ᴛʀᴇᴄᴇ

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Jungkook

Acomodé la bufanda alrededor de mi cuello, luego de dejar las maletas en la parte trasera del auto y posterior a ello me adentré a este tomando asiento a un lado de Jimin. —No sabía que manejabas.

—Hace un buen tiempo que mi madre me enseñó. —Dijo comenzando a conducir y me miró por el rabillo del ojo. —¿Puedes colocarte el cinturón? —Puse los ojos en blanco y hice lo que el chico me pidió.

—¿Por qué tu madre no ha venido con nosotros?

—Se nos ha adelantado, mi tía la necesitaba allá, su mejor amiga para ser exactos. —Respondió sonriendo.

—Yo solo espero que este viaje no sea aburrido. —Bufé mirando en dirección a la ventana.

—Prometo que haré lo posible. —Murmuró casi para el mismo. —¿Por qué te llevas una bufanda?

—Hace frío. —Respondí secamente.

—A la zona donde vamos hay calor.

—Pero aún no llegamos, así que déjame en paz con mi puta bufanda. —Ya estaba empezando a obstinarme, incluso llegaron a pasar cinco horas donde no veía esperanzas de arribar.

El resto del viaje fue completamente silencioso en donde me dormí por un buen rato, cuando desperté podía ver los ojos irritados de Jimin en un intento desesperado de no quedarse dormido. Él ya estaba haciendo mucho por mí al sacarme de mi solitario hogar y no quería ser un mal agradecido.

—Jimin. —Llamé acomodándome en el asiento. —Detén el auto, yo seguiré manejando.

—No, tú eres el invitado y debo cederte la mejor comodidad.

—No seas terco, idiota. —Insulté frunciendo el ceño. —Necesitas descansar.

—Yo puedo hacer...—Le interrumpí.

—Detén el puto auto antes de que comience a pelear por el volante y nos estrellemos. —Espeté bruscamente provocando que cediera. Bajé del auto para intercambiar puestos con él y agarré el mando siguiendo la dirección que indicaba el celular apoyado detrás del volante.

No había pasado ni media hora cuando Jimin se encontraba al otro lado roncando, realmente estaba cansado y el idiota quería seguir. Negué con mi cabeza decidido a apartar mi vista de la carretera para echarle un vistazo. Lucía hermoso, su rostro estaba lleno de paz, era como ver a un ángel con alas rotas y yo quería besarle.

Volví rápidamente mi mirada al frente apretando los dedos alrededor del volante hasta que los nudillos quedaran prácticamente blancos y aceleré. Debía sacar ese patético pensamiento de mi cabeza ¿Qué mierda era esto? ¿Me estaba volviendo esquizofrénico al escuchar esas voces sin sentido?

El sol comenzaba a salir y Jimin se removía a mi lado a punto de despertar. Según lo que indicaba el móvil estábamos a solo manzanas de llegar.

—¿Cuánto falta? —Preguntó el pelinegro adormilado sin abrir sus ojos aun.

—Ya hemos llegado. —Contesté estacionándome frente a dos grandes casas que estaban una al lado de la otra, prácticamente pegadas.

—¡Allí está mi madre! —Se emocionó Jimin saliendo del auto para abrazarla como si tuviera años sin verla, menudo tonto. Coloqué los ojos en blanco bajando del auto también.

Para mi grandísima suerte, su madre también se abalanzó sobre mí para abrazarme. Recién aterrizaba y ya las cosas comenzaban a fastidiarme ¿Qué tenían estos dos con las demostraciones afectivas?

Coloqué mi mano sobre la espalda de aquella mujer por educación y di gracias a Dios cuando se apartó de mí. —Estoy tan agradecida de que hayas venido, Jimin me habla mucho de ti. —Elevé una ceja ante aquella confesión. Pude escuchar a Jimin llamando la atención de su madre con un gesto divertido en sus ojos, avergonzado.

Otra mujer de la misma edad que su madre le saludaba y supuse que era de la que él me había hablado anteriormente, nos presentaron y comenzamos a acercarnos hacía las casas. ¿Cuál sería en la que nos quedaríamos?

—Normalmente mi madre cuando viene a este lugar. se queda a dormir con mi tía y me deja la casa para solo. —Me contó señalando la más pequeña. —Tiene dos habitaciones, pero a pesar de ello mi madre no le gusta que entren a la de ella, así que dormirás conmigo. —Dijo un tanto preocupado por mi reacción y me miró al instante deteniéndose e hice lo mismo. —Pero no te preocupes, en mi cuarto hay dos camas.

—Eso no me importa, Jimin. —Hice caso omiso mirando aquella casa de color crema. —Si mi madre me dejase esto para mí solo, traería una gran cantidad de amigos y daría la mejor fiesta de mi jodida vida. —El joven a mi lado comenzó a reír y me contagié de su sonrisa mientras guiaba mi mirada hacía sus ojos achinados.

Detrás de su risa pude percibir el sonido de unos pasos acelerados, miré de reojo sobre mi hombro encontrándome con un chico que venía corriendo mientras sonreía de una forma perturbadora a mi parecer.

El chico llegó hacía donde estábamos abalanzándose sobre Jimin hasta tirarlo al suelo, los dos se abrazaron y comenzaron con un juego de cosquillas mientras reían. Sentí una punzada en mi pecho ante aquella imagen y por reflejo me coloqué la mano sobre este. Me dolía ver esto y lo peor es que no sabía por qué.

Último latido (Kookmin)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora