Parte 31: Maestra del arco

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Es un día soleado. El melodioso canto de los pájaros viaja por mis oídos mientras mi piel siente los rayos de sol que logran atravesar la armadura de hojas de los árboles. La brisa fresca me hace olvidar todos mis problemas, me siento viva. Es de las pocas veces que inconscientemente sonrío. De las pocas sonrisas genuinas que demuestran mi felicidad. El bosque me trae alegría, o al menos algunas partes de él. Puedo escuchar a los animales corriendo, las pequeñas hojas y ramas que se parten cada vez que camino, y al mismo tiempo nada. Solo paz. Silencio absoluto. A veces el silencio puede ser terrorífico, pero en el bosque es diferente. Solo me siento extremadamente viva. De alguna manera sé que este es mi lugar.

Mi silencio no dura mucho cuando Peeta termina de atar sus cordones y vuelve a caminar. Sus pasos son ruidosos y pesados, por eso no cazo con él. Pero hoy me pidió que le enseñara algunas cosas, entre ellas a usar el arco. Quiere aprender algo de supervivencia, siempre me intenta convencer de que nunca lo va a necesitar, pero yo más que nadie sé que nunca te puedes confiar de este mundo. Y eso me aterra. Tu mundo se puede poner de cabeza de repente. Por eso me cuesta tanto disfrutar de los buenos momentos, me da miedo que alguien me los arrebate.

— Te hace feliz - volteo a ver a Peeta algo exaltada, estaba alerta y su repentino comentario me dio un pequeño susto — Tienes una enorme sonrisa en el rostro - dice, sonriendo también.

— Hay tanta paz aquí -

— Definitivamente pintaré este paisaje -

Seguimos caminando hasta un viejo tronco en el que guardé mi viejo arco. Le iba a traer uno de mis arcos del Capitolio a Peeta, pero son un poco complicados. Y prefiero que sepa disparar con un arco normal, que incluso él podría fabricar. El camino hasta ahí fue algo gracioso: yo estaba alerta por si escuchaba algún animal (con todo el ruido que hacíamos, estaba segura de que ningún animal se nos cruzaría, pero soy muy desconfiada) y cuando escuché un pequeño sonido, inconscientemente cargué el arco de inmediato. A Peeta casi le dio un infarto, hasta pegó un salto. No pude parar de reírme por un buen rato, y comencé a fingir que escuchaba cosas solo para asustarlo y burlarme. No me juzguen, son pocas las oportunidades que tengo de fastidiarlo un rato. Aunque dejó de ser tan divertido cuando me di cuenta que para él verme cargar el arco antes significaba que una gran amenaza estaba cerca. Pero es casi por instinto, incluso yo a veces me siento en peligro de la nada.

Le entrego el viejo arco y le explico por qué no le di uno del Capitolio. Nos alejamos un poco y encuentro unas viejas marcas que mi padre puso para nuestras prácticas. No puedo evitar sentirme mal, pero intento disimularlo lo más que puedo. Estar aquí de nuevo, solo que ahora no como alumna sino como maestra. La posibilidad de que algún día use estas marcas con mi hijo me aterra, pero al mismo tiempo me hace sentir que estoy siguiendo el legado de mi padre, y que él estaría orgulloso.

Recuerdo que siempre solíamos practicar durante horas, solo porque yo se lo pedía. Tenía muchas ganas de ser buena con el arco, quería aprender a cazar, quería ser como él. Y en el camino de regreso me enseñaba alguna canción. Me explicaba su historia, y la cantaba una y otra vez hasta que yo acababa aprendiéndola. Se aseguraba de que yo memorizara bien la melodía, ya que él me explicó que muchas de las canciones fueron olvidadas y solo quedaron sus letras, y que era muy probable de que la melodía de ahora fuera muy diferente a la original. Siempre me dijo que se las enseñara a toda mi familia, hijos, sobrinos, nietos, todo. Y la verdad en esos momentos no entendía muy bien el mundo, no entendía Los Juegos ni la situación de mi distrito. Pero cuando mi padre murió lo último que quería era tener una familia. No quería tener hijos para mandarlos a una arena a pelear hasta la muerte, ni hacerlos morir de hambre. En ese momento apenas y podía conmigo. No me cabía en la cabeza alimentar tantas bocas. Si solo con mi madre, Prim, y yo era mucho. Para mí traer niños a este distrito era básicamente traerlos a morir en los Juegos o de hambre.

Volver contigo - EverlarkDonde viven las historias. Descúbrelo ahora