«¿A qué le temes, Jason?»
Esas palabras fueron las que se quedaron retenidas en mi cabeza toda la tarde; trataba de que mis ojos se centraran en mi libro de Historia, al igual que mi mente, sin embargo, la pregunta se alzaba entre todo lo demás. Esas palabras salieron de la boca de Damon cuando nos quedaba poco trayecto hasta mi casa. Me quedé en silencio y terminé por responder que cuando era niño me picó una abeja y desde ese día, me rehusaba a acercarme a una. No obstante, como si hubiera contado un chiste fuera de lugar o hubiera dicho algo exterior al tema, él rió y sólo negó con su cabeza... Quizá no era la respuesta que esperaba, aunque creía que yo, en el momento, no entendí el verdadero significado de la pregunta. Quizá se refería a un miedo interior o a un miedo más trascendente.
Le temo a que mi madre muera, eso era definitivo. Le temo a no poder conseguir alguna carrera y no convertirme en un profesional. Le temo a que mi padre aparezca, sin embargo; también deseo tenerlo en frente para decirle cosas que guardo en mi corazón y que producen un nudo cada vez que mi mente lo recuerda.
Le temo a que un día no deje de ser un chico lleno de inseguridades que empezaron a formarse dentro de mí debido a mi entorno y acciones. Y si Damon me preguntara otra vez, en este instante, a qué más le temo; mi respuesta sería más fácil de decir... Le temo a que él jamás confíe en mí.
—¡Jason! —escuché un grito de mi madre—. ¿Puedes venir un momento, por favor?
Su voz se oía desde la habitación matrimonial, supuse. Caminé fuera de mi cuarto y entré al suyo. Vi a mi mamá detrás de la puerta abierta del armario; tomaba algunas ropa y las tiraba a la cama. Abrí la boca para preguntarle qué era lo que estaba haciendo; pero la cerré de inmediato cuando vi las camisas grises y las corbatas rojas y azules.
—¿Qué haces con la ropa de... —dejé la pregunta en el aire y cerré mi boca.
—Se irá.
—¿De la casa? —cuestioné, tratando de tomar aire y calmarme. Me dirigí a la cama y me senté a una gran distancia de la ropa del señor.
—Eso es evidente, hijo —esbozó una mueca. Se detuvo y puso sus manos en su cintura para soltar una gran suspiro—. En realidad —volteó a verme—, se va de la ciudad.
—Oh...
Eso fue lo único que pudo articular mi boca. Por una parte lo agradecí, ya que si decía algo más; algo más despectivo o resentido; mi madre no lo tomaría de buena manera. Por el momento, prefería omitir ciertos comentarios frente a mi madre y dejar que todo fluyera.
Era claro que algún día él decidiría irse de la casa. Bueno, era eso o mi madre lo echaría. Mi madre en esos aspectos era bastante dura y decidida.
—¿Me ayudas, hijo? —asentí. Con toda la frustración y extraño nudo en mi pecho, acepté. Era hora de dejar de lado mis infantiles caprichos y empezar a comportarme como un joven maduro que era capaz de dejar de lado todo por superar una etapa.
Para la tarde ya teníamos toda la ropa de padre embalada y frente a la puerta. Ese tarde mi padre llegó sin previo aviso; y casi pude sentir como mi garganta ardía al detener las palabras que esperaban ansiosas de escapar en la primera instancia.
Mi madre, después de que él se fuera, me lo agradeció con una sonrisa. Ella ya estaba más aliviada.
***
—¡Sólo queda un examen! ¡Gracias a Dios! —celebró Alexa, agitando sus brazos y liberando su felicidad a través de movimientos aleatorios.
—El de Historia estuvo muy difícil, espero al menos conseguir una calificación decente —mencioné.
—Para ti una calificación decente es malo; para mí, querido piernas de fideos, es el mismo cielo —dijo Alexa haciendo señas como si rezara o estuviera a punto de ascender al más alto cielo. Solté un bufido.
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Me confesé al chico equivocado
Teen FictionJason es un chico que esconde sus pensamientos bajo las sombras y se adentra cada día más al mundo de las fantasías. Una de ellas y, a la que más dedica tiempo, es Andree; la persona que le robó el aliento en el primer momento en que lo vio. Y, al...