Jungkook
Estaba cansado de marcar repetidas veces su número y que luego de ciertos tonos me enviara directo al buzón de mensajes. Lancé el teléfono hacia el sillón en mi habitación y me levanté acomodando mi chaqueta, si él no quería contestar entonces yo iría por él.
Me encaminé hacía su casa hecho una fiera y golpeé la puerta con fuerza sin importarme quien pudiera encontrarse allí. Me sentía desesperado y justo cuando iba a volver a golpear aquella puerta, la figura pálida del chico se atravesó haciendo que detuviera mi mano al instante. Él estaba acomodando su camisa manga larga y una voz quebrada preguntó. —¿Qué sucede? —Le hice caso omiso a como pudiera escucharse y me adentré empujándolo contra la pared de la sala de estar, lo tomé del cuello de su camisa y tiré de ella repetidas veces mientras le sacudía al mismo tiempo con rabia.
—¿Qué mierda quieres de mí, Park Jimin? —Pregunté apretando mis dientes y este sólo me miró sorprendido. —¡Respóndeme! —Elevé mi voz. —Estoy jodidamente frustrado, no puedo sacarte de mí maldita cabeza y no sé por qué. ¿No sabes lo extraño que es todo esto? Y es tu maldita culpa desde que te has atravesado en mi camino. ¿Quién coño eres? Me lo pregunto todo el tiempo. —Lo empujé con dureza contra la pared y me aparté. Sus ojos humedecidos me miraban con temor mientras yo no lo podía observar con otra expresión en el rostro más que con la ira que emergían de mis pupilas.
—N-no sé de qué me hablas. —Tartamudeó.
—Nunca sabes una mierda porque no eres más que un idiota inservible. —Le señalé. —Harías mejor todo si desaparecieras del puto planeta. —Pasé las palmas de mis manos sobre mi rostro y sacudí mi cabeza. —¿Sabes lo que es acostarse con una chica y aburrirte? ¿Qué la erección no te dure mucho tiempo? ¿Estar a punto de tener la puta cogida de tu vida y se cague todo? No siento absolutamente nada. —Una de sus cejas se elevó petrificado en cuánto le miré penetrante. —Y no, no soy un estúpido homosexual. —No podía soportar tanta ira acumulada y decidí salir de allí rápidamente antes que pudiera descargarla con aquel manojo de nervios, por más que quisiera sabía que no era lo correcto.
¿Desde cuándo me importaba lo que era correcto y lo que no?
Luego de haber caminado unas cuantas cuadras pensando en cómo torturar a cualquiera que se atravesara en mi camino, me puse a rebobinar todo lo sucedido anteriormente y me detuve en seco reaccionando ante mis acciones. La pequeña voz de Jimin se escuchaba quebrantada y sus ojos se encontraban rojos cuando le había atendido.
¿Habría estado llorando?
El miedo que el joven reflejó ante la actitud que había tomado era exagerada ¿o realmente me habría convertido en un monstruo frente a sus ojos? Sentía que debía disculparme con él y también tenía el extraño presentimiento de que algo más le pasaba, además siendo un chico tan aplicado en sus estudios, no faltaría más de dos semanas a clases sólo porque sí.
Me di vuelta sobre mis talones y me dispuse a correr en dirección a su casa, esperando que no sea demasiado tarde. Comencé a tocar la puerta con desesperación sintiéndome cada vez más preocupado al no obtener respuestas, por más que intentara no había nadie que contestara a mi llamado.
Visualicé el árbol y decidí subirlo como la primera vez que me aparecí en este lugar. Al llegar al tope lo que vi a través de la ventana me dejó literalmente azul. Las sábanas de Jimin se encontraban manchadas de un líquido Vinotinto ¿Sangre?
Unas hojillas estaban esparcidas sobre las mismas y vi como las manos ensangrentadas del pequeño ángel se golpeaban con fuerza sobre los muslos dejando un par de hematomas. A pesar de que la ventana estaba cerrada podía escuchar el llanto desde aquí afuera y el dolor que salía de su garganta podía estremecer mi corazón. Comencé a tocar la ventana con tanta fuerza que pensé que volvería a romperla pero este me hacía caso omiso y seguía perdido causándose más dolor de lo que suponía que tenía dentro de él.
—¡Será mejor que me dejes entrar o romperé la ventana de nuevo! —Grité, pero siguió sin darse vuelta a verme y tomé las esquinas de la ventana haciendo toda la fuerza posible hasta que logré abrirla. Corrí hacía el chico y lo tomé de las muñecas deteniéndolo, su mirada llena de lágrimas y un dolor que ni el mismo podía controlar se posó sobre la mía haciendo que me doliera hasta mi propia alma. —Basta. —Murmuré sin apartar la mirada. —¿Por qué haces esto? —Él no contestó, solo se lanzó a mis brazos a llorar como un niño y por una vez en mi vida le abracé con fuerza como si quisiera protegerlo, aunque era lo que quería hacer desde hace un tiempo, pero mis prejuicios no me permitían. Podía sentir como se quebraba en mis brazos y como sentía las ganas de querer repararlo. —Puedes confiar en mí. —Acaricié las palabras al mismo tiempo que su cabello.
—Esto es demasiado para mí, no puedo soportarlo. —Suspiro apartándose un poco de mí, había manchado mi camisa, pero eso no importaba. Sus ojos se encontraban aún más rojos que hace un rato, le tomé de las mejillas y comencé a limpiar cada lágrima con mis pulgares.
—Tengo muchas preguntas que necesito que contestes, no voy a juzgarte... Solo quiero ayudarte ¿Bien? —Él asintió apenas. —Primero vamos a limpiarte las heridas.
Le acompañé hacía el cuarto de baño y dejé sus manos debajo del grifo, observé su mueca de dolor por lo que coloqué mi mano sobre su espalda para calmarlo. La curiosidad venció mi respeto a lo que tomé las mangas de su camisa subiéndolas hasta la altura de sus codos llevándome una gran impresión por las grandes cortadas y cicatrices que podía ver. Las mangas largas no eran sus favoritas, solo eran el escudo para cubrir su fragilidad.
Busqué inmediatamente alcohol y rompí unas tiras de una camisa vieja que vi en su armario, comencé a limpiarle ignorando los chillidos poco masculinos que daba de vez en cuando y luego vendé sus brazos.
—Necesitamos hablar sobre esto. —Dije apoyando sus brazos sobre sus piernas con cuidado.
—¿Es necesario? —Preguntó como si quisiera ignorar el tema.
—Sí. —Respondí secamente. —¿Cómo es que tu madre no se ha dado cuenta de esto?
—No lo hago todo el tiempo, solo cuando no puedo soportarlo más. Ella si sabe sobre esto pero ya está acostumbrada, lo único que puede hacer es llorar porque su hijo está loco. —Quiso reír pero solo hizo un sonido doloroso. — Me duele verla así pero yo no puedo parar, ni si quiera por ella. Sé que a mí me duele más y necesito sacar esto fuera.
—¿Y crees que lastimándote vas a sacarlo? ¿No has ido a un psicólogo o algo? Eso puede ser de mucha ayuda. —El negó con su cabeza y sonrió tristemente como si estuviera recordando algo.
—Me he enamorado del dolor desde que soy un niño, cada vez que lo siento quiero intensificarlo más porque se siente de algún modo dolorosamente agradable. Y sí, he ido a un par de psicólogos desde que mi padre me tomó como un enfermo y ninguno ha podido solucionar nada. Ya sabes lo que dicen, si ni tú mismo que pasas por ellos puedes solucionarlo ¿Cómo alguien que no ha vivido lo mismo que tú te va a dar una solución?
—¿Enamorarse del dolor? Eso es una locura.
—Yo soy una locura.
—¿Esta ha sido la razón por la que no has asistido más a la escuela?
—Sí... Estoy demasiado deprimido como para hacerlo. Es demasiado peso como para que vengan tus amigos y me jodan más la vida de lo que la tengo jodida, si eso es acaso posible.
—Lo siento. —Murmuré. —Por ellos y por lo de hace un rato.
—Tranquilo.
—No. ¿Por qué me has mirado con tanto miedo? ¿He sido un monstruo? —Pregunté con preocupación notable en mi mirada.
—Se que solo se trataba de tu enojo, pero me has recordado a mi padre y eso es lo que me ha dado miedo. Me has dicho palabras similares a las que él me decía como que soy inservible y todos los días no faltaba el típico "deberías dejar de existir." —Pude notar en su voz como el nudo en su garganta había comenzado a formarse.
—¿Es por culpa de tu padre que estas así, Jimin? ¿Él es quien te ha causado el dolor desde que eras un niño? —Él asintió cabizbajo y tomé su mentón elevándolo. — ¿Qué te ha hecho él para que ahora tu seas de esta manera? ¿Dónde está?
—Él ha sido quien me ha enseñado el dolor y me ha enamorado de tal emoción desde que era apenas un niño, gracias a una confesión.
—Estoy aquí para escucharte. —Murmuré y tragó como si lo que fuera a decir realmente lo destrozaba por dentro. Sus manos apretaron sus muslos al mismo tiempo que él hizo con sus ojos y sus labios se abrieron.
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Último latido (Kookmin)
RomanceJungkook es un chico rebelde que desconoce el amor y piensa que la felicidad se encuentra en su vida promiscua la cual el considera perfecta. Pero ¿Qué pasaría si el comenzara a sentir aquellas emociones desconocidas. Y que la persona que se la...