Damon parecía dormido. Me tenía abrazado de la cintura y su cabeza estaba apoyada en mi pecho. Cada cierto tiempo me apretaba mi camisa, como si tratara de cesar el dolor. Apretaba los labios y el sudor comenzaba a caer de su frente. La fiebre aumentaba de temperatura a la par que mi preocupación por su estado actual.
—Falta poco para llegar —le susurré, atrayendo la mirada del conductor por el retrovisor—. Te pondrás bien —hablé mientras quité los mechones de su frente.
Él intentó sonreírme, pero soltó un quejido y llevó su mano a su cabeza, con una expresión de dolor. De inmediato, lo alejé un poco de mi para verlo mejor.
—¿Te duele la cabeza? —asintió.
Me maldije a mí mismo por no tener un paño a mano. Sin embargo, el taxi se detuvo. Saqué dinero de mi bolso y se lo entregué al chófer, dándole las gracias por lo rápido que habíamos llegado. En mi hombro colgué las dos mochilas y abrí la puerta, saliendo primero. Damon se arrastró con las pocas fuerzas que tenía y yo lo traté de levantar. Salió del taxi y lo tomé por la espalda.
—Ven, vamos, camina despacio. No te fuerces —le dije.
Caminamos hasta la entrada de mi casa, pasando por el camino de cemento entre el césped y las flores que mi mamá tanto le gustaban y cuidaba. Seguido de cruzar la puerta, de manera rápida, ayudé a Damon subir las escaleras. Su temperatura corporal estaba al límite.
Lo dirigía a mi habitación. Con sumo cuidado lo senté en la cama y él se recostó. Lo ayudé a posicionar su cabeza en mi almohada de manera lenta, por su dolor de cabeza. Rápidamente, abrí la ventana hasta la mitad. Me acerqué otra vez a Damon y bajé el cierre de su chaqueta, primero se lo saqué en un brazo y después el otro. Se metió en la cama, sin antes de sacarse los zapatos y lo arropé. Sus brazos quedaron bajo las sábanas y frazadas, su cabeza, cuello y parte de su torso quedó descubierto. No quería que sintiera frío, pero tampoco, que se ahogara. Los bolsos los había dejado tirados por algún lado del dormitorio.
De inmediato, la temperatura de la habitación bajaba conforme la brisa entraba por la ventana. Debía mantenerla así, para que no empeorara la fiebre de Damon. Lo miré y él tenía sus ojos en mí. Tiritaba levemente y realmente, no me gustaba verlo así.
—Cierra los ojos, ¿está bien? Debes descansar —le dije acariciando su mejilla—Voy a bajar por algo, vuelvo enseguida —le sonreí, él asintió carraspeando su garganta y cerrando sus ojos.
Bajé las escaleras como si eso dependiera de mi vida. Caminé a la cocina y con tres miradas rápidas, pude divisar el paño que usaba siempre cuando tenía fiebre. La llevé hasta fregadero y la unté en agua helada. Seguido de eso, con suficiente agua absorbida en el paño, lo estrujé hasta que ninguna gota cayera. Fui por un vaso y saqué una botella de agua fría del refrigerador, llené el vaso y con mis manos ocupadas, subí las escaleras de la misma forma en como las bajé.
Cuando estuve con Damon, dejé el vaso en mi mesa pequeña. No estaba seguro si Damon estaba durmiendo, no obstante cuando toqué su frente, esta no había disminuido su temperatura. Puse el paño mojado en su frente con cuidado de no sentir incómodo a Damon y cuando lo hice, de la boca de él salió un suspiro cansador.
—Ahora, debes dormir —murmuré parado frente al de ojos esmeraldas—. Descansa. Bajaré a cerrar las puertas y a buscar un balde con agua fría, ¿está bien?
Con intención de voltearme y caminar hacia la salida, sentí la mano de Damon tomando mi camisa, deteniéndome. Velozmente y por reacción rápida, me giré y me arrodillé apoyando mis manos en la cama, con una expresión preocupada por si le había pasado algo.
—¿Estás bien? ¿Te duele algo? —hablé tan veloz que algunas palabras se trabaron con mi lengua. Él abrió sus ojos lentamente.
—¿Volverás? —me quedé callado y desorientado ante la pregunta—. ¿Lo prometes? —su tono de voz era tímido hasta incluso inquieto. Me senté en la cama a su lado y me acerqué a su cara.
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Me confesé al chico equivocado
Teen FictionJason es un chico que esconde sus pensamientos bajo las sombras y se adentra cada día más al mundo de las fantasías. Una de ellas y, a la que más dedica tiempo, es Andree; la persona que le robó el aliento en el primer momento en que lo vio. Y, al...