Parte 40: Lazo invisible

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La tengo en mis brazos. Por fin, la tengo conmigo. Mi hija, ella está bien. No puedo describir lo que siento al verla por primera vez. Su cara es tan pequeñita, ella se ve tan frágil. Siento una calidez y paz en mi interior que nunca había sentido, es una clase de amor que nunca he experimentado, uno que sólo se puede sentir entre madre e hija. Aunque ella es una bebé, puedo sentir una conexión muy fuerte. Esta criatura estuvo dentro de mí durante meses, en sus tiempos más vulnerables. Siento que confía en mí sin siquiera conocerme, siento que estamos destinadas a estar juntas de alguna manera, como un hilo invisible.

Antes no entendía cómo los padres decían sentirse diferente al verlos por primera vez, ni cómo la gente podía identificar rasgos de los padres en bebés recién nacidos, pensaba que todos se veían igual. Pero no lo entendí hasta que tuve a Willow en mis brazos. Sus ojos son de color gris, como los míos; su nariz es redonda de la punta, como la de Peeta; sus labios son finos como los míos; y sus delicadas y largas pestañas delatan que su cabello es dorado como el de Peeta. Basta con una mirada de ella para que mi corazón se derrita. Mi cuerpo se estremeció cuando escuché su llanto por primera vez.

Esta bebé es el fruto de nuestro amor. Es una combinación entre él y yo. Nuestros rasgos opuestos pudieron juntarse y crear a la niña más hermosa que he visto jamás, al ser más perfecto que puede haber existido, a el ángel que le pedí al destino que me trajera para salvarme. Nunca he sido tan cursi con nadie, y nunca pensé que lo sería. Pero con ella es diferente. Ella es mi rayo de luz en la oscuridad, ella es mi razón de seguir aquí.

El parto fue algo complicado. Yo estaba demasiado alterada, y eso no ayudaba. Pero sabía que tenía que ser fuerte por ella. Peeta estuvo conmigo en todo momento, y me sorprende no haberle arrancado la mano de lo fuerte que la agarraba. Haymitch esperó afuera, para su suerte, no dejaron a más de uno quedarse conmigo.

— Es igual a ti - dice Peeta, mirándola con cariño.

— Qué dices, si parece un ángel. Claramente es tu hija - él ríe.

— Su rostro. No es idéntico, pero es muy parecida a ti -

— Parece que va a tener tu cabello -

— Sí. La niña tomó tu bella cara y mi cabello sagrado, ya ganó en la vida - no puedo evitar reír. Estoy agotada, y me duele hasta moverme, pero el comentario ha valido la pena. Él parece notarlo. — Deberías descansar -

— No quiero dejarla -

Siento que no puedo perderla de vista. Temo que si lo hago alguien me la quitará. Siento que si la descuido algo malo le sucederá. Esto es demasiado bueno como para ser real.

— Tranquila, yo estaré con ella. También contigo. Nada le pasará, te lo aseguro -

— ¿Estás seguro? -

— Sí. Duerme un poco -

Decido hacerle caso. Le doy un beso en la frente a Willow y se la paso a Peeta con mucho cuidado. Él la carga de una manera tan natural que parece que lo ha hecho desde siempre. Me acomodo con cuidado en la cama, cada movimiento duele. Pero apenas cierro los ojos el agotamiento me vence.

***

La luz blanca del hospital hace que los ojos me duelan. Los abro lo más lento que puedo. Cuando despierto estoy rodeada de doctores, y por unos segundos me congelo, el horror me invade y temo que algo malo haya pasado. Pero cuando volteo a ver a Peeta noto que su cara está completamente relajada. Él tiene a Willow en sus brazos.

— ¿Sucede algo? - pregunto a Peeta.

— ¿Cómo se siente? - pregunta una enfermera acercándose a mí.

Volver contigo - EverlarkDonde viven las historias. Descúbrelo ahora