Capítulo 15.

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Después de comer y ver una película que había traído Alexa, ella se quedó dormida en el sofá en una posición bastante extraña. Damon se ofreció a llevarla a dormir a mi habitación y desde el sofá, lo observé como la tomó en sus brazos y con una sonrisa divertida subió por las escaleras.

Eran pasadas las cuatro de la tarde y tenía un cansancio enorme a pesar de haber dormido cómodamente. Me recosté en el sillón, llevando las piernas a mi pecho y posicionando mis brazos alrededor de éstas.

―¿Estás cansado? ―escuché desde las escaleras.

―Un poco ―le respondí al de ojos esmeraldas que terminó de bajar y se sentó junto a mí con sus manos apoyadas en cada pierna.

―Me divierto mucho con ustedes, ¿sabes?

―No hacemos más que pelear ―él sonrió con su mirada al techo. Dos minutos enteros de silencio, el reloj de mi madre con forma de búho en la pared me lo hizo saber con esos atrayentes dos grandes ojos que jamás dejaban de mirarte.

Giré mi cabeza a Damon. Tenía una cierta fascinación por mirar la línea del cuello de Damon, que viajaba desde su pecho, pasaba por su mentón hasta delinearse en su mandíbula. Al pasar los segundos, desvíe mi mirada al techo al igual que él, para descubrir que era lo particular de este.

―¿Los podría llamar amigos? ―habló.

―¿Qué pregunta es esa? ―apoyé mi codo en el respaldo superior del sofá, y seguido de eso mi cabeza en mi mano para verlo de mejor modo―. Alexa ya te considera como un amigo, un buen amigo. Y bueno, si me lo preguntas a mí... sería ridículo porque ya sabes la respuesta.

―¿Me consideras como un amigo? ―volteó a verme.

―Claro que sí ―respondí sin dudar.

―¿Pero los amigos no son los que se conocen desde pequeños y se cuentan todo? ―seguía con sus preguntas extrañas.

―No necesariamente. Además, yo te cuento... cosas ―respondí dudoso.

Sabía que a veces podía ser la persona más cerrada del mundo, pero no era lo mismo con Damon. Sí... esta es una de esas típicas frases que uno dice para justificar su gusto por una persona, pero tomando en cuenta lo fácil que me era desnudar mi verdadera personalidad con el de ojos esmeraldas, afirmaban la frase anteriormente dicha. El aura que se desprendía de él cuando estaba conmigo, no era el de cualquier persona con quien no intercambiaría ni un hola o mirada.

―No lo haces. Te guardas lo que piensas ―casi de manera inmediata, sentí un tremendo peso en mi estómago al escuchar esas palabras.

―Pero decidí no hacerlo más... ―susurré confundido por el tema que había entablado en esta conversación. Me quedé en silencio.

―Mmh ―quitó la mirada de mis ojos.

―¿Y tú? ―solté.

―¿Qué? ―respondió sin voltear ni perder su tono sereno.

―Si me consideras tu amigo, ¿porque no hablas de ti conmigo?

―¿A qué te refieres? ―se volteó y frunció el ceño.

―Damon, no sé nada de ti ―respondí con cierta rigidez.

―Yo tampoco de ti ―rodé los ojos.

―Conoces mi casa, a mi mejor amiga y a mi mamá. Hasta me has visto llorar... Si le preguntas a Alexa, normalmente, no le hago saber nada a alguien que no es mi amigo.

Silencio. Como odiaba el silencio en estas situaciones en las que me urgía escuchar una respuesta. Era la verdad, la cruda verdad. Parecía que Damon se adentraba a mi vida y yo, con total gusto, le dejaba el camino libre porque le tenía cierto cariño y quería que él me conociera y se estableciera como alguien importante dentro de mi vida. Sin embargo, dejando de lado todos los nerviosos, extraños y gratificantes sentimientos que me hacía sentir, no podía ignorar la actitud de Damon cada vez que mencionaba su casa o algo más personal.

Me confesé al chico equivocado Donde viven las historias. Descúbrelo ahora