La pequeña Nam estaba sentada al pie de la escalera cuando Maléfica se acercaba al vecindario.
—¡Mamá! ¡Mamá! —corrió Nam a todo lo que sus pequeños pies le daban— ¡Pro...nto! ¡Pro...nto! ¡Aví...sale al osito cariñosito que vie...ne Ma...lé...fica!
—Nam. Hija —la detuvo su mamá con una sonrisa—. Tranquila, ese asunto está arreglado.
—¡Mamá! ¡Si Becca se pelea con esa cara de palo, la mamá del tonto de Heng la va a echar! —dijo Nam, mirando con desesperación a la puerta de Rebecca.
—Mi amor —dijo la señora con un dejo de nerviosismo.
—Rebecca, mamá. Que la van a echar. Tenemos que avisarle.
—Nam. Peque. Rebecca ya se fue. Ayer empacó sus cosas y se fue. Tampoco es que tuviera muchas cosas.
Nam corrió con las lágrimas resbalando por sus mejillas, se dejó caer con dramatismo propio de su edad a la que fuera la puerta de su primer mejor amiga.
—¡No es justo! —repetía la pequeña— ¡Por culpa de esa tonta y agria y horrible persona!
—¿Qué le pasa a la pequeña? —preguntó Freen con curiosidad mientras se acercaba a la dramática escena, maletín en mano.
—¡Tú tienes la culpa! —gritó Nam con rencor— Eres una pija y una cara de palo.
—¡Nam Poolsak! —la reprendió su madre— Discúlpate con la Licenciada.
—Lo siento —dijo Nam con la mirada al piso, pero sin arrepentirse de verdad— Te odio —murmuró al tiempo que pasaba a su lado... de manera tal que su mamá no la escuchara y la hiciera disculparse de nuevo. Maléfica le importaba nada.
—Lo lamento muchísimo. Tiene 9 años, son cosas de su edad —se disculpó Meida con angustia. Freen Sarocha llevaba ocho meses viviendo allí y todavía no sabía cómo dirigirse a ella
—Discúlpeme usted, se me ha olvidado avisar que venía en camino —respondió Freen, restándole importancia a la rabieta del fiel chicle del topo.
Desde que Freen llegó a vivir a la vecindad, exactamente dos días después que Rebecca Patricia Armstrong., Nam ya había tomado partido por Rebecca.
—No se preocupe por eso —respondió Meida.
—Tengo entendido que Rebecca Patricia Armstrong se ha tomado unos días libres —continuó Freen—. Así que evitaré acercarme a su puerta.
—Con respecto a ese asunto. Señorita Freen, usted ya no debe preocuparse.
—¿Por qué? —preguntó Freen con zozobra, un mal presentimiento la hizo mirar a la ventana del topo y su mirada chocó contra el cristal de la ventana, desprovista de la cortina rosa que acostumbraba a mirar por las mañanas y cuando volvía del trabajo.
—Rebequita se ha ido. Esta mañana me entregó las llaves de su cuarto. Me dejó el pago del mes y lo del depósito para pagar las averías.
—¿La echó? —preguntó Freen con cabreo— ¡Pero si ya le di mi palabra de que no se repetiría!
—Le aseguro que no tuve nada que ver. Le insistí, le rogué a Rebequita que no se fuera. Y con todo respeto... lo hice por mi hija. Nam bebe los vientos por esa muchachita. Pero Rebecca no quiso quedarse... dijo que era necesario poner distancia entre ustedes.
—¿Sabe a dónde se fue? —preguntó Freen con fingido desinterés.
— No tengo ni idea —respondió Meida—. No acostumbro a preguntar a los ex inquilinos esas cuestiones.
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MY DULCE PLACER
RomanceFreen se reclinó en su asiento con los brazos cruzados, mientras observaba de reojo a la única persona que era capaz de desatar su furia., vista así, se veía inofensiva, incluso tierna... Freen sacudió la cabeza para ahuyentar tan disparatados pensa...