Las horas habían pasado como segundos. Ninguno de los dos prestó atención al tiempo y nos concentramos en nuestra burbuja. Nos despojamos de la arena en nuestras ropas y caminamos a la estación del bus. El olor del mar estaba impregnado en mí y aún sentía rastros de arena por algunas partes de mi cuerpo. Después de unos minutos en las cuales me recosté sobre Damon a dormir, llegamos a la ciudad.
―Jason, llegamos ―al escuchar eso, un bufido salió de mi boca.
Tenía mucho sueño y Damon era muy cómodo.
―Un rato más, se siente bien estar así contigo.
Sentí un beso en la nuca, más tarde en mi mejilla y finalmente en mi boca. Gustosamente, continúe con el beso, tomándolo del cuello y acercándolo a mí. Nos separamos por una milésima de segundo. Iba a juntar mis labios nuevamente con los suyos, pero Damon se levantó del asiento, extendiendo su mano.
―Si bajamos, te daré todos los besos que quieras ―me ruboricé y no respondí. No era como si yo viviese de sus besos, podía estar un largo tiempo sin rozar sus labios, si podía.
Bajé del bus, no sin antes fijarme en la cara de molestia que me dirigió el chófer. Qué vergüenza, apostaba que ese viejo estaba viendo. El bus partió y Damon ya había bajado, se acercó a mí con la clara intención de besarme nuevamente pero esta vez yo fui el que se alejó.
―Ahora no tengo ganas de besarte ― dije firme. Al decir eso traté de no echarme a reír por la cara de sorpresa que había puesto Damon.
Me di la media vuelta y comencé a caminar hasta las calles. Mi casa no quedaba tan lejos de la estación, así que sólo debía caminar por diez minutos y estaría en ella.
El sol estaba en lo más alto del cielo e iluminaba todo, sus rayos me daban directamente y como llevaba la ropa de la noche anterior, sentí calor.
Damon ya estaba caminando al lado mío y a cada minuto intercambiábamos miradas divertidas, las mías eran más sobreactuadas, tratando de fingir total seriedad y él sólo reía. Por dentro, tenía unas inmensas ganas de besarlo, pero debía resistirme o si no iba a parecer que yo era el desesperado.
―¿Tus padres están en casa? ―preguntó.
―No sé, mi papá debe estar trabajando al igual que mi mamá.
―¿Crees que se hayan preocupado?
―Siendo sincero, no lo sé. Es la segunda vez que no pasó la noche en casa sin avisar que me voy a quedar en la casa de Alexa ―respondí inseguro. Ojalá que no se hayan angustiado.
―Entonces ¿solo has ido a dormir a la casa de Alexa? ―preguntó Damon, mirándome.
―Sí... ―respondí dudoso.
―Entonces, algún día, quizá, conocerás mi casa ―dijo mirando hacia otro lado, por lo cual no pude ver su expresión.
―¿Qué? ¿A t-tú casa? ―Damon asintió.
¿A su casa? Ese era un paso muy importante, realmente importante. Se supone que eso se hacía más adelante. ¿Y si están sus padres y me ven? ¿Qué les diré? Los nervios empezaron a comerme anticipadamente. Con tan solo pensar en que yo entraría en la casa de Damon me ponía inquieto. Era como su lugar personal. Vería su habitación, su ropa, su cama...
¿Cómo sería sentir su cama? De seguro tiene impregnado su olor. No podía con tanto.
―Me imagino las infinidades de cosas que debes estar pensando ahora ―escuché decir, repentinamente.
Soltó una risa y me sujetó la mano. Sin poder evitarlo me exalté y miré a mí alrededor por si algún vecino mío estaba por aquí.
―¿Qué te pasa?
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Me confesé al chico equivocado
Dla nastolatkówJason es un chico que esconde sus pensamientos bajo las sombras y se adentra cada día más al mundo de las fantasías. Una de ellas y, a la que más dedica tiempo, es Andree; la persona que le robó el aliento en el primer momento en que lo vio. Y, al...