Mis ojos se abrieron y sentí un pequeño ardor alrededor de estos debido a lo fuerte que me los habría frotado el día anterior para quitar cualquier rastro de lágrimas. Me apoyé en el respaldo de la cama y estiré mis brazos algo dormidos todavía. Mis cortinas estaban hasta la mitad abiertas y supuse que mi mamá lo había hecho. Entonces, sin esperarlo y con mi mirada fija en un punto en la pared blanca, los recuerdos vinieron a mi como balas.
¿Cómo era posible que mi papá haya hecho eso? Se me hacía difícil creerlo y al enterarme de que en realidad mi papá había engañado a mi mamá con otra mujer, una mujer cuya identidad era totalmente desconocida... Dolía demasiado.
Imaginarme como mi madre lo debía estar pasando ahora, me causaba un mayor dolor. Ella era dulce y responsable. Siempre esperaba a mi papá del trabajo con una cena deliciosa, hecha con mucha dedicación. Le preguntaba cómo había ido su trabajo y se preocupaba de que no se durmiera hasta tarde. Ella jamás se dormía hasta saber que mi papá estaba a su lado en la cama.
¿Por qué lo había hecho? Esa era la duda que rondaba en mi mente. ¿Había sido yo el culpable de su rompimiento? ¿De sus problemas?
Era la respuesta más razonable y coherente que se me podía ocurrir. Ellos juntos eran perfectos, no había drama ni conflictos, sin embargo yo, yo era el problema. Con clara molestia y sin esfuerzo me levanté de la cama y me dirigí al primer piso. Escuché el fregadero, mi mamá estaba lavando los platos. Me fijé como se esmeraba en limpiar cada mancha (casi diminutas) de cada plato, a pesar de estar completamente limpio, seguía limpiando como si no hubiera fin. Me acerqué a ella y le acaricié el hombro, recibiendo un pequeño salto de sorpresa de parte de ella.
―No te oí bajar, hijo ―habló. Su voz se oyó como si hubiera gritado toda la noche y ahora con cada palabra que decía, su garganta ardía.
―Parece que también no te diste cuenta de que ya terminaste de lavar los platos ―tomé el plato de sus manos mojadas y lo dejé en el estante para que se secara junto a los otros.
Ella esbozó una sonrisa y se secó sus manos para después abrazarme, apoyando su cabeza en mi pecho.
Sabía que este no era el momento de andar llorando. Mi prioridad ahora era mi mamá. Aunque no demostrara el dolor que debía estar sintiendo, la debilitaba de forma emocional y física. Y era ahí donde entraba a yo, debía tratar de sacarle cada pequeña sonrisa posible para que de a poco, olvidara los problemas.
No había tenido tiempo para reflexionar respecto a mi posición sobre las acciones de mi papá. Era seguro que lo había hecho era imperdonable. Sin embargo, por el momento prefería no mencionar el tema y cuando todo estuviera más calmado, iría a hablar con mi padre.
―Tengo que irme, hijo. Debo ir al trabajo y después iré a realizar algunos papeles, ¿está bien? ―asentí, sin objeciones.
Me dio un beso en mi mejilla y se dispuso a retirarse por la puerta de la cocina.
―Puedes quedarte en casa, Jason. Llamaré a la escuela.
―Gracias, mamá ―le regalé una pequeña sonrisa esperando que me la devolvería, pero solo movió su cabeza afirmativamente con sus labios apretados y se fue.
De igual manera, no tenía pensado ir a la escuela hoy. Mi cuerpo se sentía cansado como si todas mis extremidades hubieran estado en constantes movimientos el día anterior, cuando lo único que había hecho era caminar a mi casa, dormir y bajar las escaleras.
Además de mi inexplicable cansancio, sentía enormes ganas de romper algo. Infinidades de imágenes pasaban en mi cabeza sobre algunas maneras de destruir el televisor que mi padre había traído la noche en que lo habían ascendido. Tan grande y plano yacía en la esquina del comedor, sin ningún rasguño... intacto.
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Me confesé al chico equivocado
Teen FictionJason es un chico que esconde sus pensamientos bajo las sombras y se adentra cada día más al mundo de las fantasías. Una de ellas y, a la que más dedica tiempo, es Andree; la persona que le robó el aliento en el primer momento en que lo vio. Y, al...