veía a escondidas.

—Pero te descubrió....—acotó Angie.

—Si, bueno, mi hermano mayor en realidad. —aclaro. —Y fue corriendo a contarle a mi padre, así que él me trajo hasta aca, con la excusa de querer que estemos lo más lejos posible y que nadie en el pueblo vea a una Gonzalez cerca de una "rara".

—Y te trajo aca en realidad para que te hagan ver que todo eso estaba mal. —Angie se estaba conteniendo la bronca. No coincidia para nada con ese pensamiento, sobre todo, porque era el mismo del de su tía, el de la familia de Brisa, la de Micaela y la de las cientos de chicas que estaban ahí.

—Ahora entiendo que si. —por su mirada triste y lo que le había contado, Angie sabia que no era momento para decir otra cosa que no sea que la comprendía. Lourdes habia sido críada por este tipo de personas por toda su vida y hacerle entender lo contrario de golpe seria imposible y solo la angustiaria aún más.

En ese momento Martina volvió a la habitación y vio como Angie consolaba a la ojiverde. Se moría de ganas de preguntar que había pasado, pero prefirio no meterse y actuar indiferente ante esta situación.

—Hola Marti...—saludo Angie aunque sabía que no tendría respuesta. —Veo que Lourdes es tu compañera.

Lourdes. Asi se llamaba.

—Si. —se limito a contestar mientras seguía leyendo su revista.

—Bueno... las chicas tambien quedaron preocupadas, así que creo que voy a decirles que ya esta todo un poco más tranquilo. —se levanto y después de saludar a Lourdes salió del cuarto.

—¿De donde venis suelen no contestar los saludos? —le hablo una vez que estuvieron nuevamente solas. —Porque a mi me enseñaron que eso es descortez.

—A mi me enseñaron que hacer tantas preguntas a alguien que no conoces es inapropiado. —contesto con un tono burlon.

Lourdes se quedo callada. La prepotencia de Martina la ponía inquieta, pero aún más la curiosidad de no saber por qué era así.

Cuando se hicieron las 8 de la noche, fueron todas llamadas a cenar. Lourdes se preparo rapidamente para ir hasta el comedor pero vió a Martina muy tranquila y sin mover un solo musculo.

—Hay que ir a comer. —le recordo pensando que quizás no sabía que hora era.

—Lo se. —dijo despreocupada.

—¿No vas a ir? —la miro confundida.

—No, estoy en una protesta. —levanto sus hombros. —Y antes de que preguntes porque te veo con cara de que queres preguntar, protesto contra esta imposición de horarios como si esto fuera una especie de pabellon de mujeres o el holocausto..—le explico. —¿Por qué si simplemente quiero comer un pan fuera de horario no puedo? Tiene que ser si o si a las ocho, ¿y si tengo hambre a las 9? Y tengo que dormirme a las 10 ¿y si tengo sueño a las 11? No estoy de acuerdo.

En ese momento, la ojiverde recordó cuando Angie la describio como loca y no podía estar más acertada. Martina era extraña, en su forma de hablar y de expresarse, a veces ella no sabía si le estaba hablando en serio o por si su inocencia estaba intentando burlarse de ella, pero prefirio dejarla ahí y bajar a cenar porque ella si tenía hambre, y mucha.

Una vez abajo, se reunio con Angie, Mica y Brisa, se sentaron juntas y comieron hasta quedar llenas. El menú de la noche era ensalada con pechugas de pollo. Para ser un pabellon de mujeres o el holocausto, era bastante rico.

Se rió sola recordando ese comentario de Martina.

—Estas más alegre. —le dijo Brisa. —Lo puedo sentir.

—Deja de incomodarla haciendo eso.  —Angie la retó entre risas.

—Solo lo dije porque me pone contenta que lo estes. —levanto sus hombros.

Lourdes no contesto pero sonrió levemente. Había quedado un poco de comida de sobra así que decidió guardarla sin que nadie la viera. Cuando la directora dio la orden de que todas vayan a sus habitaciones nuevamente, Lourdes se despidió de sus nuevas amigas y entró a su cuarto.

Martina estaba frente a la ventana sentada en el escritorio. No en una silla, sino arriba del escritorio. Cerro la puerta intentando con cuidado para no molestarla pero fue imposible porque apenas se escucho el ruido de la puerta cerrandose, la rubia volteo.

—¿Ya volviste de tu banquete? —preguntó todavía de espaldas.

—Si y de hecho estuvo muy rico. —contesto. —Y te traje algo de comida.

—Te dije que estoy en una protesta. —volvió a repetirle.

—Lo se y no hace falta que lo comas, solo voy a dejarlo acá arriba. —se acerco dejando el plato en el escritorio, al lado de ella.

Martina miro de reojo pero volvio su mirada a la ventana enseguida. Lourdes negó con la cabeza. Ella era muy terca incluso para esto, y podía decirlo con completa liviandad aunque la conociera hace menos de 24 horas.

Lourdes empezó a sacarse el uniforme y ponerse el pijama. Eso hizo que Martina sintiera un calor inexplicable en su cuerpo, justo volteo a verla cuando se estaba poniendo su blusa y vio el sosten que la ojiverde estaba usando.

No. la. mires. más. Se repitió Martina una y otra vez en su cabeza. Después de los pensamientos que tuvo ayer, tomo la decisión de que si queria poner en marcha su plan, tenía que mantener su vista lo más alejada posible de los ojos y la cara de Lourdes.

—Buenas noches Mar. —le dijo Lourdes apagando su luz de noche y acostandose.

Mar. ¿Como se atrevía a decirle asi? La conoció hoy y ya estaba haciendo que pierda la cabeza. Y nadie hacía que Martina Benza perdiera la cabeza.

Solo un angel podría hacerlo.

LIVING PROOF || Martuli Donde viven las historias. Descúbrelo ahora